«Aquí estoy, saudinizándome»

Beatriz S. Tajadura / Burgos
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Álvaro López Pedrosa, burgalés de 24 años, trabaja en el AVE La Meca-Medina. Terminó la carrera de Ingeniería en la UBU y ese mismo año encontró trabajo en Arabia Saudí

El ingeniero Álvaro López Pedrosa. - Foto: diariodeburgos.es

Álvaro vive a seis horas y media de avión de su casa. Estudió Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad de Burgos. Hoy, con solo 24 años, trabaja para la constructora OHL. Han oído bien. Una constructora. Siempre hay trabajo para los buenos.

Álvaro López vive en la segunda ciudad más grande de Arabia Saudí: Jeddah. Dejó a sus padres y a su hermano en Burgos, y partió hacia Arabia el pasado mayo. Piensa quedarse allí 4 años, como mínimo.

PROYECTO

LA MECA-MEDINA

España consiguió un contrato delicioso. Arabia Saudí le encargó construir un AVE que conectase La Meca con Medina. Son las dos ciudades más emblemáticas de Arabia Saudí.

La Meca es el lugar de nacimiento de Mahoma. Todo musulmán que se precie tiene que peregrinar allí, al menos una vez en la vida. La Meca acoge cada año a millones de árabes. Imagínense el éxito que tendría un AVE que los llevase directos. Sin sudor, sin tener que recorrerse a pie el desierto. El proyecto traería a España 7.000 millones de euros. Es el mayor contrato internacional que ha conseguido nuestro país.

Álvaro López nunca se hubiera imaginado que trabajaría allí. Él se encarga de la obra civil de la parte de electrificación. Como ingeniero, también pasa horas en la oficina. «Ahora mismo estamos construyendo la cimentación de los postes de la catenaria», comenta ilusionado. «Y dentro de poco empezaremos con el movimiento de tierras para las subestaciones eléctricas».

Tras el accidente del Alvia Madrid-Ferrol, los trenes de todo el mundo están temblando de miedo. El AVE de Arabia Saudí, ¿podría salir mal parado? Álvaro cree que no. «Para este proyecto, que ya está construyéndose, no creo que tenga mayor importancia- confiesa-. Y menos si ha sido un fallo humano, no técnico. La culpa no se le puede echar a la alta velocidad española». Eso sí, aunque el AVE La Meca-Medina esté a salvo del chaparrón, hay otros proyectos de trenes, en Brasil o en Rusia, que aún están por adjudicar. Hay empresas españolas peleándose por construirlos. «Quizá ahí sí pueda afectar», agrega el ingeniero.

Álvaro es un tipo con suerte. Terminó la carrera. Y mientras sus compañeros, sin trabajo, se tiraban de los pelos, a él le salió una oferta en OHL, la empresa de construcción. Se enteró de que buscaban ingenieros para mandar a Arabia Saudí. «No pude desaprovecharlo, dije que sí. ¡Así que aquí estoy, saudinizándome!».

No tenía experiencia. Álvaro había hecho unas prácticas de verano, en el AVE Valladolid-Burgos. Pero aparte de eso, nada. No se engañen. El mercado no está tan mal como lo pintan.

«El primer día nada más llegar a Arabia, nos dirigimos a la obra. Está a 100 kilómetros de la ciudad y para llegar hay que coger una carretera completamente recta. Cuando estábamos llegando a la zona, vi una señal que indicaba: ‘Precaución. Zona de tormentas de arena’. Pocos metros más allá, la arena cubría toda la carretera y al pasar, empezaba a cubrir el vehículo. Era una sensación extraña, como si estuvieras andando sobre arenas movedizas». Así lo cuenta Álvaro.

Y es que el AVE ha tenido problemas. Los ingenieros llegaron allí. Se pusieron manos a la obra. Iban sonrientes y pensando en el magnífico proyecto que los aguardaba. Hasta que se dieron de bruces. Construir un AVE en el desierto era más difícil de lo que parecía. Había arena. Hacía calor. Los españoles no estaban acostumbrados a trabajar así. «Lo de la arena ha sido un fastidio», reconoce Álvaro. «El ferrocarril atraviesa zonas con tormentas de arena, imagínate. La arena rellena los huecos del balasto de la plataforma y perjudiac su comportamiento. Además, a altas velocidades la arena es abrasiva y desgasta la vía».

