«Ahora hay que excavar para escuchar buena música»

R. Pérez Barredo / Burgos
-

Diego A. Manrique • Crítico musical

Diego A. Manrique, crítico musical. - Foto: Paco Manzano

Es uno de los grandes. Una enciclopedia de música hecha carne. Varias generaciones de españoles le deben mucho. Ahora recorre en Jinetes en la tormenta (Espasa) el mapa sentimental de la música que le ha edificado. Una geografía que va del soul al jazz, del pop a rock, del funk al reggae evocando las grandes figuras de la música, retratando personajes, épocas y ritmos.

Diego A. Manrique (Pedrosa de Valdeporres, 1950) es desde hace décadas el crítico musical más importante de este país. Periódicos, revistas y programas de radio (es Premio Ondas) acreditan su trayectoria. Y su leyenda: este melómano es un referente, un periodista icónico que ha enriquecido a varias generaciones con sus vastos conocimientos, impartiendo un magisterio luminoso. La editorial Espasa acaba de publicar Jinetes en la tormenta, libro en el que el crítico burgalés libera de su peana mítica a quienes escribieron las páginas más hermosas de la historia de la música contemporánea y los acerca y retrata como lo que son, como lo que fueron: seres humanos complejos, con sus demonios y sus vicios, con sus fantasmas y sus obsesiones, con sus manías y sus genialidades, con sus grandezas y sus miserias.

Por ellas desfilan Bob Dylan, Tom Waits, Miles Davis, los Stones, Lennon y McCartney, Elvis, Jimmy Page, Otis Redding, James Brown, Michael Jackson, Springsteen, Hendrix, Bowie, Fogerty, Lou Reed, Nirvana... Manrique propone un fascinante viaje por la música y el tiempo, una guía que es a la vez histórica y sentimental: el archivo sonoro del corazón.

¿Jinetes en la tormenta es una guía sentimental sobre un mundo musical ya extinguido?

De un mundo en vías de extinción. Ya no podemos hacer el seguimiento periodístico propio de las épocas anteriores a la crisis, cuando podías empotrarte en un grupo en gira o viajar hasta Los Ángeles para una entrevista: ni las discográficas ni los medios asumen esos gastos. Ahora haces entrevistas por teléfono o por mail y ni siquiera tienes la seguridad de que sea realmente el artista quien te responde. De verdad: tienen expertos en redes sociales que pueden suplantarles.

El título, canción de The Doors, ¿es un guiño a esa gente, a esos músicos -pioneros, genios- que casi hicieron oblación de sus vidas para dejarnos en herencia la luz?

Ellos, los muertos y los que siguen vivos, son los jinetes en la tormenta. Se adentraron sin mapas en un mundo musical que nadie podía imaginar que se convertiría en un negocio inmenso. Hasta bien entrados los sesenta, tampoco estaba claro que aquello tenía una dimensión cultural y un impacto social. Es enternecedor enterarse de que Mick Jagger pidió al rector de la London School of Economics que le mantuviera la matrícula; su intención era probar eso de la música pop pero, si no le funcionaba bien en seis meses, volvería a estudiar.  50 años después, sabemos que hizo bien en lanzarse.

En el libro están sus gustos, pero también un recorrido por las décadas centrales de la historia de la música, por todos esos grupos, sellos, etcétera que han construido esa historia. ¿Destacaría o se quedaría con alguna época concreta?

Cada época tiene su magia. Pero en los años sesenta hubo una combinación extraordinaria de talento fresco, mercado abierto a las nuevas propuestas, una población juvenil muy amplia debida al baby boom, unas discográficas ágiles, una tecnología eficiente de grabación. Eso explica que los Beatles realizaran su inmensa obra en ocho años, una obra donde están prácticamente todos los palos del pop y el rock. Ahora, en ocho años, un grupo solo podría hacer dos o tres discos.

¿Era más fácil encontrarse buena música hace 50, 40 o 30 años que ahora?

Esta es la Edad de Oro de la música grabada. Nunca jamás ha habido tanta ¡y tan barata! Hablo de ediciones legítimas, todo el mundo sabe lo que hay en las praderas salvajes de Internet. Hace 40 años teníamos que viajar -a Londres, a Bayona, a Andorra- para conseguir música que no llegaba a España. O comprarla vía correo, lo que te creaba problemas en Aduanas o con la misma Policía, que sospechaba de alguien que recibía paquetes del extranjero. Verídico: por ese motivo yo visité la antigua Comisaría de Policía.

