"Cobrar 900 euros sería un sueño. Podría ir al dentista"

Angélica González
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Merche, limpiadora burgalesa, cuenta cómo es la vida con el salario mínimo

En este momento para Merche Toledano cobrar el salario mínimo interprofesional sería algo impresionante. Porque sumando lo que cobra por una sustitución de un mes que está haciendo en una empresa de limpieza y un par de horas diarias en las que acompaña y cuida a una anciana le salen 600 euros. Con esta cantidad tiene que afrontar todos sus gastos y los de su hijo de 22 años que vive con ella y que no encuentra trabajo. Si no fuera por el cable que le tiende su otra hija, que ya está independizada, y Cáritas con los vales de comida, sería imposible salir adelante. «Al principio da un poco de vergüenza acudir a pedir ayuda para comer pero cuando llevas ya tanto tiempo como yo en la precariedad reflexionas y te dices que vergüenza tienen que sentir quienes roban y yo no he hecho nada malo», afirma esta mujer, que no ha puesto ningún problema a la hora de explicar públicamente su situación. Este periódico sondeó a través de otras tres instituciones que apoyan a la población más devastada por la crisis la posibilidad de que alguno de sus beneficiarios contara su situación y no fue posible encontrar ningún testimonio: «Esta es una ciudad pequeña y a la gente le da mucho apuro que se sepa que son pobres, lo que supone una carga añadida a la que ya tienen», explican desde una de las entidades.

Pero Merche no tiene ese apuro. De la misma manera, no le cuesta nada decir lo indignada que le tiene el debate que se ha abierto en los últimos días sobre el incremento del salario mínimo interprofesional, que, si salen adelante los Presupuestos Generales del Estado, se pondría en 900 euros. «A estos que están poniendo el grito en el cielo en el Congreso les daba yo mis seiscientos euros, a ver cómo vivían un mes. Seguro que no se atreverían a decir lo que están diciendo ahora». Queremos saber a quién vota Merche Toledano: «Hace ya muchos años que dejé de hacerlo».

Esta mujer de 53 años tampoco pone pegas a hacer con DB las cuentas de su casa, que, se den las vueltas que se den, no salen: Se gasta 470 euros en alquiler, alrededor de cien entre luz y gas, diez de teléfono y unos 150 de comida más algún imprevisto, que siempre hay: «Claro que esto no cuadra. Sería imposible salir adelante sin mi hija y mi yerno y sin Cáritas, que me facilita la comida». Todos los meses, Merche va a la entidad de la Iglesia Católica para coger un vale de 30 euros para el economato; uno de 20 para la carnicería; otro, también de 20, para la pescadería, y un cuarto de 15 euros para fruta y verdura. Gracias a ello la alimentación en su casa es equilibrada y no faltan productos de primera necesidad como la leche o los huevos. Pero las personas hacen otras cosas además de comer, dormir, calentarse y trabajar. Existe un ámbito social y hasta sociosanitario que queda gravemente deteriorado en estos casos de gran precariedad económica: «Me encantaría ir al dentista a arreglarme la boca, por ejemplo, pero ahora no puede ser. Si cobrara ese salario de 900 euros del que están hablando ahorraría todos los meses un poco para ir al dentista, ese sería mi sueño ahora mismo».

Pero, por el momento, algo tan necesario como la salud bucodental le está vetado a esta mujer, que tampoco puede comprarse ropa -«bueno, yo soy muy apañada y me voy a los chinos, donde se encuentran cosas por cinco euros»- y, en general, no puede permitirse nada que no sea de pura supervivencia. Cuenta que la última vez que fue al cine fue a ver la película de J.Bayona Lo imposible, que se estrenó en 2012; que a la peluquería va una vez al año y que si tiene algún compromiso, como una cena o una boda, pone excusas para no ir: «Digo que tengo que trabajar o me invento cualquier otra mentira porque ir de invitada a una boda supone mucho dinero y yo ahora mismo no me lo puedo permitir».

(Artículo completo en la edición de hoy)