Los exámenes ya están aquí, los periódicos siguen saliendo diariamente y los libros no se mueven de las estanterías. Cada mañana, las puertas de las bibliotecas de Burgos se llenan de estudiantes apurando el último repaso, de ciudadanos en búsqueda de las últimas noticias o de apasionados lectores sumergidos en una historia pero, estos ven como en verano, los horarios quedan restringidos a jornadas matinales. Los centros de la capital reducen en los meses de calor sus jornadas, descansando por las tardes y los fines de semana.
En la Biblioteca Central de la Universidad de Burgos, con un horario de nueve a dos los meses de julio y agosto y cerrada del 4 al 17 de este mes, las mañanas concentran a escasos estudiantes que se preparan de cara a los exámenes. En un contexto tranquilo y con reducida actividad, los pocos que allí acuden demandan más horas de apertura. «Vengo todos los días que puedo pero, echo en falta en Burgos una biblioteca universitaria en la que poder estudiar las tardes de verano», señala una opositora a Hacienda que continúa su labor en casa cuando esta cierra sus puertas. «No me queda otra, porque necesito el ambiente de silencio que te proporcionan éstas», añade.
Otro color invade la Biblioteca Pública de la Plaza San Juan. Las puertas se abren y cierran sin parar para albergar a padres con los más pequeños, a estudiantes o incluso a una escritora con intención de contextualizar su próximo libro. Por otro lado, los jubilados, quienes no fallan a su cita con el centro, aprovechan el paseo matinal para enterarse de las últimas noticias. «En invierno o en verano y dos veces por semana vengo a leer el periódico o a conectarme a internet», comenta Cándido Urrez. Junto a él e inmerso en la lectura está Julián Rodríguez, que acude todos los días del año de diez a dos para leer.
Un espacio en el que los estudiantes disfrutan de un clima distendido, aprovechando las posibilidades que les ofrece el centro como la de descansar de los apuntes bajando dos plantas para leer una revista. Pero, tal y como ocurre en la Central de la UBU, demandan más horas de apertura. «Me gusta venir por el ambiente que se crea pero, necesitaría que se ampliase el horario ya que, suelo estudiar por las noches y en Burgos no tengo posibilidad de hacerlo en ninguna biblioteca», comenta Laura Pérez, estudiante de Nutrición en la Universidad Complutense de Madrid. Una situación que también viven muchos padres. Amaya Blanco aprovecha las tardes de invierno para acudir a leer con su hija pero en verano sólo pueden hacerlo en vacaciones o cuando su trabajo le deja las mañanas libres.
Una cuestión que desde la dirección se ve justificada por la reducción en la afluencia de usuarios y la necesidad de establecer turnos para que sus trabajadores también puedan disfrutar de unas vacaciones. «Mejor que una biblioteca, los estudiantes deben demandar un centro de estudios que abra todo el día», señalan. Además, recuerdan que el centro permanece abierto los sábados para poder acudir por ejemplo con los más pequeños. La solución, las bibliotecas de San Agustín y Río Vena, abiertas hasta las ocho de la tarde durante los meses estivales.
En la otra punta de la ciudad, en la Biblioteca Municipal Gonzalo de Berceo, la actividad también se concentra por las mañanas. Fernando Alonso, como cada mes, acude dos veces por semana para disfrutar de la lectura y reconoce que con menos gente está mas cómodo. Desde el centro reconocen que su buzón de sugerencias ha recogido peticiones para la ampliación del horario. Señalan además que julio ha tenido una afluencia intensa y que por las mañanas en verano se llena de niños. Los hábitos cambian durante estos meses, pero el perfil del usuario es prácticamente el mismo durante todo el año.