¿Qué radiografía hace del panorama actual?

La misma abundancia de propuestas ha llevado a una atomización del público. También a una irrelevancia cultural: después de Kurt Cobain, no se me ocurre ningún artista que haya creado un movimiento social de alcance mundial. Los Strokes, Blur, Oasis, los Artic Monkeys, Franz Ferdinand... pudieron causar sensación pero no cambiaron el mundo ¿verdad? La música ha perdido peso específico: ahora es una excusa para concursos televisivos, un fondo para anuncios, un complemento para ofertas de telecomunicaciones, una opción estética inmediatamente secuestrada por marcas comerciales.

¿Escucha mucha música actual o vive en los grandes clásicos de siempre?

Sería deprimente creer que ya no va a salir nada interesante, que ya conoces todo lo que debes conocer. Sigo buscando nuevas propuestas y eso se nota, por ejemplo, en los podcasts que hago para Radio Gladys Palmera, que se llaman ‘La Zona Salvaje’. Combino sonidos de antes y de ahora. Ahora mismo estoy escuchando a Jake Bugg, a lo último de Green Day, a Ian Siegal & the Mississippi Bloodhounds, a Lia Ices... Es un error ese tópico de ahora-no-se-hace-buena-música. Lo que ocurre es que debes excavar más para encontrarla.

¿Este libro es para leer escuchando música?

Se ha escrito escuchando la música de los artistas en cuestión así que, sin duda, lo mejor sería tener eso de fondo (se hace fácilmente con Spotify). O que los textos te lleven a discos que tienes sin escuchar desde hace tiempo. Si no transmito entusiasmo, apaga y vámonos.

¿Ha sido la historia justa con los más grandes o hay mucho genio olvidado?

El negocio de la música es como la ruleta: pocos ganan. Una portada poco atractiva, el salir en una temporada difícil, el no contar con una disquera fuerte, la mala suerte en sus mil variantes... Todo puede hacer que una obra genial pase desapercibida. Sin embargo, puede haber una segunda oportunidad, con el mecanismo de los ‘artistas de culto’. Ahí está el caso de Rodríguez, aquel cantante de Detroit que no se enteró de que su música había triunfado en países lejanos hasta que le hicieron un documental, Searching for Sugarman.

¿Quiénes se han beneficiado de las leyendas que siempre giran en torno a genios de ese nivelazo?

Cualquiera que estuvo al lado de un gigante lo rentabiliza. Se escriben biografías, se forman grupos para tocar el antiguo repertorio, se explotan los derechos de autor o los discográficos. Y luego llega Hollywood con el biopic correspondiente. Las grandes historias son eternas, hay que contarlas cada pocos años. A eso quiere contribuir Jinetes en la tormenta. A contarlas desde el entusiasmo y la proximidad.

¿Cuáles han sido los artistas que más le han impactado personalmente, los que han estado a la altura de su obra?

  Como regla general, los artistas son más decepcionantes que su obra. En serio: si quieres mitificar a los artistas, no te metas en este oficio. Ves de cerca las componendas, las falsedades, los trucos, la crudeza de la lucha por el éxito. Y no es bonito. Resulta muy raro encontrarte con alguien que sea superior a su obra. Se me ocurre el caso de Joaquín Sabina. Desde 19 días y 500 noches, que es de 1999, no ha sacado un disco decente. Pero siempre es estimulante el entrevistarle. Un gran personaje, incluso en la sobriedad.

¿Qué le dice que en Burgos capital no exista una sola tienda de discos -sólo puede comprarse música en grandes superficies-?

Resulta terrorífico. Una tienda de discos es un centro cultural, donde se hacen contactos, se dan cursos improvisados, se rompe la soledad a la que nos quieren condenar. Mi caso personal lo confirma. Yo conocí a los escasos musiqueros de Burgos (Chema Rey, Chavis, Richi) a través de la dependienta de la sección de discos de Almacenes Campo, que les avisó de que había un chaval que venía desde Villarcayo a comprar novedades. Seguramente, no me habría dedicado a esto de no contar con gente que compartía mi pasión, amigos que fueron el frontón contra el que yo rebotaba mis primeras ideas.