La temperatura también pega fuerte. Lo normal es que en Arabia Saudí haga 40 grados. Casi nada. «No solo es el calor. También está la humedad. Eso estropea el tendido eléctrico y nos obliga a instalar aire acondicionado por todas partes».

El objetivo es que el AVE circule dentro de cuatro años, en 2017. De momento se cumplen los plazos. «La alta velocidad nunca se había enfrentado a estas condiciones. Pero aun así, lo de la arena se está solucionando a tiempo. Se han dispuesto protecciones que impidan el paso de la arena a la plataforma y también bases para mantener limpias las vías».

Un consorcio saudí se encargan de la infraestructura (construri la plataforma, los puentes). «Estos se están retrasando un poco», comenta el ingeniero. «Pero aparte de eso, la obra va rápida y bien».

La gente de allí no habla demasiado del AVE. Ven las obras y el barullo, pero poco más. «Lo que más les llama la atención es la velocidad que va a alcanzar: 300 km/h. El gobierno de Arabia Saudí tiene mucho dinero y se están construyendo grandes infraestructuras. Pero sobre España... los árabes no sabrían decir mucho. Saben que es un país europeo, y ya». Álvaro calla un instante y rectifica: «¡Bueno! ¡El fútbol! Aquí todos están locos con el Madrid y el Barcelona».

TRABAJAR

EN ARABIA SAUDÍ

Álvaro trabaja 40 horas semanales. O sea, 8 horas al día, si coge libre el fin de semana. Igual que en España.

El asunto cambia para los obreros. «Trabajan 10 horas al día y tienen sueldos bajísimos. La comida y el alojamiento también son precarios. Casi esclavitud laboral». Además, para un obrero es difícil salir de ahí. La empresa retiene los pasaportes y uno no puede salir del país sin su permiso. Y es que los obreros no suelen ser árabes. Vienen de fuera. «Del tercer mundo, sobre todo de Paquistán, India y Filipinas». Ellos hacen el trabajo sucio.

Los ingenieros occidentales, como Álvaro, se encargan de la parte cualificada. El trabajo serio, digamos. «La mayoría venimos de Europa, Estados Unidos o Japón». Los ciudadanos saudíes, los del propio país, no tienen la formación adecuada, así que dependen de los extranjeros. «Los extranjeros son la mitad de la población activa de Arabia Saudí», afirma Álvaro.

Una imagen típica: un lujoso centro comercial. En la puerta, un coche deportivo. Y a escasa distancia, una chabola. Así son las cosas en Arabia Saudí. «Hay diferencia extrema entre la riqueza y la pobreza», cuenta Álvaro. «Es lo de la pirámide. En la cúspide hay unos pocos ricos, muy ricos. Y luego vienen todos los demás».

Él forma parte de la exigua clase media. Vive bien y se siente un afortunado. «Para mí, quedarme en España hubiera sido muy difícil. Sobre todo en el campo de la construcción. Arabia es un país muy distinto al nuestro y eso puede asustar. Pero tiene muchos recursos y muchos proyectos por realizar».

Arabia Saudí no está en crisis.  Es el mayor exportador de crudo del mundo. «Todo el país se encuentra en obras», cuenta el ingeniero. «Exportan mucho petróleo y como ganan dinero, ponen en marcha proyectos de calado».

Aun así, su población sigue siendo poco cualificada. Por eso necesitan ingenieros, fontaneros, soldadores, electricistas, mecánicos... de fuera. Gente de perfil técnico. Y les llaman agitando la mano. Están deseando que lleguen. «También necesitan mujeres. Les faltan enfermeras y azafatas. La mujer se incorpora poco a poco al mundo laboral».

VIVIR

EN ARABIA SAUDÍ

La gente de Burgos está acostumbrada al frío. Pero, ¿qué pasa si llevamos a un burgalés a Arabia Saudí? 40 grados. Qué horror. «En Jeddah, la ciudad donde vivo, hay 30 grados en invierno y más de 40 en verano», dice Álvaro. Las chaquetas han pasado a mejor vida.

«Yo siempre uso pantalón y camisa de algodón o lino. Ropa ligera, cómoda. Y por supuesto que no falte el sombrero o la gorra. Tienes que cubrirte la cabeza e hidratarte todo el rato». No hay tregua ni por la noche. Imposible dormir tapado con el edredón.

