«Un lugar es la gente que lo habita, así que para mí Rabanera es mi familia»

B. Antón / Rabanera
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Carlos Contreras ElviraEscritor

Contreras disfruta con la naturaleza de Rabanera. - Foto: Azúa

Dramaturgo, poeta y articulista, Contreras recuerda sus veranos en el pueblo de sus padres, un lugar al que regresa cuando puede y que está presente en su obra.

Vive con pasión todo lo que crea. Cada letra, cada palabra, cada obra en la que escribe la palabra fin. Sólo de esta manera, apasionándonos, dice, se puede intensificar el azar. A Carlos Contreras Elvira (Burgos, 1980), ese amor que pone cuando escribe le ha servido para convertirse en uno de los autores más premiados dentro de las letras en nuestra provincia. Y no es una cuestión de azar, sino de vivir cada uno de sus poemas, de sus obras de teatro o de sus artículos con verdadera pasión.

El paso de ser una promesa a convertirse en una realidad lo ha dado a base de textos de calidad, reconocimiento y a la evidencia de la crítica, rendida ante este joven cuyas obras han sido vertidas al alemán, al portugués y al italiano y que encuentra en Rabanera su particular paraíso. Sus padres, sus abuelos y tres de sus bisabuelos son oriundos de la localidad serrana, por lo que Carlos pasaba en Rabanera largas temporadas en navidad, verano, Semana Santa o fines de semana, estancias que se fueron acortando un poco cuando se marchó a estudiar fuera.

«Rabanera es el paraíso para un niño sin preocupaciones. Desde que llegaba a primeros de agosto hasta que me iba a primeros de septiembre no me separaba de mi primo Martín, con el que viví los mejores momentos de la infancia. Entre hacer cabañas, ir a las piscinas o al frontón, hacer rutas en bici y jugar partidos de fútbol contra otros pueblos se nos iba el verano en un momento. ¡Y pensar que acaba de ser padre!», cuenta el autor al recordar aquellos años.

Durante la adolescencia, dice, siguió siendo igual de especial, aunque de otra manera. «Allí se da un equilibrio muy difícil entre naturaleza, tranquilidad y deporte. Y, por si fuera poco, a ello se unió la novedad de salir a las fiestas de los pueblos vecinos lo que, a esas edades, siempre da mucho juego. Ahora mis veranos son más cortos y repartidos, ya que hacerse adulto consiste en ir adquiriendo compromisos que te llevan a tener que estar en más sitios durante el mismo periodo de tiempo».

Para el autor, su pueblo, siempre está muy presente, incluso en algunas de sus obras. «Un lugar es la gente que lo habita, así que para mí Rabanera es mi familia, la gente a la que quiero. Decía Ortega que la realidad circundante es la mitad de la persona y parte de esa mitad mía asoma en algunos poemas de El eco anticipado, (Premio de Poesía Joven de RNE. Pre- textos, 2013), donde hay un capítulo titulado Summertime que recuerda con nostalgia los veranos de la infancia en Rabanera. Otra parte de mi relación con ese mundo está en la forma de hablar o callar de algunos personajes teatrales», cuenta el autor, en relación a la influencia de su pueblo en sus propios textos.

Prácticamente lo único que escribe en la actualidad Contreras Elvira es teatro, de él se fija más en la trama que en el tema; mientras en poesía le interesa lo metapoético, es decir, «los textos que reflexionan sobre los límites de la palabra porque, de algún modo, también son los nuestros». Ahora se encuentra inmerso en la corrección de su última obra de teatro, que ha escrito en Italia y que va por su versión vigésimo sexta. Además, junto a sus compañeros de la Academia de España en Roma, acaba de terminar la Guía Psicogeográfica de Roma: 16 mapas para perderse, que ha tenido la suerte de prologar y de coeditar y que ha publicado el Ministerio de Asuntos Exteriores.

El autor con raíces serranas experimentó en noviembre del año pasado una sensación que hasta entonces no había vivido, ver interpretado sobre las tablas un texto de su creación, ya que bajo la dirección de Tamzin Townsend, el Teatro Valle Inclán de Madrid, Centro Dramático Nacional, acogió la puesta en escena de la obra La comedia que nunca escribió Mihura.

Insaciable por saber y conocer más, Contreras ha pasado temporadas en el extranjero, que le han permitido formarse y adquirir experiencias. «Estas estancias siempre aportan cierta apertura mental y yo he tenido la suerte de vivir bastantes años fuera. Supongo que eso tiene algo que ver con que en cada una de ellas mi vida se haya ido redirigiendo hacia la literatura. Así, desde Irlanda gané mi primer premio de poesía y eso me animó mucho a seguir aprendiendo; a EEUU fui a dar clases de español y a los siete meses regresé con el borrador de un ensayo, mi primera obra de teatro y una beca para estudiar Dramaturgia en Madrid; mientras, en Lisboa y en Roma aprendí otras facetas paralelas, como la de columnista, ayudante del traductor que te traduce, antólogo o editor».

Contreras compara su trabajo de escritor al de un funcionario o un arquitecto, según en la fase de creación en la que esté. «En los periodos anteriores o posteriores a la escritura de una obra, me siento un poco funcionario: contesto e-mails de trabajo, leo la prensa, escribo columnas y reportajes, voy a clase, busco ideas para la siguiente pieza, etc. Pero en los de escritura más o menos intensos uno se parece más a un arquitecto, ya que el día a día no existe, porque las horas se solapan mientras le das vueltas y más vueltas a la forma en que vas a sujetar el peso de la escena o del verso correspondiente, durante la comida, cuando duermes o en la ducha. Y si lo haces es porque sabes que de esas vueltas dependen las siguientes y de las siguientes otras que a su vez serán corregidas hasta la versión definitiva, si es que eso existe».

La formación, la experiencia y quizá un don, ayudan y mucho a Carlos a crear esos maravillosos poemas que invitan a ser devorados cuando uno comienza a leerlos o el enganche que producen las tramas de sus obras de teatro, pero la pasión que pone es lo que consigue que realmente sean como son. «Soy de los que piensan que, poniéndole ganas, uno puede vivir de lo que quiera. Yo disfruto mucho escribiendo y, en consecuencia, no me importa tirarme horas y horas haciéndolo. O leyendo, o analizando películas para aprender a hacerlo mejor. Y, claro, como paso mucho tiempo trabajando, a la larga tengo más posibilidades de hacer algo medianamente digno. Luego ya está el azar; que al jurado de turno le guste más tu obra que la del resto para que te den algún premio con el que ser publicado o representado. Pero como digo, solo apasionándonos podemos intensificar el azar».