El milagro de Argés

A. Castellanos / Argés
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Los vecinos de la localidad han recuperado juntos su iglesia, antes en ruina, y todo su patrimonio • En el censo solo hay uno, pero en la realidad 13 familias velan por su futuro

Parte de los vecinos de Argés que trabajaron en recuperar su iglesia. - Foto: A.C.

Lo importante es querer, no el dinero». Con esta sencilla frase resume Máximo Miguel García, de 75 años de edad, el espíritu del que en el Valle de Manzanedo llaman ‘El milagro de Argés’. Maxi, como le conocen todos, es el único vecino empadronado en Argés y el único que pasa en el pueblo todo el año, pero en cuanto el tiempo da tregua, desde primavera hasta el otoño, y muchos fines de semana del resto del año, en Argés hay más vida que en muchas poblaciones con cientos de habitantes. Prueba de ello es que sus moradores no han escatimado esfuerzo y trabajo voluntario para, con el apoyo del Ayuntamiento, levantar de la ruina absoluta su iglesia parroquial y recuperar prácticamente todas las zonas comunes de la localidad.

La Diputación Provincial ha valorado este espíritu de colaboración que se nota en el ambiente de Argés y el gusto con el que se ha acondicionado la localidad. Lo ha hecho concediéndole el primer premio del Concurso de Patrimonio Urbano Rural en la categoría de entidades locales con población inferior a 50 habitantes.

En las estadísticas oficiales, el pueblo tiene solo un habitante, pero en la realidad cuenta con trece familias, la mayoría con raíces en Argés y el Valle de Manzanedo, comprometidas con su futuro. A ellas se unen muchas veces otros amigos del Valle de Manzanedo que no dudan en echar una mano siempre que hace falta. Con su esfuerzo han hecho que la crisis no se note en Argés, al que la alcaldesa del Valle de Manzanedo, Mari Carmen Saiz, considera sin dudarlo «un pueblo ejemplar».

Hace diez años, un vecino arregló un poco su casa y como sucede en muchos casos se produjo un efecto dominó que llevó a mejorar otras fachadas y jardines. Esta semana, con la amenaza de una nevada en ciernes, los vecinos de Argés no lo habían dudado y ya habían aprovechado las vacaciones de Semana Santa para plantar flores de temporada en las numerosas macetas que adornan sus fachadas y balcones y en los jardines comunes.

Hace siete años decidieron acometer el arreglo de la casa de concejo y hornera. De tener el tejado hundido pasó a convertirse en lugar de encuentro y reunión de los vecinos que aprovechan cualquier oportunidad para merendar o almorzar juntos. El sistema wifi instalado por el Ayuntamiento lanza su señal desde esta pequeña edificación. El lavadero fue su segunda obra y fueron cogiendo ritmo, porque hace cuatro años se atrevieron nada menos que con la iglesia.

una iglesia por 9.000 euros. «Cuatro veranos sin parar de trabajar durante julio y agosto», como recuerdan los vecinos, dieron un resultado que pocos sabrían diferenciar si es fruto de un trabajo profesional o no. La iglesia de San Pedro había perdido su tejado. En el interior crecían árboles. Solo se conservaban la espadaña, parte del ábside románico y de los muros.

Con solo 9.000 euros -5.000 donados por el vecino ya fallecido Ricardo González-, que se destinaron a la compra de materiales, los vecinos lograron levantarla por completo. La primera misa se celebró hace tres años con el suelo de tierra. En 2011 se reinstalaron sus antiguas campanas, que estaban custodiadas en Manzanedo desde que un párroco las quiso vender y los vecinos se lo impidieron. «Aquí es emocionante venir porque todo el mundo vemos la iglesia como algo nuestro, algo en lo que todos han colaborado», explica Juan Miguel Gutiérrez, el párroco del Valle de Manzanedo y otro de los artífices de la recuperación del templo.

Ahora luce muros de sillería a la vista, suelo de piedra arenisca, la antigua escalera del altar reconstruida y custodia la antigua pila bautismal de Argés, una población que como la mayoría de Las Merindades comenzó su declive a finales de los años cincuenta.

El Valle de Manzanedo y sus 15 pueblos sumaban en el último padrón oficial a 1 de enero de 2012 tan solo 152 vecinos, pero en 1930 contaba nada menos que con 1.010 habitantes. En 1970, la población ya había caído a 286 personas tras el éxodo a la cercana Vizcaya. Pero en Argés quieren conservar todo el patrimonio que les legó su historia.

La recuperación de la fuente medieval y el antiguo lavadero de invierno, comido por las zarzas y la maleza, ha sido otro de los orgullos de la localidad. En este caso ha sido el Ayuntamiento del valle el que con una pequeña ayuda del Ceder ha recuperado esta zona, donde ha instalado juegos infantiles de madera, muy respetuosos con el entorno. Las mujeres muestran orgullosas la fuente y explican cómo del desgaste provocado por los cubos de hierro ha quedado marcado un semicírculo perfecto en la piedra. La rústica parada del autobús a la demanda también luce restaurada y el mirador que da vistas a la magnífica Sierra de Tudanca y al río Ebro ha sido acondicionado por el Ayuntamiento con una sencilla valla de madera.

Los vecinos me insisten cuando les pregunto nombres: «No cites a nadie, que no queremos protagonismo, el mérito es de todo el pueblo». Es el milagro de Argés.