«El proyecto permite crear tres empleos durante 4 años»

C.M. / Burgos
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Proyecto Seribio (biosensores electroquímicos desechables para su uso en vinos)

Julia Arcos, la coordinadora (c), y su equipo. - Foto: DB/Patricia González

Los biosensores son instrumentos analíticos que transforman procesos biológicos en señales eléctricas u ópticas y permiten su cuantificación y pueden utilizarse en diversos campos como el diagnóstico clínico, la agricultura, el medio ambiente o la robótica. El grupo de investigación Electroanálisis de la UBU tiene una amplia experiencia en su desarrollo y ha logrado una financiación de 1,6 millones de euros del subprograma Innpacto del Ministerio de Ciencia e Innovación (ahora, Ministerio de Economía y Competitividad) para su aplicación en vinos.

El proyecto Seribio, que se desarrollará a lo largo de cuatro años, pretende generar nuevos biosensores electroquímicos desechables basados en tecnología de serigrafiado que permitirán medir parámetros de gran interés en el mercado vitivinícola. Junto a la UBU forman parte del consorcio las empresas Biolan Microbiosensores y Capher Idi y la Universidad de Zaragoza.

Según explicó la investigadora responsable del proyecto, Julia Arcos, en los laboratorios de la Facultad de Ciencias de la UBU se crearán los biosensores que determinen la presencia de unos compuestos químicos orgánicos denominados aminas biógenas, así como de los ácidos málico y glucónico, que resultan muy importantes para determinar la calidad de los vinos. «Algunos de ellos tienen carácter tóxico e, incluso, en algunos países está legislada su cantidad. Por ejemplo, en Alemania. El dispositivo que diseñamos pretende analizar estos compuestos de manera más sencilla, más exacta y con menos costes, de modo que puedan ser utilizados por el bodeguero».

En la actualidad los investigadores están trabajando en vinos embotellados adquiridos en el mercado y de diferentes tipos y cuando estén desarrollados los dispositivos la empresa Biolan podrá comercializarlos. «Es un sistema de un coste mínimo, con una instrumentación simple y que permite unas medidas muy exactas», añadió Arcos.

El biosensor funciona al medir una pequeña corriente eléctrica que se produce como consecuencia de una reacción electroquímica y que se mide con un amperímetro. Se trata de un dispositivo basado en una tinta conductora que se serigrafía sobre un soporte de plástico que tan sólo mide unos pocos centímetros. La presencia de determinadas enzimas sirve de catalizador, porque reaccionan ante la presencia de unos compuestos u otros y permite conocer las cantidades concretas de cada sustancia.

Sin embargo, lo que más satisface da Julia Arcos es que el proyecto ha permitido generar tres empleos durante los cuatro años que dura el proyecto. «Es muy importe dar una oportunidad a jóvenes investigadores en estos momentos tan complicados».

Junto a Arcos trabajan también las profesoras Asunción Alonso y Olga Domínguez.