Un pacto de silencio

Agencias
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Puerto Hurraco intenta borrar de la memoria el asesinato de nueve personas ocurrido en la localidad pacense hace ahora 25 años, un suceso que conmocionó a toda España

 
Los vecinos de Puerto Hurraco, una pedanía de Badajoz con apenas 110 habitantes, intentan borrar de la memoria la tragedia que hubo en el pueblo el último domingo de agosto de 1990, cuando los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo tiñeron la localidad de sangre. El suceso impresionó a toda España e inició el sensacionalismo en las recién estrenadas cadenas de televisión.
Nadie pudo imaginar aquella noche lo que iba a suceder. Una vez más, la realidad iba a superar a la ficción. Hacía un calor insoportable y el día, a punto de concluir, marcaba el final de las vacaciones. Los hermanos Izquierdo, los Patas Pelás, se colocaron a la salida de un oscuro callejón y dispararon contra quienes aparecían. Las primeras en caer fueron dos niñas, las hermanas Antonia y Encarnita, hijas de su mayor enemigo en el pueblo: Antonio Cabanillas. Ambas murieron en el acto. Y tras ellas, otras cinco personas. Dos más fallecieron al día siguiente. Dejaron también una decena de heridos. Fueron escenas terribles. Un padre resultó muerto al intentar proteger a su hijo, y un joven quedó paralítico al proteger a su novia.
La gente huyó para esconderse en sus casas con escopetas de caza. El silencio y la tensión se prolongaron durante horas. De madrugada, los agresores fueron detenidos a las afueras de la localidad, en el campo.
En Puerto Hurraco se acumulan todos los ingredientes de la España negra. Rivalidades personales y políticas, amores no correspondidos, pugnas por los lindes... Y, sobre todo, un solemne aburrimiento. El pueblo, sin cines, ni discotecas, solo tenía una calle. No existían carteles o escaparates que contribuyeran a romper la monotonía. Con el bar, uno, para los hombres, y las sillas en las puertas para mujeres que veían pasar la vida tras hacer las tareas de la casa. Sin apenas teléfonos, se comunica por la clásica centralita. Los vecinos no eran pobres y casi todos disponían de automóvil para desplazarse, pero el día a día resultaba de una enorme y tediosa rutina.  Los hermanos Izquierdo eran personas de muy pocas luces. Les indujeron al ataque dos de sus hermanas: Luciana y Ángela. Los cuatro eran solteros y no se relacionaban con nadie. Residían en una casa sin luz ni agua.
En el entierro de sus víctimas hubo más periodistas que lugareños. La imágenes, propias de una película de Berlanga, se emitían en los informativos. Era tanta la competencia, que las cadenas de televisión y la prensa repetían a diario las escenas de la matanza. 
Hoy, 25 años más tarde, nadie habla del suceso. Los vecinos huyen de los extraños durante los días que coinciden con la conmemoración de la tragedia. El Ayuntamiento de Benquerencia, del que depende Puerto Hurraco, ha iniciado un expediente para demoler la vivienda de los Izquierdo, que sigue intacta en el número 9 de la calle Carrera. Una chapa bloquea las ventanas de la planta baja y las pintadas en las que se podía leer Asesinos se han sustituido por una de venta de coches y otra insultante, pero no contra los criminales. 
De esa casa salieron la noche del 26 de agosto de 1990 los asesinos con la intención de acabar con la familia con la que estaban enfrentados desde 30 años antes, cuando Manolo Izquierdo, padre de lo criminales, tuvo una disputa de lindes con el abuelo de Antonio Cabanillas, cuyas hijas Encarnita y Antonia, de 13 y 14 años, fueron las dos primeras víctimas mortales. 
Antonio y Emilio Izquierdo fueron condenados a 344 años de prisión cada uno, y sus hermanas, Ángela y Luciana, terminaron en un psiquiátrico de Mérida tras ser exculpadas. La última murió el 1 de febrero de 2005 con 77 años. Su hermana, 10 meses después. Emilio, de 72 años, falleció en 2006 por causas naturales en la cárcel de Badajoz y, cuatro años más tarde, Antonio, de 72 años también, se suicidó en prisión. 
Este es el suceso sobre el que se sellado un pacto de silencio en la pedanía. No quedan miembros de ninguna de las dos familias, aunque todos fueron víctimas.