Exigen aplicar la ordenanza y multar ya el botellón

I. ELICES
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El Ayuntamiento no ha tramitado ninguna denuncia en año y medio por beber en la calle y causar alborotos. Las sanciones pueden llegar a 600 euros

Con el inicio del curso universitario y los rescoldos del calor veraniego el centro histórico se convierte en el botellódromo de la capital burgalesa, con centenares de jóvenes reunidos en torno al alcohol en las Llanas, la Plaza de los Castaños o la calle Fernán González. Estos encuentros multitudinarios se producen los jueves, el pasado día 4 fue el quinto seguido desde principios de septiembre, y los vecinos de la zona están hartos. Y eso que el último ha sido «el más tranquilo de todos, gracias a que el dispositivo de la Policía Local empieza a dar resultados», admite uno de los portavoces de la Asociación Casco Histórico Alto.   

En todo caso, estas concentraciones masivas presididas por el calimocho, la cerveza y los cubatas siguen siendo un quebradero de cabeza para los habitantes de la zona de San Esteban, Fernán González o Huerto del Rey. Y continuarán sufriendo sus efectos -voces que no dejan dormir, actos vandálicos y suciedad- «también durante el invierno», vaticinan las mismas fuentes. De ahí que la asociación, además de la presencia policial, reclame que caiga todo el peso de la ordenanza sobre los infractores. Y es que, según recuerdan, la normativa municipal se reformó hace año y medio precisamente «para poner fin a estas aglomeraciones de personas que perturban la tranquilidad de los vecinos».

Es cierto, en mayo de 2017, el Pleno del Ayuntamiento dio luz verde a la modificación de la ordenanza de drogodependencias, que es la que prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública. La reforma endurecía las sanciones por beber en la calle, que hasta ese momento no podían superar los 30 euros.  Con el cambio, las multas pueden alcanzar los 600 euros «cuando se perturbe gravemente la tranquilidad ciudadana». «¿Y qué es lo que ha ocurrido estos últimos jueves en el casco histórico, con centenares de personas gritando e impidiendo el descanso a millares de vecinos?», se pregunta el portavoz de la asociación.

En todo este tiempo -un año y cinco meses- la Concejalía de Sanidad no ha tramitado ni un solo expediente sancionador por la vía de la ‘grave alteración de la paz social’, algo que no entiende la asociación, cuyo representante recuerda que «se modificó la ordenanza -todos los grupos políticos la secundaron- precisamente para acabar con los botellones multitudinarios». Y no se ha conseguido, visto lo visto los jueves de septiembre y este primero de octubre.

Y es que, según advierten desde la Policía Local, «no es fácil demostrar que un grupo está bebiendo y alborotando al mismo tiempo, para empezar porque es complicado sorprender a alguien en el mismo momento que está ingiriendo alcohol». Además, «las botellas y los cachis están en medio de un grupo o a un lado, mientras mucha gente habla de forma animada, sin un vaso en la mano siquiera». Al final, los agentes que forman parte del dispositivo «lo único que puede hacer es dispersar -acaban repartiéndose por otros lugares- a quienes están montando un gran bullicio en un enclave determinado».

Sin embargo, el portavoz de la entidad vecinal considera que solo «las multas de 600 euros serán capaces de terminar con el problema». «En cuanto se corra la voz de que se están empezando a poner muchos se lo van a pensar dos veces», sentencia. La verdad es que el equipo de Gobierno del Ayuntamiento estuvo años analizando cómo endurecer las sanciones y «cuando  lo ha conseguido no se aplica la normativa, se sigue con las multas de 30 euros», que carecen de efecto disuasor. Hay que recordar que fue la Ley de Seguridad Ciudadana, de 2015, la que dio la oportunidad al Consistorio de incrementar la cuantía de las multas, pues uno de sus artículos establece sanciones de entre 100 y 600 euros cuando el consumo de bebidas alcohólicas se produce en lugares, vías, establecimientos o transportes públicos y perturbe gravemente la tranquilidad ciudadana.

De modo que los habitantes del casco alto y no tan alto, porque en Las Llanas y en La Flora las reuniones también tienen lugar, siguen soportando las consecuencias de estas concentraciones multitudinarias. Los episodios de vandalismo -sobre todo a altas horas de la madrugada- están al orden del día;así como orinar en la calle, con el problema de malos olores que ello provoca y la suciedad. Por fortuna, indica la misma fuente, «no se están produciendo robos ni agresiones verbales o físicas a los vecinos, aunque cuando el alcohol abunda nadie asegura que no ocurra en algún momento». Eso sí, también reclaman al Ayuntamiento, actividades alternativas al alcohol para los jóvenes.