En el Camino se habla de todo menos español

Gadea G. Ubierna
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Un 70% de los peregrinos suelen ser extranjeros, pero los hospitaleros creen que este año el porcentaje será mayor. Estados Unidos y Corea están ya en cuarto y quinto puesto, tras Alemania, Francia e Italia

Cada vez hay más peregrinos asiáticos, como este japonés que saluda nada más salir de Hontanas. - Foto: Luis López Araico

Maria y Bernhardsson Arndtsdotter decidieron hace tiempo que lo primero que harían nada más jubilarse sería el Camino de Santiago. Y esta semana, con 65 años ella y 66 él, este matrimonio sueco ha atravesado la provincia de Burgos con la mochila a la espalda, paso tranquilo pero firme, y sin perderse detalle de lo que les rodeaba. ¿Qué les llevó desde Suecia a Roncesvalles para caminar 775 kilómetros hasta Santiago? Maria Arndtsdotter, en una parada en Hontanas, contesta: «Es bastante difícil de explicar, incluso para ti mismo. Tiene un sentido religioso, pero también de búsqueda y reflexión. Y luego está el reto; el reto de tener 65 años y ser capaz de hacerlo. ¡Me duelen los pies y estoy cansada, pero lo estoy haciendo!». Este matrimonio sirve de ejemplo para visualizar los cambios que empiezan a atisbarse en el perfil del peregrino: extranjeros de países con relativamente poca tradición jacobea, de más de cuarenta años y con un poder adquisitivo medio, o incluso alto, que han oído o leído sobre el Camino y deciden peregrinar.

Hospitaleros y asociaciones apuntan que es habitual que haya más extranjeros que españoles recorriendo el Camino (con una proporción de un 70% frente a un 30% de nacionales), pero coinciden en que esa tendencia se ha agudizado este año y, sobre todo, con nacionalidades que hasta ahora eran residuales como son Estados Unidos y Corea del Sur. Y las cifras parecen ir a corroborar la percepción: de las 24.957 personas que han pernoctado este año en el albergue municipal de peregrinos de Burgos, en la Casa de los Cubos, 7.354 eran españoles (29,4%) y 17.703 eran de otros países (70,6%). Teniendo en cuenta que el peregrino nacional suele concentrarse en el verano, es muy probable que a finales de año la proporción de extranjeros sea mayor. De hecho, el responsable del albergue ubicado en las ruinas del monasterio de San Antón, en Castrojeriz, Ovidio Campo, afirma que allí la diferencia de proporciones este verano ha sido de 90% frente a 10%. «Esto es un buen termómetro porque aquí entra todo el mundo y, desde luego, este año ha sido increíble la cantidad de extranjeros que han venido», afirma Campo.   

Otra percepción que las cifras del albergue municipal de Burgos confirman es que Estados Unidos y Corea del Sur ya están en el cuarto y quinto puesto en el ranking, por detrás de Alemania, Francia e Italia. Para explicar la afluencia de estadounidenses hay una razón llamada The Way (El Camino), la película que dirigieron y protagonizaron Martin Sheen y su hijo Emilio Estevez en 2010. Pero para el boom de coreanos, nadie tiene respuesta más allá de la promoción que han hecho las Administraciones españolas en el país asiático. En el albergue municipal de la capital burgalesa explican que, además, con los peregrinos de Corea se da la circunstancia de que «lo mismo les da que sea verano que invierno, son mucho más constantes en ese sentido. El pasado invierno, por ejemplo, apenas hubo un día en el que no llegara un coreano».

Este periódico comprobó esta circunstancia pasando poco más de dos horas del pasado jueves por la mañana en Hontanas, pueblo ubicado a 42 kilómetros de Burgos que tiene 70 habitantes censados, pero que en una mañana de finales de septiembre parece una calle de cualquier gran ciudad europea por la cantidad de gente que recorría sus calles y, sobre todo, porque se hablaba de todo menos español. En su breve visita, DB habló con el matrimonio sueco que abre este reportaje, un recién licenciado búlgaro, una joven italiana, un grupo de mujeres alemanas, un hombre japonés, una pareja de coreanos, un matrimonio francés, dos jóvenes estadounidenses que peregrinaban junto a un sueco, una pareja de húngaros y, por fin, un matrimonio cubano y un grupo de cinco jóvenes españoles (de Madrid y Teruel), que afirmaron entre risas que «nos sentimos extranjeros en nuestro propio país».

¿Cuál es el motivo? En principio, no hay nada más barato que hacer el Camino, en el que el gasto se reduce a las pernoctaciones en albergues y a la manutención, pero esto también se ha encarecido mucho. En Castrojeriz, Ovidio Campo recuerda que en los años noventa podía llegarse a Santiago con 30.000 pesetas (180 euros) mientras que, ahora, destaca que «es imposible hacerlo por menos de 600 euros (100.000 pesetas) porque apenas quedan albergues gratuitos. La crisis se nota, vaya sí se nota», dice.

HONTANAS INTERNACIONAL. Esa progresiva cantidad y diversidad de gente ha provocado que en menos de diez años se abrieran en Hontanas dos casas rurales, dos albergues privados que se sumaron al municipal y un hostal. En proyecto hay otros establecimientos hosteleros de envergadura para una localidad en la que en invierno no residen más de 30 o 40 personas. Azucena Martínez, responsable del Hostal Fuente Strella, matiza que aunque el pueblo no vive en exclusiva del Camino, la ruta jacobea ha precipitado su rápido desarrollo. «Se han rehabilitado muchas casas que, si no, se hubieran caído», explica, destacando que esa no solo ha sido la tónica entre los empresarios y hosteleros, sino también entre los vecinos. Todos quieren que el mundo se lleve una buena impresión de Hontanas. «Es muy positivo que haya tanto extranjero, porque ves que tienen otra manera de ser, otra forma de vivir el ocio y otra idea del esfuerzo. A mí me alimenta el espíritu», apunta.

 El poder espiritual del Camino es algo a lo que aluden todos los peregrinos, incluso aquellos a quienes no les mueve un sentimiento religioso desde tantos y tan dispares sitios. Celine y Antoine Collet, jubilados franceses de 60 y 59 años, explicaban que el Camino «es deporte, es tiempo para pensar, para reflexionar sobre uno mismo. No es religión, o no solo. Es algo más, es cultura, es historia...». Todo el mundo, con independencia de la edad y de su religiosidad, alude a lo espiritual de recorrer kilómetros y kilómetros casi en silencio, de hito en hito, junto a personas a las que, en muchos casos, no se volverá a ver. De ahí que Michael Skulev, búlgaro de 23 años, decidiera hacer el Camino solo y desde Pamplona para decidir qué hacer con su vida. Sentado en una terraza de Hontanas explica que «terminé la Universidad y pensé en hacer algo interesante antes de buscar trabajo y empezar con todas esas cosas aburridas. Es un reto».

 Con mayor o menor locuacidad, todos ellos comparten razones y padecimientos mientras descansan unos minutos en Hontanas, en conversaciones que siempre terminan con el característico ¡buen Camino! en todos los idiomas, menos en español.