13 sintecho pasan de la calle a una casa individual en un programa pionero de Cáritas

Angélica González / Burgos
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El Proyecto Hogares, apenas implantado en dos ciudades españolas, está basado en un modelo norteamericano y ofrece buenos resultados en personas con patología mental

El trabajo con personas que viven en la calle es durísimo. Rehacer una vida con innumerables episodios de adicciones, rupturas, soledades y enfermedades constituye un encaje de bolillos social y una delicada labor -muchas veces frustrante- en la que, no obstante, se han empeñado un buen número de entidades sociales y de profesionales. Cáritas es una de ellas. De su mano hace ya varias décadas que funciona el albergue municipal de Burgos -recién bautizado como Hogar San Francisco-, donde se puede obtener cobijo por una noche o realizar de un proceso personal de cambio a largo plazo.  Hay, además, otros programas creados para quienes no tienen un techo encima, como el denominado ‘Café y calor’, que consiste en la búsqueda activa de personas que pasan la noche en la calle con la única intención de ofrecerles una bebida caliente, un poco de conversación y la posibilidad de ir a dormir a la Unidad de Mínima Exigencia (UME), otra de las iniciativas que evitan que se duerma al raso. Un centro de día con opciones de ocio y talleres prelaborales, un pequeño huerto ecológico como motivación personal y laboral y viviendas tuteladas conforman las otras ofertas que la ONG católica da a este colectivo.
Todo este arsenal y el trabajo conjunto con los centros de acción social (ceas) municipales y otras entidades como la Fundación Lesmes, que gestiona el Centro de Integración Social (CEIS), buscan poner coto a la realidad de los sintecho que, sin ser excesivamente numerosa en Burgos, existe, causa dolor a quienes la sufren y a sus  familias y pone en solfa la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que recuerda en su artículo 25 que toda persona tiene derecho a una vivienda digna. 
La forma de trabajar de Cáritas con los sintecho ha ido evolucionando. «Hace ya tiempo que se superó el asistencialismo y hace como quince años que adoptamos el modelo ‘escalera’, en el que la persona va subiendo peldaños desde el ‘Café y calor’, por ejemplo, hasta llegar a la normalidad en viviendas mínimamente tuteladas», explica David Alonso, responsable del Programa de Atención Integral a Personas sin Hogar, quien desde hace tres meses coordina una innovador iniciativa,  pionera en España, a la que Cáritas  ha llamado Proyecto Hogares.
Basada en el modelo norteamericano Housing First, consiste en subvertir el actual sistema de trabajo con los sintecho - el que les dirige paso a paso desde la calle a la unidad de mínima exigencia; de ahí al albergue y más tarde a un piso tutelado- y buscarles de forma inmediata una casa digna. Es decir, pasan directamente de la calle a una vivienda y hacen el proceso acompañados por personal cualificado y voluntariado. Desde octubre, 13 sintecho  han entrado en el programa con buenos resultados. 
«Existen una serie de personas muy concretas con las que el modelo de los peldaños no funcionaba. Por distintas circunstancias -poca adaptación a las normas, vulnerabilidad, miedos- siempre han fracasado en su intento de recomponer su vida en un centro social o compartiendo piso y es a ellas a las que va dirigidas el Programa Hogares, que en su origen está destinado a gente con patologías mentales», afirma Alonso.
 
Recuperar la autoestima.
Las principales ventajas de este sistema son, a juicio del educador social, la recuperación de la autoestima y el empoderamiento que les supone a estas personas tener un espacio propio que pueden adornar a su gusto, donde no tienen más horarios que los que ellas mismas se imponen y al que pueden invitar a sus amigos. «Cualquiera puede pensar que meter en una casa a alguien que lleva años viviendo en la calle va a suponer problemas, creo que se imaginan que va a destrozarla o que no va a saber organizarse, y está resultando justamente todo lo contrario: en el momento que tienen una vivienda y ven que tiene posibilidades de salir adelante las cuidan con mimo», añade.
Cáritas se presenta ante los propietarios de las viviendas como valedora de los inquilinos, cuyo alquiler, al igual que los suministros, pagan religiosamente ya que todos disponen de algún tipo de ayuda social. Los profesionales y, de momento, 14 voluntarios les acompañan en el camino de la normalización con varios subprogramas que tienen como objetivos poner coto a la soledad que puedan sufrir y retomar alguna salida laboral. También les ayudan a recuperar las relaciones familiares,  muy deterioradas por años de problemas, silencios y ausencias.
Para esto están el centro de día  donde pasan la mañana realizando talleres; las comidas comunitarias de lunes a viernes cuando todos se juntan en un espacio de Cáritas -la pasada Nochevieja, por ejemplo, se reunieron para cenar- o el ocio saludable del fin de semana que comprende planes como ir al cine, tomar una caña en un bar o preparar una cenita en casa. En breve, además, comenzarán a hacer teatro de la mano del Movimiento Cultural Cristiano. 
El programa ofrece acompañamiento personalizado: cada persona tiene un voluntario de referencia que le visita dos o tres veces por semana y le ayuda a vincularse con el barrio en el que vive. Cáritas ha querido que cada una de estas personas se ubique en una zona diferente de la ciudad para que no les acompañe el estigma.
«De momento estamos probando y haciendo las cosas con el método ensayo-error. Hay que tener en cuenta que somos los primeros, solo hay una fundación que ha implantado el programa en Madrid y Barcelona y estamos viendo qué funciona y qué no», cuenta David Alonso. Ahora, Cáritas quiere reunirse con el Ayuntamiento para explicar la iniciativa y pedir su colaboración ya que aún no disponen de estabilidad económica para el proyecto y están poniéndole en marcha, incluida la formación del voluntariado, a costa de quitar horas a otras labores.