La ropa: negocio bien empleado

H. J. / Burgos
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Cáritas tiene cada vez más contenedores de recogida, el número de toneladas va en aumento y con ello creará 10 puestos de trabajo antes de que acabe el año

Tres mujeres, aún en fase prelaboral, seleccionan las prendas donadas. - Foto: Ángel Ayala

 

 
Miguel se define como «el Fernando Alonso de la ropa». No es que vaya deprisa, se apresura a aclarar. Pero él es quien maneja la furgoneta y quien se pasa las mañanas de lunes a sábado abriendo contenedores, recogiendo bolsas y llevándolas a una nave del polígono de Villalonquéjar. Es la primera pieza de una cadena que Cáritas ha puesto en marcha para sacar el mejor partido posible a la recogida de ropa usada.
La reutilización y reventa de aquellas prendas que ya no queremos, no nos valen o se han pasado de moda está en auge en los últimos años. No solo por la crisis, que ha multiplicado la demanda de una necesidad básica, sino también porque todo lo relacionado con el reciclaje genera ingresos y es un recurso emergente, como cualquier otro residuo. La clave está en cómo se trabaja y sobre todo en el destino que se da a los ingresos generados.
Cáritas lleva teniendo roperos desde los años 50. Siempre se ha preocupado de que a nadie, por pobre que fuera, le faltara una prenda con la que vestir. Pero en septiembre de 2011 dio un cambio a su estrategia y empezó a colocar contenedores por la ciudad. Ahora tiene 12 en la capital, quiere llegar a 20 de aquí a final de año y alcanzar los 50 en la provincia. Y todo ello con el objetivo final de encauzarlo a través de un programa de inserción laboral. Lo han bautizado ‘Arropa’.
«Se trata de conectar la solidaridad con el empleo», cuenta Juan José Dueñas, secretario general de Cáritas. Desde que alguien deja una bolsa en un contenedor hasta que la prenda acaba vendida a bajo coste en las tiendas ‘Vístete’ o reciclada para hacer trapos industriales pasa por un proceso de selección, higienización, clasificación y colocación que sirve para crear puestos de trabajo.
Todo comienza en el momento en que alguien, como hacía Laura este viernes, deposita una bolsa en un contenedor rojo que está identificado con el logotipo de la organización y que hasta tiene un código QR para que quien lo desee se conecte desde su móvil con la web del proyecto. «Tengo dos niños y cuando la ropa ya no nos vale la traigo aquí. Al menos que alguien lo aproveche», comenta esta madre en el centro comercial El Mirador.
A partir de ahí comienza la cadena del tratamiento. Tras el acuerdo presentado el lunes entre Cáritas y Fundación Lesmes, por la que esta última se ocupará del excedente de ropa no reutilizable (casi el 80% del total), la organización católica va a crear 8 puestos de trabajo para personas en riesgo de exclusión social y dos más para sus educadores. Por ahora están en fase de talleres prelaborales, pero en mayo arrancarán los primeros contratos con una duración máxima de tres años. «Hasta el año pasado la filosofía era emplear a voluntarios. Ahora se trata de convertir esos puestos en empleos», apunta Dueñas.
Entre los educadores encontramos a Rodrigo Zatón en la nave de Villalonquéjar. Él se encarga de coordinar a quienes realizan los distintos procesos de selección. Primero separan la ropa que se considera reutilizable de la que ya no podrá tener otro uso. Luego colocan la primera en cajas diferenciadas para hombre, mujer, niño, ropa de casa, calzada y hasta juguetes.
Después se distingue entre prendas de invierno y de verano para organizar las campañas, se dobla, se cuelga y se coloca en cajas. Cada semana le toca a un tipo de género. Y a partir de ahí, exceptuando una pequeña parte que se destina a cooperación internacional, el resto se prepara para su traslado a las tiendas ‘Vístete’. Ahora Cáritas tiene dos, en las calles Salamanca y San José, pero esta última cerrará próximamente para trasladarse a un nuevo establecimiento en la calle Luis Alberdi con el que atender a Gamonal.
Una parte de la ropa donada por los ciudadanos está sin tocar. Todavía con la etiqueta puesta. Otra parte es ropa de marca, cara , valiosa. Así que hay que distinguirla antes de devolverla al mercado y Cáritas quiere implantar un sistema de etiquetado informatizado que permita controlar el stock, cuantificar las ventas y hacer un seguimiento.
 
9 toneladas a la semana. En la actualidad los contenedores generan alrededor de 9.000 kilos semanales, entre 35 y 40 toneladas al mes, pero esperan que en el mes de mayo (y coincidiendo con el cambio de armario el día en que la primavera se decida a quedarse) el volumen se incremente notablemente.
Con semejante volumen, está claro que si se gestiona bien se obtiene dinero. Juan José Dueñas explica que «otras entidades u organizaciones tienen como objetivo la maximización del beneficio. Y eso es legítimo. Pero nosotros tenemos un doble objetivo social: generar empleo y proporcionar ropa a gente sin recursos». Y además, como efectos secundarios positivos, se genera una mejora medioambiental con el tratamiento de los residuos y se ahorra a la administración el porcentaje de gasto que tendrían que asumir si ellas se ocuparan de esta parte.
Seleccionada la ropa, llega el momento de llevarla a la tienda. Allí hay tres tipos básicos de clientes: quienes están en una situación de verdadera necesidad (que pagan con vales previo informe de las trabajadoras sociales de Cáritas, los CEAS o los centros de salud), quienes tienen bajos ingresos y buscan ropa a precios muy asequibles, y finalmente quienes por suerte tienen un trabajo y un sueldo dignos pero que ejercen de «buscachollos» y son habituales del establecimiento.
Al frente del ‘Vístete’ de la calle Salamanca está Nieves Manrique. La tienda cumplirá 9 años abierta en junio, y ha visto pasar de todo. A su cargo tiene a 24 personas voluntarias que etiquetan, atienden, venden, colocan y revisan. Y también marcan los precios bajo su supervisión. «Tenemos prendas desde 50 céntimos a otras que valen más de 100, como abrigos de visón». 
En el almacén podemos encontrar vestidos de boda sin usar o trajes de novia que alguien portó algún día con mucha ilusión pero que ahora, y puesto que estas ropas no tienen una segunda oportunidad, espera a alguien que le pueda sacar partido. Por 300 euros se puede adquirir un modelo que de primera mano habría costado 6.000.
Nos hemos vuelto todos muy exigentes, también con la vestimenta, y lo que hace una década valía sin problemas ahora, incluso con la crisis y todo lo que conlleva, tiene difícil salida en la tienda. Lo importante, en cualquier caso, es que la ropa se mueva. Que se gaste, que se recupere, y que proporcione aunque sea a unos pocos lo más necesitado en este momento: trabajo.