El 11% de los BIC de la provincia están en la comarca

I.M.L.
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Entre los monumentos protegidos hay localidades enteras, castillos, vestigios romanos, murallas y arquitectura del vino

Un total de 48 elementos que forman parte del patrimonio material de la comarca ribereña están declarados Bien de Interés Cultural (BIC). La cifra supone un 11% de este tipo de monumentos con protección especial en toda la provincia de Burgos, donde hay registrados un total de 436. Junto a los grandes monumentos o conjuntos arquitectónicos, hay otras joyas históricas de distintas localidades que, más allá de aparecer en el inventario de bienes patrimoniales de la Junta de Castilla y León, no reciben la atención que cabría esperar tras una declaración como la de BIC, que es incluso desconocida por algunos de los habitantes de los propios municipios donde se encuentran. 

La declaración más antigua data de 1923, cuando el Estado se fijó en el palacio de los Condes de Miranda de Peñaranda de Duero para dotarlo de esta protección especial. Ocho años después, se sumaron otras cuatro joyas patrimoniales, como son la iglesia de Santa María la Real de Aranda, el yacimiento romano de Clunia en Peñalba de Castro, el castillo de los Condes de Avellaneda, también en Peñaranda de Duero, y el rollo jurisdiccional que se encuentra en la plaza peñarandina. 

De hecho, la villa de Peñaranda es una de las que más monumentos BIC atesora, ya que, además de los tres nombrados, en este listado comarcal aparecen su muralla, la botica y la propia localidad, considerada como conjunto histórico. La capital ribereña es otra de las villas que suman más patrimonio monumental protegido, acompañando a la iglesia de Santa María la de San Juan y la de San Nicolás de Bari, ubicada en el barrio de Sinovas, y con la incorporación reciente, en julio de 2015, del conjunto de sus bodegas subterráneas. Roa cuenta con tres bienes BIC, con sus murallas como primer elemento protegido en 1949, seguidas de la colegiata de Santa María, en 1980, y el complejo arqueológico de este enclave histórico, que lograba esta declaración en 1993.

Más allá de los monumentos por separado, hay un grupo de localidades destacadas en la Ribera del Duero burgalesa cuyo casco urbano es de tal belleza y guarda un trazado y una arquitectura tan especiales que han merecido ser declaradas BIC como conjunto histórico. A la ya aludida Peñaranda de Duero le acompañan en esta clasificación Gumiel de Izán, con su característica masa homogénea de tejados de cerámica y estructuras de madera y adobe cargados de historia; la villa de Haza, con su característica función defensiva; y Vadocondes, localidad con realengo que descansa sus siglos de historia sobre un meandro del río Duero.

en medio de la nada. Parte de este patrimonio se encuentra en puntos alejados de la zona habitada de los términos municipales a los que pertenece. Es el caso de los yacimientos romanos, de los que existen cuatro protegidos con la categoría de BIC en la comarca. El de Clunia es el único que ahora está acaparando la atención tanto de las administraciones, para su puesta en valor y estudio, como de los visitantes que se acercan a conocer sus mosaicos y su teatro, pero hay otros tres que pasan más desapercibidos. Los de Roa y Valdeande están en estado de semiolvido, con mucho por excavar, descubrir y poner en valor, mientras que la villa romana de Santa Cruz, en Baños de Valdearados, ha sido en los últimos años el ejemplo perfecto del expolio patrimonial, con el robo de una de las escenas principales de su magnífico mosaico del dios Baco, que se tuvo que sustituir por una reproducción moderna, muy realista, para que los visitantes pudiesen seguir haciéndose una idea de cómo era la decoración de esa sala noble del asentamiento. 

Pero no solo hay bienes con protección administrativa que parecen estar olvidados bajo tierra. El amplio patrimonio monumental hace que algunos de esos elementos estén sufriendo el deterioro del abandono y el paso del tiempo. Es el caso de la Torre del Monte, también conocida como de Montejo, en Castrillo de la Vega, unos restos de una construcción fortificada de finales del siglo XV que debió de tener unos 15 metros de lado, flanqueada por cubos circulares en las esquinas, de la que únicamente se conserva el situado al noroeste. Observando su estado, nadie podría pensar que una vez fue un monumento importante, dado el estado semiderruido en el que se encuentra. Un ejemplo más de que la protección administrativa no va mucho más allá de un papel y que no sirve de seguro para la conservación de las joyas del pasado.