El terreno quemado de Cornudilla se regenerará en un plazo de 20 años

Gadea G. Ubierna / Burgos
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El jefe del servicio autonómico de Medio Ambiente en Burgos, Javier María García, hace balance en DB del incendio en Obarenes y del transcurso de la campaña

Hace ahora una semana que los Obarenes se prendieron y mantuvieron en vilo a los vecinos de Cornudilla, la Parte y Pino de Bureba durante los tres días que se tardó en controlar el incendio -ya extinguido, según el último parte oficial- que ha calcinado 237,2 hectáreas del parque natural y cuyas causas todavía están investigando la Guardia Civil y Medio Ambiente. El responsable de este servicio en Burgos, Javier María García, hace balance en un cuestionario remitido por Diario de Burgos de este suceso, el más grave del verano hasta la fecha, y también del transcurso del primer mes de la denominada «Época de Peligro Alto de Incendios», que comienza el 1 de julio y concluye el 30 de septiembre.
Y en ese primer análisis, son dos las preocupaciones compartidas tanto por la Administración como por los vecinos de los municipios afectados. La primera, cuál fue la causa que provocó el fuego en el monte de utilidad pública número 80 (La Sierra), cuyo propietario es la junta vecinal de Cornudilla, y la segunda, cuánto tiempo pasará hasta que este punto del parque natural Montes Obarenes-San Zadornil recupere su aspecto y devuelva a la zona su paisaje habitual. Con respecto a esta segunda cuestión, el ingeniero de Montes Javier María García explica que «las especies arbóreas dominantes en la zona afectada son pino resinero, quejigo, encina y madroño. Todas ellas, como especies mediterráneas autóctonas que son, están muy adaptadas al fuego y en general tienen buena capacidad de auto regeneración natural». A esto añade que «la experiencia de zonas quemadas en años anteriores en las inmediaciones (por ejemplo el incendio que afectó hace unos años al cercano monte de utilidad púbica 597 del Ayuntamiento de Oña, de características naturales parecidas al de Cornudilla) nos indica que en unos cinco años ya queda establecido de forma natural un regenerado de pino suficiente, de unos pocos centímetros de altura y a los veinte años nos encontramos con una masa de más de tres metros de altura». Sirva también de ejemplo la evolución de las más de 2.000 hectáreas quemadas -diez veces más que en Cornudilla- en agosto de 2003 en la Sierra de la Tesla y en Escóbados de Abajo. Diez años después de la que hasta ahora ha sido la mayor catástrofe natural del siglo, la herida ya estaba cicatrizada. La Tesla regeneró por su cuenta y en Escóbados, repoblado, solo un ojo experimentado podría delimitar con certeza el perímetro del desastre. 
Han sido muchas las alusiones que se ha hecho en este primer mes de verano al julio de 2003, en el que España soportó una ola de calor de 16 días seguidos. García descarta establecer comparaciones directas con aquellos meses, pero sí admite que «las condiciones meteorológicas de este año están siendo especialmente adversas, pues las altas temperaturas están provocando que el monte sufra un mayor estrés hídrico y se deseque más rápidamente, por lo que el riesgo es mayor». 
Y con respecto a la primera de las preocupaciones, la causa de las 237 hectáreas calcinadas, pocas novedades se pueden aportar una semana después. «La investigación de las causas es un proceso muy metódico y especializado, que consta entre otras fases de la recogida de muestras e indicios sobre el terreno y de entrevistas a posibles testigos y donde las prisas nunca son buenas, sobre todo porque hablamos de imputaciones muy serias», subraya García, antes de añadir que «tardaremos algunos días en disponer de las primeras conclusiones fiables y hacemos un llamamiento a que quien tenga información relevante la ponga en conocimiento del equipo de investigación». Y como se ha sostenido a lo largo de la semana, apunta a una cosechadora. «El origen en una cosechadora es una de las hipótesis que se manejan, pero no es la única», asegura.
 
Cosechadoras. Con independencia de cuál sea la conclusión de los especialistas en cuanto al origen del incendio en Cornudilla, Medio Ambiente sí ha constatado en años anteriores que cada vez hay más siniestros forestales provocados por maquinaria agrícola. De hecho, este año se incrementó un escalón el nivel de riesgo de incendios en el alfoz de Burgos por este motivo y García no oculta su preocupación. «Sabemos que es inevitable que estas máquinas trabajen en época de peligro alto y, por supuesto, no es nuestra intención criminalizar a nadie, pero pensamos que hay un amplio margen de mejora en su utilización», dice.
¿Cuál es ese margen? García responde que «podríamos citar el tener la máquina en buenas condiciones de revisión y limpieza, especialmente una vez terminada la jornada de cosecha, el disponer de patinetes de una composición metálica que impida la generación de chispas ante un choque contra una piedra y el disponer en cabina de al menos un extintor de espuma con base de agua de un mínimo de 6 kg de capacidad y alguna mochila de agua». Pero tan importante o más se considera «concienciar al agricultor de que el conductor de la cosechadora no debe estar solo nunca, siempre debe haber un observador externo que pueda alertarle inmediatamente de si provoca un incendio, pues en caso contrario el maquinista no se entera de que hay fuego hasta que termina la pasada y da la vuelta para iniciar una nueva, lo que hace perder un tiempo precioso en atajar de forma temprana el conato», asevera.
La prevención es una herramienta clave para evitar que la extensa y muy rica superficie burgalesa se convierta en una antorcha que no solo transforma el paisaje, sino que aniquila una fuente de recursos nada desdeñable y que acarrea costes muy elevados, tanto desde el punto de vista ecológico como del estrictamente económico. En lo que respecta al incendio de Obarenes, esta semana se empezarán a peritar «las pérdidas de recursos forestales directos como la madera y a tomar las primeras decisiones sobre la limpieza de la zona». Y dado que a última hora del viernes el siniestro de Cornudilla seguía sin estar oficialmente extinguido, tampoco era posible estimar el coste que tuvo para las arcas públicas un operativo de más de 150 personas. «Es muy pronto. Pero solo con decir que una hora de vuelo de una cuadrilla helitransportada puede rondar los 2.500 euros, es posible hacerse una idea de la magnitud», concluye García.