El cristo renacido

I.P. / Burgos
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Tras las tareas de restauración, la valiosa talla gótica del siglo XIV recobra su policromía original y luce su esplendor en el retablo hornacina que preside. El presupuesto de los trabajos ha sido costeado por la parroquia

Contemplar el antes y el después de la imagen del Cristo gótico de la iglesia de Arroyal (en  la comarca de la Demanda) supone, además de gozar de una hermosa obra, hacer un ejercicio de reflexión para entender que estamos ante un deterioro en el que tiene mucho que ver la mano del hombre y las modas, al que se unen factores como la humedad o las oscilaciones de temperatura, el agua de capilaridad o filtraciones, la acción de agentes bióticos y el natural y progresivo envejecimiento de los nateriales.

Tras las obras de restauración a cargo de la empresa Fénix Conservación, con un coste de 3.000 euros, financiadas en su totalidad por la parroquia, la talla de este valioso Cristo luce ya su esplendor en su retablo hornacina, junto a las imágenes de María, su madre, y Juan, el apóstol fiel, que conforman el conjunto del Calvario. Los trabajos se han extendido 2 meses

La obra (anónima) data del siglo XIV y se trata de una talla en madera de nogal -excepto los brazos, de pinos-, ensamblada y policromada, con unas dimensiones  notables. La cruz tienen 2,25 metros de altura y 1,80 de anchura y el Cristo crucificado con tres clavos, 1,80 metros de altura y 1,67 de anchura por 0,32 metros de profundidad.

La imagen tiene una serie de características que le confieren un singular valor: es una figura de rasgos esquemáticos, hierática, sin movimiento alguno excepto un ligero ladeado de la cabeza. También flexiona levemente la rodilla derecha para superponer los pies.  Aparece clavado y sujeto a una cruz de gajos, que se corresponde al estilo de la época. La talla es cuidada y anatómicamnte desproporcionada. La cabeza inclinada sobre el hombre derecho tiene barba y cabello largo tallado y sobre él se encaja una corona exenta de cuerda y espina realizadas en madera. Esta tallada en una sola pieza de madera, a excepción de los brazos, unidos al embón principal mediante un ensamble reforzado con cola y clavos. Como es habitual en los cristos de esa época está ‘ahuecado’ por detrás.

La imagen  aparecía repolicromada totalmente, las camaciones tienen un tono ocre rosáceo con múltiples gotas de sangre. El paño de pureza aparecía decorado en blanco, lo que pone de manifiesto retiradas intervenciones a lo largo de los años, que también se aprecian en el pelo y la barba. Ahora,  tras el proceso de restauración, el Cristo recupera su policromía original y es precisamente en el pelo y el manto donde más se ven la diferencias. El pelo ha recobrado el rubio original, según se ha ido viendo tras limpiar los sucesivos repintes, y el manto, su colores.

Grave deterioro

El estado de la imagen era grave en lo referente a aspectos como el estado del soporte, la policromía o la capa de protección. Además, la imagen sufría varias pérdidas de volumetría; así le faltaban varios fragmentos de dedos, que se han repuesto, o el nudo del paño de pureza. Igualmente, tenía grietas y fisuras, ataque de xilófagos y suciedad.

      Todo el Cristo había sufrido varias policromías completas -hasta 5-, lo que le han ido transformando y variando su policromía original, según la moda de la época. Las intervención llevada a cabo en la imagen ha sido exhaustiva, pero tratando de reducirla al mínimo para evitar un nuevo traumatismo para la obra, con el objetivo de restablecer los valores y cualidades estéticas de la obra.

Mención especial en los trabajo merece el manto de pureza, en que no había el mismo número de capas que en las carnaciones, según explica Óscar García. Se han apreciado tres tipos de policromía. La última es una pintura basta de color blanco que recubre todo el paño y que es como aparecía en el retablo. La segunda es un temple de tonos blancos y azules de mayor grosor. La última policromía es la original, es mixta y en ella se aprecian formas geométricas que se pueden ver en los bordes del paño, mediante una cenefa con líneas rojas y amarillas delimitando el borde de plata. El interior del paño es de color rojizo, imitando una laca a base de veladura y transparencias.

En los trabajos de restauración se decidió levantar todas las repolicromías para mantener la policromía original en toda la talla, lo que permite ver el Cristo en todo su esplendor y donde resalta aún más su sereno semblante.