La Farmacia Militar alarga su supervivencia pese a la centralización en Madrid

H. Jiménez / Burgos
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La construcción de un único referente estatal en Colmenar Viejo se demora y aunque se han desmontado líneas y reducido personal el centro de Burgos mantendrá producción propia

Si usted es militar, tenía familia en el ejército, amigos o simplemente algún pequeño ‘enchufe’ seguro que recuerda esos viejos envases. Los dermogeles, los antigripales, las aspirinas o ibuprofenos. Esa crema capaz de calmar rozaduras, quemaduras o dermatitis que viene rotulada como ‘Vitamina A+D’ y que causa furor entre quienes la prueban. Y todas ellas con el apellido «DEF». Durante décadas, millones de comprimidos, grajeas y pomadas han salido de las instalaciones de la Farmacia Militar y por el momento, durante unos cuantos años más, su continuidad está asegurada.

El ahora denominado Centro Militar de Farmacia de la Defensa, ubicado en el Paseo de Fuentecillas, es una institución tan veterana como lo demuestran unos pasillos donde se respira la estética castrense de otra época. Perteneciente al Ejército del Aire en sus inicios, se estrenó en noviembre de 1947 y desde entonces ha producido más de un centenar de especialidades diferentes.

Su futuro, sin embargo, se vio seriamente amenazado cuando en el año 2011 el Ministerio anunció la construcción de un gran complejo en Colmenar Viejo que centralizaría todas las instalaciones ahora repartidas entre Madrid, Burgos (especializado en comprimidos y pomadas) y Córdoba (inyectables y sueros).

En aquel entonces se dio por hecho que las ‘sucursales’ de las provincias desaparecerían, alegando una «evidente economía de medios humanos y materiales» pero la crisis, en este caso, parece haber sido beneficiosa para permitir un replanteamiento de los tiempos. La construcción en Colmenar está siendo más lenta de lo esperado, los permisos necesarios para su puesta en funcionamiento están siendo farragosos y por ahora el centro de Burgos se asegura su supervivencia durante unos cuantos años más.

El teniente coronel Luis Martín-Albo está al frente del inmueble de Fuentecillas y explica que aquí se mantendrán «producciones que no se incorporan al Centro Militar de Farmacia de la Defensa de Colmenar Viejo». No saben por cuánto tiempo, pero los trabajadores cuentan de manera oficiosa con poder seguir a orillas del Arlanzón en torno a una década más. Eso sí, a lo largo de los últimos años el personal y la producción se ha ido reduciendo. Tenían tres líneas de comprimidos y dos de ellas ya se han trasladado para su montaje en Madrid. Pero en principio, y siempre con las debidas precauciones, el teniente coronel Martín-Albo cuenta con mantener al menos la producción de pomadas y una parte de comprimidos.

Lo que será más complicado es conservar los puestos de trabajo actuales. No es que vaya a haber despidos, pero se trata de una plantilla bastante envejecida y las jubilaciones se amortizan. En los tiempos de máxima actividad Burgos contaba con casi 100 personas y ahora quedan únicamente 39. Solo nueve de ellas son militares y el resto es personal civil, con una parte procedente del antiguo Hospital Militar.

Todas trabajan en un edificio cuya estructura data de finales de los años 40 pero que recientemente ha sido sometido a varias reformas, como las que tuvieron lugar entre los años 2002 y 2004 para su adaptación a la normativa farmacéutica más exigente y la llevada a cabo en 2008. En ese año se habilitó una línea de producción específica para antivirales de la temida gripe A, con una inversión superior al millón de euros, para comprimir y empaquetar el Oseltamivir (en Burgos siempre se limitan a convertir la materia prima). Aquello se transformó en miles de cajas con pastillas para combatir una enfermedad que acabó en ‘burbuja’ y cuyo medicamento se repartió por las distintas comunidades autónomas, aunque los almacenes de Burgos aún conservan importantes cantidades que analizan periódicamente para comprobar si ya han caducado o siguen siendo válidos en caso de que algún día sean necesarios.

El jefe de producción, teniente coronel Antonio Juberías, nos muestra unas dependencias en las que se siguen a rajatabla las normas de higiene y explica que el Centro de Burgos sigue incorporando nuevos productos a su gama de fabricación según las necesidades que llegan desde Madrid. El último fue un antihistamínico (Loratadina en comprimidos) que empezó a fabricarse hace alrededor de un año. La esperanza de los trabajadores es que vengan más productos o sigan los actuales porque eso significará la permanencia de la vieja Farmacia Militar en la ciudad.