El embrión del centro cumple 75 años

H. Jiménez / Burgos
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En junio de 1940 se creó la Academia de Farmacia del Ejército del Aire en los antiguos locales de la Escuela de Trabajo • El edificio de Fuentecillas se estrenó 7 años después

La primera referencia a algo parecido a la farmacia militar data del año 1937, cuando el llamado Ejército del Norte con sede en Burgos crea su propio Parque de Farmacia. Pero no es hasta 1940 cuando se crea la Academia de Farmacia del Ejército del Aire, verdadero embrión de las instalaciones que han llegado hasta nuestros días.

El Diario de Burgos del 18 de junio de aquel año recogía que la academia estaría «en el antiguo local de la Escuela de Trabajo, donde se halla instalado el Parque Central de Farmacia del Aire». Iniciaba entonces, hace 75 años, un curso de dos meses a cuya clausura se esperaba la asistencia del entonces ministro del Aire, Juan Yagüe (pocos días después, sin embargo, fue destituido del cargo).

Durante más de un lustro no tuvo una sede fija y estuvo diseminada por varios locales de la ciudad como los bajos de la Audiencia o el antiguo hospicio de San Agustín, hasta que en 1947 se ubica de forma definitiva en una parcela de 38.000 metros cuadrados (2.700 de ellos construidos) ubicada en el lejano límite de Fuentecitas.

El crecimiento de la ciudad acabó por engullir a la Farmacia del Aire, que en 1996 dejó de serlo para atender a las necesidades de los tres ejércitos. Y ya en 2002 los diferentes centros de producción se reorganizan como Centro Militar de Farmacia de la Defensa que tendrá su gran sede en las instalaciones recién construidas en Colmenar Viejo.

PRODUCTOS ‘ESTRELLA’

Algunos de sus trabajadores llevan más de 40 años allí y han visto pasar épocas muy distintas en las que se llegaron a fabricar 120 productos simultáneamente incluyendo inyectables, supositorios o aerosoles. Ahora la cifra se reduce a 31 y las más demandadas son las aspirinas, antigripales, la famosa pomada de vitamina A+D, el ketoprofeno, ciprofloxacino, depuradores de agua y piridostigmina (estas tres últimas especialmente demandadas en misiones en el exterior).

Contra lo que cuentan las leyendas urbanas, los medicamentos militares no son ni diferentes ni más potentes que los civiles, pero para la tropa son gratuitos y para el resto de quienes pueden acceder a ellos son más baratos porque se venden a precio de coste, sin margen de beneficio.

Entre las instalaciones de Fuentecillas hay verdaderas joyas históricas en forma de instrumental de laboratorio o fotografías antiguas como las que acompañan estas páginas. Será muy complicado que la Farmacia Militar de Burgos cumpla otros 75 años, pero de momento está de enhorabuena por su mera supervivencia en unos tiempos menos difíciles que aquellos en los que nació pero con circunstancias radicalmente opuestas.