31 de las 85 empresas instaladas con el Polo de Desarrollo sobreviven 50 años después

H. Jiménez-R. Travesí / Burgos
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Medio siglo del primer anuncio. El 3 de marzo de 1963 Diario de Burgos avanzó con casi un año de adelanto el plan de industrialización, una de las noticias del siglo para la ciudad

Gamonal-Villayuda Fue el primer emplazamiento en desarrollarse y allí se colocaron las primeras fábricas. Inicialmente no incluía terrenos de Villafría, pues no formaba parte del término municipal de Burgos. - Foto: Alberto Rodrigo

Fue una de esas exclusivas periodísticas que adquieren importancia con el tiempo. Que cobran verdadero valor cuando, unos meses después, se confirman y quizás entonces nadie se acuerde del periodista que la avanzó. Aquella llamada en primera página era una de las noticias del siglo en Burgos.

El 3 de marzo de 1963 también era domingo, como hoy. Y la portada de Diario de Burgos incluyó un recuadro en su parte superior derecha que afirmaba: «Burgos será Polo de Crecimiento dentro del Plan de Desarrollo Económico». Se estaba cociendo la elección de varias ciudades españolas como cabeceras de incentivos públicos para emprender la transformación del país y convertirse en una de ellas era un verdadero tesoro por el que muchas pujaban.

‘Tachín’, el apodo con el que firmaba «nuestro corresponsal en Madrid», se adelantaba casi un año a la confirmación vía decreto del nombramiento de Burgos como Polo de Promoción Industrial, un hito en la historia local. Aquello permitió el despegue económico, logró invertir la tendencia migratoria que ya había empezado a enviar población a otras provincias de España e incluso a Europa (se hablaba en los periódicos de entonces, como en los de ahora de la emigración a Alemania) y la conversión de una pequeña localidad de la Castilla agrícola, militar y clerical en una ciudad de tamaño mediano y pujanza industrial.

Se cumple hoy medio siglo de aquel anuncio que luego debería confirmarse en pugna con otras ciudades y con la vecina Aranda de Duero. El 24 enero de 1964 el Gobierno de Franco rubrica sobre el papel la condición de Polo, se publica en el Boletín Oficial del Estado el 31 de enero y a partir de ahí comienza una llegada en cascada de empresas, hasta el punto de que en una década se instalan 85 firmas de diversos sectores y tamaño.

De aquellas 85 sociedades todavía sobreviven con actividad 31 de ellas, con el mismo o distinto nombre comercial respecto al que adoptaron al inicio de su actividad. Varias de las consideradas desaparecidas, además, fueron absorbidas por otras mayores o se fusionaron. Entre las que continúan algunas están sufriendo gravemente los efectos de la crisis, se encuentran en procesos de ERE e incluso al borde de la extinción, como Plavisa que acaba de presentar un expediente con ese objetivo, pero han generado durante cinco décadas puestos de trabajo y por tanto riqueza económica y demográfica a la ciudad.

El listado que acompaña a esta página está obtenido del libro El Polo de Desarrollo de Burgos de Antonio Valverde Ortega, quien luego fue senador por la provincia pero que en 1979 editó este libro cuando él era delegado provincial del Ministerio de Educación. Se trata de un análisis que comprende el periodo 1967-1977, y por tanto abarca desde las que inauguraron los polígonos de Gamonal y Villalonquéjar hasta las últimas en instalarse coincidiendo con la extinción de los beneficios que llevaba consigo el Polo. Algunas de ellas, en cualquier caso, ya existían con anterioridad e incluso estaban radicadas en Burgos. Pero aprovecharon las extraordinarias condiciones ofrecidas por el Gobierno para ampliar o trasladar sus instalaciones.

En pocos años el Polo generó más de 12.000 puestos de trabajo, con lo que esto supuso de impacto poblacional en la ciudad. En una época en la que las mujeres aún no habían accedido de forma masiva al mercado de trabajo, aquello suponía poco menos que 12.000 familias asentadas en la ciudad. Gracias a eso, de los 80.754 habitantes censados como población de derecho en 1960 se pasó a los 116.797 en 1970 y a los 152.545 en 1980. En solo veinte años el número de habitantes casi se había duplicado, en un fenómeno que ahora sería impensable.

