Todos podemos ser Luis Roldán

Israel García Juez
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Sánchez Dragó presenta su libro sobre el exdirector de la Guardia Civil y confiesa que un novelista, si lo es, establece una relación emocional con su protagonista

Con añagazas y engaños, parezco el juez Siro García leyendo la sentencia de Mario Conde, acudí a la presentación del último libro del escritor, periodista y sabio Fernando Sánchez Dragó, La canción de Luis Roldán, crimen y castigo. Digo lo de las trampas pues se me aseguró a mí y al resto de periodistas que acudiría, como no podía ser de otra forma, el prota de la historia Luis Roldán, exdirector general de la Guardia Civil y máximo exponente de la corrupción en los Gobiernos de Felipe González. Sin embargo, una oportuna gastroenteritis nos privó del placer de conocer lo que tenía que decir este señor amigo de lo ajeno y de celebrar orgías con delfines hinchables como nos ilustró la revista Interviú.

El angelito, ahora rehabilitado y más leído que un chico de Podemos, se llevó 1.700 millones de pesetas (unos 10 millones de euros al cambio) procedentes del dinero de los huérfanos de la Guardia Civil.

Fernando, que es muy astuto, aparte de que ha escrito 40 libros en los que siempre habla de él, pues tiene un ego del tamaño de las dos Castillas y conoce técnicas tántricas que le han permitido tener un hijo a los 75 años, se ampara en Truman Capote para hacer un libro sobre asuntos que todos despreciamos. «Da igual que un personaje sea un asesino, un novelista si lo es establece una relación emocional con el protagonista», afirmó ufano para decir que era una novela de ficción sobre asuntos acontecidos tal y como hacen otras finas plumas; Javier Cercas, Muñoz Molina. Lo que le permite una libertad de fabulación y escribir con misericordia y cierta empatía para con un señor que consumó su engaño a España hace ahora 20 años. Algo que sorprende, pues hizo lo mismo que vivimos en la actualidad; falsificó su curriculum haciéndose pasar por ingeniero y nadie lo comprobó, recibía comisiones de los constructores (por adjudicar casas-cuartel), recibía sobresueldos por la dificultad de sus cargos y lo único que hizo mal fue huir de España, pues de no haberlo hecho se hubiera ido de rositas como otros tantos prebostes de la égida felipista.

Es curioso que acabara residiendo en Zaragoza, ciudad cuyo alcalde, Juan Alberto Belloch, fue el biministro que le dio caza y que puso a Roldán como el ejemplo de la corrupción que todo ese Gabinete practicaba, presuntamente claro. Pues según protagonistas de aquella época como Rafael Vera, Julio Feo, Antonio Asunción, el Coronel Perote, los altos cargos políticos, policiales y de todo tipo recibían sobres de los fondos reservados y luego el asunto se fue extendiendo tanto que se acabó en una corrupción generalizada. Esta es la tesis que expone esta obra y que se resume en que la condición humana es corrompible y todos ustedes, yo mismo, podríamos acabar siendo Roldán si nos ofrecen el poder o el dinero suficientes. Si lo quieren más poético les diría que trivializamos el mal o que pequeñas corrupciones desembocan en grandes estafas. El libro ofrece revelaciones sobre un Gobierno del PSOE que ahora nos venden como modélico, pero que tuvo que dejar el poder porque estaba corrompido hasta el tuétano. Se habla de la estancia de Roldán en prisión, que como el Conde de Montecristo, se forma en la lectura de grandes pensadores y apunta en un diario todas sus vivencias. 15 años pasa en prisión, 10 incomunicado en una especie de loft neoyorquino, para acabar residiendo en un apartamento de 50 metros cuadrados en la capital aragonesa y sin un duro, pues todo se lo quedó un supuesto espía español, Francisco Paesa, que tras tenerle encerrado 10 meses en dos palomares de París le entregó a las autoridades españolas en la capital tailandesa pues se supone que allí no había leyes de extradición.

La génesis de este libro se resume en que coincidieron Dragó y Roldán en el único teatro de gatos que hay en el mundo, ubicado en Moscú, porque la actual mujer de Roldán es rusa, ya que la pasión por los felinos del escritor hizo que el corresponsal de El Mundo en la capital rusa, Daniel Utrilla, invitara a Fernando a conocer este espectáculo único. Delante de ellos sentados estaba Roldán que meses después sugirió a Planeta que Fernando hiciera esta obra con la única condición de que no se atacara a la familia del exdirector general de la Benemérita. Esta obra, en palabras de Dragó, le llevó incluso a plantearse el suicido, pues no era capaz de encauzarla, algo que ya ocurrió con Truman Capote tras culminar su pieza maestra A Sangre Fría.

No les puedo narrar quien acudió a este acto semiclandestino, la gran presencia de fotógrafos en el hotel se debía a que Javier Cámara presentaba su última película, pues hasta sus protagonistas, Rafael Vera entre ellos, rehuyeron su asistencia. Mi compañera de tertulias Anna Grau sí estaba, pero luego se desveló que era porque ella, en menor medida, también colaboró en la elaboración de esta obra pretenciosa que toma el subtítulo al mismísimo Dostoievski. Me hace gracia, porque en el dossier de prensa que nos entregaron con una apócrifa entrevista a Roldán le preguntan de qué se arrepiente, a lo que lacónico Luis responde, de todo hasta de haber hablado con Dragó.