Además, Álvaro está rodeado de musulmanes. Eso implica una diferencia cultural muy grande, que a veces da problemas. «Ahora están en el mes del Ramadán. No se puede fumar, comer o beber durante el día. Y claro, aunque tú no seas musulmán te termina afectando porque los restaurantes cierran durante el día y a los musulmanes no se les permiet beber o comer en público. Yo he tenido que irme a comer a casa, sin que me vieran. Y evitaba hasta beber un vaso de agua en la oficina», admite, algo azorado.

En el Ramadán apenas se trabaja. Los musulmanes se quedan dormidos en su puesto, sin  cortarse un pelo. Empiezan a moverse cuando llega la noche. Entonces se levantan, se dan festines de comida y no paran quietos hasta el amanecer.

Álvaro no parece muy contento con eso: «En este mes se trabaja muy mal. Aparte de pocas horas, no hacen bien sus tareas. Para nosotros también es un problema, porque los comercios solo abren en horario nocturno».

Una cosa que sorprende a todo el mundo es la hora del rezo. Hay cinco rezos al día, de unos treinta minutos cada uno. «Cuando llega la hora del rezo, todo el país se paraliza. Cierran todas las tiendas. Si te pilla dentro de una, no puedes salir, ni pagar, ni comer». Suspira con resignación. «Al final, no te queda más remedio que aprenderte las horas, para evitarlas. Imagínate que vas con prisa y te pilla una».  

Otro de los mayores desafíos es ir al volante. «Circular por Arabia Saudí es un suicidio. La gente no hace caso de las normas de circulación. Se te cruzan sin mirar, sin intermitentes, circular en sentido contrario es lo más normal del mundo. Y ya no hablemos de la velocidad... Pero bueno, al final te adaptas y conduces un poco como ellos», se echa a reír. «Solo hay que tener cuidado al volver a España, para no quedarse sin puntos».

Menos mal que Álvaro no ha tenido accidentes de coche. Tampoco le han agredido por la calle. Arabia Saudí es un país bastante seguro, a diferencia de lo que piensa la gente. Allí rige la sharia, la ley árabe, que no tolera los robos. El castigo es durísimo para quien se atreva a dañar al prójimo. La tasa de delito es baja.

«Eso sí -matiza el joven ingeniero-, son muy intolerantes con la religión. La musulmana es la única permitida. No hay iglesias católicas y como te vean con una Biblia o un crucifijo, has cometido un delito».

También hay que tener cuidado con las mujeres. En Burgos, cualquiera puede parar a una chica por la calle y preguntarle qué hora es. En Arabia Saudí, eso es una falta grave. «Hay que ser muy respetuoso con ellos y no ofenderles», aconseja Álvaro. Él empieza con buen pie. Ha decidido meterse en la nueva cultura y por eso, está aprendiendo árabe.

«Con el inglés te entiendes. Es el idioma de los negocios y la mayoría de los saudís lo hablan bien. Pero, claro -sonríe-, como voy a estar en Arabia mucho tiempo, no está de más que aprenda árabe. Los obreros, por ejemplo, es lo único que entienden». Acaba de ponerse con el alfabeto. Por algún sitio hay que empezar.

Con todo, Álvaro no ha tenido problemas. Nadie le ha insultado, ni despreciado, ni le han puesto la zancadilla por ser español. Aun así, no deja de ser un burgalés rodeado de árabes. «Menos mal que existe una comunidad española», suspira. «Hay un grupo de españoles en la ciudad y he empezado a quedar con ellos». Menos mal.

ECHAR DE MENOS

ESPAÑA

Álvaro López estará 4 años en Arabia Saudí. Como mínimo. A partir de ahí, su empresa se quedará 12 años más para mantener las vía y es probable que los planes de Álvaro se alarguen también. Tendrá tiempo de sobra para echar de menos España.

«Quiero volver a Burgos unos días, al final del verano», comenta. Demasiado tiempo fuera de casa. «También aprovecharé para hacer un viaje por Europa».

Álvaro tiene también otras nostalgias. «Hay una cosa que se echa de menos por encima de las demás», murmura, y parece abrazarse el estómago. «El cerdo. Aquí está prohibido por la religión musulmana. Es imposible encontrar un bocadillo de panceta o de jamón serrano».

Por lo demás, Arabia está muy globalizada y se puede encontrar de todo. Incluso aceite de oliva. Álvaro no hace caso. No parece un chico muy dado a las ensaladas. «Ya, ya- replica-, pero no hay morcilla de Burgos». Eso es importante, ¿no les parece?