«Una vez a la semana me salto la dieta; el lechazo y una copa de vino le vienen bien al cuerpo»

I.M.L. / Aranda
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Juan Carlos Higuero nos enseña su pueblo, Aranda de Duero

Higuero es uno de los mayores divulgadores de las excelencias culinarias de Aranda, como su lechazo. - Foto: Julio Calvo

El mediofondista, que acaba de ser nombrado medalla de plata al mérito deportivo, es uno de los mayores embajadores de los atractivos de la capital ribereña, a la que ha puesto en el mapa de su entorno deportivo cercano.

Si hay alguien orgulloso de su localidad natal y que lo haya demostrado siempre que ha tenido la oportunidad ese es Juan Carlos Higuero. Este atleta arandino, con ocho medallas internacionales colgadas de su cuello, no perdía la oportunidad de lucir la bandera de Aranda de Duero nada más pasar la meta en puestos de pódium y, cuando le ponían un micrófono delante, presumir de las bondades de la gastronomía y el vino de su tierra. Así que es un embajador contrastado de los elementos turísticos de la capital ribereña, por lo que un paseo por su entorno acompañados de él es la mejor forma de conocerla y empezar a amarla. Eso sí, avisamos: Aranda no es solo lechazo y vino, tiene mucho más que ofrecer a quien la visita.

Hasta ahora, en lo que ha sido su carrera profesional como mediofondista, Juan Carlos ha vivido en la Residencia Blume de Madrid, centrado en sus entrenamientos y sus rutinas de preparación. Por eso, cuando la competición se lo permitía, se escapaba a su tierra natal pero sin dejar de lado el ejercicio físico. Para poder continuar con sus ejercicios de fondo, Higuero tenía un lugar privilegiado y perfecto para sus necesidades atléticas. «Siempre me voy al monte de la Calabaza, es un lujo tener este bosque de pinos tan cerca de la ciudad, poder venir aquí y correr por sus caminos respirando aire puro. Es más, hay un circuito de caminos que tiene un kilómetro de longitud casi clavado, por unos metros, y viene muy bien para entrenar distancias», explica. Se le nota que conoce a fondo este monte, uno de los tres que circundan Aranda, ya que es capaz de guiarte por él con los ojos cerrados para volver a la ciudad sin tener que pisar el asfalto de la carretera.

Pero no todo va a ser correr, entrenar, hacer deporte,... también tiene que haber tiempo para el ocio, salpicado de gastronomía y patrimonio. El atleta, que se encuentra en plenos preparativos para desarrollar la Carrera Popular ‘Edades del Hombre’, que él mismo ha diseñado y promueve, propone un horario cargado de actividad para pasar un día entretenido, variado y saludable en la capital ribereña. Para comenzar la jornada, un poco de ejercicio en cualquiera de los enclaves naturales antes citados, incluido el parque General Gutiérrez, que ayuda a poner a tono los músculos y preparar el cuerpo para lo que viene después.

Porque el desgaste hay que compensarlo con algo, antes de que las piernas flojeen. Y eso se logra con una comida sana y rica, donde el lechazo asado en horno de leña tiene que ser el plato principal. «Nosotros, los atletas quiero decir, comemos muchos hidratos, mucha pasta, arroz y esas cosas sanas, pero una vez a la semana me gusta saltarme la dieta, con cuidado claro, y un poco de lechazo y una copita de vino Ribera del Duero le viene bien al cuerpo y, sobre todo, al espíritu», confiesa el corredor, apoyándose en la experiencia de todos los años que ha permanecido en la competición oficial. Eso sí, una comida copiosa se debe pasear para que la digestión sea la adecuada.

Propuesta patrimonial. Andar por andar no lleva a ningún sitio, a no ser que se haga por la transitada calle Isilla de la capital ribereña. Esta espina dorsal del casco histórico arandino es el lugar de paso obligado para todo el que está recorriendo la ciudad, por el motivo que sea, y allí es difícil para un arandino dar un paso sin saludar a alguien. Higuero no es una excepción, es más, con él un recorrido que se podría hacer en menos de diez minutos puede durar el triple, ya que su amabilidad le hace pararse con todo aquel que le quiere saludar y quedarse unos minutos hablando y poniéndose al día del devenir personal de cada uno.

Buscando un momento de respiro, nos adentramos allá donde los paseantes no llegan, dejándoles sobre nuestras cabezas. Bajamos a una bodega subterránea, y yendo de paseo con Juan Carlos Higuero tenía que ser la de la peña Tierra Aranda, que es a la que él pertenece. «Esto es un lujo, una joya que tenemos que enseñar a todo el mundo. Yo a los que he bajado aquí de fuera se han quedado embobado», asegura el mediofondista, que ha vivido lo que cualquier arandino que ha hecho las veces de guía turístico: orgullo por la red de galerías subterráneas que horadan el casco histórico de Aranda de Duero. Eso sí, aconseja no quedarse solo con una bodega, ya que cada una tiene su encanto y sus características propias.

De vuelta a la superficie, y con las piernas de los poco acostumbrados al ejercicio algo cansadas por las escaleras de subida, Juan Carlos sugiere mezclar enología y patrimonio, es decir, sentarnos a tomar un vino admirando la incomparable portada de la iglesia de Santa María, que este año cumple 500 años desde que acabó su construcción. Este templo, además, junto con el de San Juan, acogen este año la exposición de Las Edades del Hombre, otra excusa o motivo, según como se mire, para visitar Aranda.

«Yo se lo he dicho a todos mis amigos, no hago más que hablarles de mi pueblo y muchos, cuando van a competir a alguna carrera al norte, a la ida o a la vuelta paran aquí a comer», asegura Higuero como prueba de que su continua labor divulgativa de todo lo que ofrece Aranda al visitante ha dado sus frutos.

La jornada se va acabando, pero tanto pasear, ir de acá para allá y alegrar el ojo con una copa de Ribera ha hecho que se nos abra el apetito. Afortunadamente nos hemos encontrado con un amigo, casi un hermano, de Higuero: su ‘eterno’ entrenador, Leocadio de Blas, que nos posibilita cumplir con otra tradición arandina. «Ahora, sobre todo en verano, pero durante todo el año también, la gente se va a las huertas y fincas que hay en los alrededores a merendar. Unas chuletillas a la parrilla, morcilla, chorizo y todo eso, para acabar a altas horas de la noche charlando y disfrutando con los amigos», adelanta Juan Carlos Higuero. Él, junto con sus amigos, tiene la finca de Leocadio de Blas como centro de operaciones para dar cumplida cuenta de las delicias culinarias ribereñas, alimentando así cuerpo y amistades.