Y, de repente, el toro se hizo presente

Leticia Ortiz / Burgos
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la familia capea lidia en burgos uno de los encierros más importantes de la temporada con seis ejemplares de buena condición ante los que solo el fandi logró el triunfo

La ficha:

Martes 30 de junio de 2015. Cuarta corrida de la Feria de San Pedro y San Pablo. Lleno en tarde de bochorno climatológico.

Ganadería: Seis toros de los distintos hierros de la familia Gutiérrez Lorenzo (El Capea, Carmen Lorenzo y San Pelayo), correctos de presentación y de buen juego. Con calidad y nobleza en sus embestidas, destacó el primero, por su movilidad sin fin; el tercero, por su bravura; y el cuarto, por su entrega.

El Cordobés: De grosella y oro; pinchazo y dos descabellos (ovación con saludos tras aviso); media estocada y descabello (silencio).

Juan José Padilla: De cereza y oro; estocada casi entera trasera (oreja); estocada tendida y cuatro descabellos (ovación con saludos tras aviso).

El Fandi: De grana y azabache; estocada desprendida (dos orejas); pinchazo hondo y siete descabellos (silencio tras aviso).

Fue entrar en el Coliseum y que un escalofrío recorriese la espalda. Demasiado cercano el recuerdo de La Palmosilla. Sin embargo, a las nueve y 27 minutos, cuando caía el último toro de la tarde de ayer, es decir casi tres horas después de que clarines y timbales anunciasen el inicio del festejo, aquellos toros que lo parecían y no lo eran, no se asomaban a la memoria ni como un mal sueño. Así de grande es la Fiesta cuando el rey de esto, el que da y quita cuando sale por chiqueros, hace acto de presencia. Por eso, y antes de entrar en detalles, gracias a la familia Capea, propietaria de los tres hierros lidiados en el Coliseum en la cuarta de abono, por hacernos recobrar la ilusión que el día antes había salido corriendo casi para no volver.

«Amar los toros es, cada tarde, a eso de las cinco, creer en los Reyes Magos e ir a su encuentro». Así resumía el escritor y polemista francés Jean Cau lo que pasa por la cabeza de tantas personas que vuelven una y otra vez a los tendidos de esas plazas del planeta de los toros, a pesar de los desengaños sufridos. Lo raro es que los Reyes Magos se aparezcan un 30 de junio. Con este calor sofocante, además. Pero sí, allí estaban puntuales en ese Coliseum que volvió a vestirse de Plantío para recordar la grandeza de la Fiesta. Presumido, Saeta, Pelotillo, Jabalino, Valenciano y Montecillo se llamaban los seis regalos en forma de astados de lidia que fueron saliendo por chiqueros. No es una exageración por comparación. Es decir, la corrida de la familia Capea no pareció mejor por lo padecido 24 horas antes y sobre el mismo albero con La Palmosilla. No. El encierro de encaste Murube fue bueno. Muy bueno. Pero lo fue por sí mismo. De hecho, al final de la temporada es posible que se siga hablando de la corrida de un hierro que parece estar condenado a ser lidiado solo por los rejoneadores. Los matadores huyen y prefieren apuntarse a otras divisas de garantías. Vaya ojo que tienen para seleccionar su toro de garantías, señores. Así les va.

Precisamente, por esa dictadura de las figuras, la corrida de la familia Capea se anunció en Burgos con tres toreros honestos, pero con ciertas limitaciones artísticas. Honestos porque no engañan: son lo que son y, además, están orgullosos de serlo. Nadie pudo salir del coso burgalés diciendo que no había visto la verdad de El Cordobés, de Padilla o de El Fandi. Otro asunto es que esa verdad guste más o menos, o que esté más o menos cercana a los cánones más generales de la pureza y la torería.

A pesar de ese hándicap, los toros de El Capea, Carmen Lorenzo y San Pelayo, con sus particularidades, brillaron como no lo había hecho nadie, ni toreros ni ganaderos, en esta Feria de San Pedro y San Pablo. Si hay que escoger, Presumido y, sobre todo, Pelotillo, es decir, primero y tercero.

Y, con esos mimbres, ¡vaya mimbres!, el triunfador numérico del festejo fue David Fandila que dejó enfandilado el Coliseum. Un coso que, por primera vez, se puso de pie casi de forma unánime. Fue para ovacionar al granadino tras el vibrante tercio de banderillas que protagonizó ante el sexto de la tarde. Ya tenía dos orejas en su esportón el granadino, logradas ante el tercer astado del festejo, un burel, por cierto, de pañuelo azul y vuelta al ruedo. Fue, la del doble premio, una faena que tuvo la virtud de la ligazón, la rima del verso torero, aunque todo fuera sin muchas apreturas. Corrijo. Todo menos un pase de pecho ceñidísimo de El Fandi.

Pudo llevarse el andaluz otro u otros dos apéndices de no haber fallado con los aceros en el que cerró un festejo de tres horas que, a pesar de la duración, no se hizo tan pesado. Gracias, de nuevo, a la familia Capea.

Una oreja se llevó para Jerez Juan José Padilla, ídolo en el antiguo coso que demostró que no está por la labor de perder ese puesto de privilegio. De hecho, intentó a agradar tanto, que no midió las faenas. A veces, hay que primar la cantidad a la calidad. Eso sí, el violín más afinado del festejo fue el suyo. Tremendo el par de esa suerte que le colocó al segundo. Cuadrando en la cara y asomándose al balcón con valentía.

De vacío se fue El Cordobés. Bueno, no tanto, pues, un año más, se llevó el cariño del público burgalés. En este caso, da igual Plantío o Coliseum, las tradiciones son siempre las tradiciones.