Casi la mitad de las industrias (40 de las 85) fueron del sector metalúrgico. Les siguió por orden de importancia las químicas, el textil, la madera y el mueble, el papel y editorial, el vidrio y cerámica y el sector de la piel. Este último es, precisamente, uno de los que peor balance ofrece pues todas las fábricas han cerrado, la última de ellas Indasa. Tampoco salen bien parados los del textil o el mueble, y por el contrario han soportado bien los vaivenes del tiempo las factorías dedicadas al sector químico y resisten como pueden las de la metalurgia.

Llama la atención, además, que buena parte de los proyectos empresariales de gran magnitud continúan vigentes. Exceptuando casos como los de Cellophane, Plastimetal o Alcides, el resto de factorías no han sido víctimas de la deslocalización y por suerte muchos de los nombres ‘clásicos’ encabezados por Firestone (ahora llamada Bridgestone Hispania) pueden seguir sonando como centros de producción y generación de empleo. Solo el tiempo dirá si las circunstancias económicas permiten repetir este mismo listado dentro de una década o habrá que empezar a añadir bajas.

el secreto del éxito. José María Peña San Martín fue gerente del Polo a partir de 1967 y antes de ser alcalde de la ciudad en 1979. Conoce mejor que nadie los entresijos de cómo echó a andar aquel anhelo y se muestra convencido de que fue «lo mejor que le pudo pasar a Burgos en muchas décadas».

En su opinión, además de la situación geográfica en un cruce de caminos ideal entre el centro y el norte, «la razón fundamental del éxito del Polo de Burgos estuvo en la disponibilidad de terrenos». Cuenta que las empresas interesadas en instalarse se quedaban boquiabiertas cuando, tras entrevistarse con el gerente, se les invitaba a conocer ese mismo día, esa misma mañana, el suelo donde podrían ejecutar su inversión, sin trabas y con agilidad. «Las cosas se hacían mil veces más rápido que ahora», lamenta comparando los tiempos de decisión de entonces con los actuales.

El ex alcalde explica que la decisión de ubicar el Polo en Burgos, en pugna con otras capitales españolas, obedeció a criterios técnicos que avalaban su potencial, pero admite que sin la intervención política posiblemente no habría sido posible. Y habla del propio Francisco Franco como artífice del emplazamiento. «López Rodó (entonces ministro) le atribuía a él la decisión, porque era consciente de que tenía que pagar a Burgos lo que en su día la ciudad le había dado durante la Guerra Civil». La recompensa llegaba casi 30 años después, pero al menos lo hacía en forma de ‘premio gordo’ y no de pedrea post bélica.

 Eso si, Peña matiza que «si los estudios previos no hubieran señalado a Burgos y sus buenas condiciones, no habría sido posible ni con la decisión de Franco».

A juicio de Peña, la supervivencia de muchas de las empresas del Polo 50 años después de su instalación se explica porque «cuando se montaron llegaron como industria absolutamente modernizadas, con las mejores técnicas y avaladas por unas firmas internacionales». La misma opinión expresa Antonio Valverde cuando asegura que «quienes se instalaron aquí lo hicieron con un alto nivel técnico y trayendo consigo muchas patentes», además de «capitales multinacionales que ahora, por ejemplo, permiten resistir la crisis por ser una industria flexible, moderna y competitiva».

 Pero había que surtir a aquellas enormes naves de mano de obra y tanto Peña como Valverde coinciden en apuntar que en este apartado «jugaron un papel fundamental los centros de formación profesional». Mencionan el María Madre y el San José Artesano, pero entre todos ellos Peña destaca el Padre Aramburu, que «tuvo una aportación genial» para dotar a las fábricas de mandos intermedios que a su vez provocaran un asentamiento de la población que, en caso contrario, habría seguido emigrando. El Polo fue, en definitiva, un pequeño milagro para la ciudad.