Ramos de la Jungla

I. Elices / Burgos
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Luis Miguel Ramos ha atrapado 600 perros y gatos en los más de dos años que lleva recogiendo animales para la Diputación

Luis Miguel Ramos observa un campo de cereal en busca de los perros que tiene que atrapar. - Foto: DB/Rodrigo Orcajo

No hace falta viajar a Camboya o a Vietnam para jugarse el tipo recogiendo animales ni ver a Frank en La Cuatro haciendo mil y una locuras para atrapar un cocodrilo o una serpiente venenosa. Burgos tiene su propio hombre en la jungla, Ramos en la jungla, que recorre Burgos de este a oeste y de norte a sur en busca de perros y gatos abandonados -éstos por contrato con la Diputación-  y al rescate de cualquier otra especie que se tercie y no se encuentre en su hábitat natural.

Propietario desde 2004 de la residencia canina que toma por nombre su apellido -situada a la salida del barrio de Castañares- en abril del año 2010 se hizo con la concesión para llevar a cabo la recogida de animales domésticos en el ámbito de competencia de la Diputación. Desde esa fecha hasta ahora ha rescatado 600 ejemplares, 47 gatos y el resto, perros.

Si usted es vecino de cualquier pueblo -muchos municipios ya cotizan una cuota anual por disfrutar de este servicio- o veranea en una localidad de la provincia y se topa con un animal suelto, póngase en contacto con el alcalde, quien se encargará de avisar a Luis Miguel Ramos. Este ingeniero agrónomo, que se cansó de dirigir cooperativas agrícolas -«soy más de campo que de despacho», dice- no se dedica a recorrer el territorio burgalés al acecho de animales abandonados. Funciona con cita previa.

Es lo que ha ocurrido en Santa María del Campo. Dos perras, madre e hija, una negra y otra pinta, han parido hace escasas semanas y ellas y sus camadas -12 cachorros en total- campan a sus anchas por el pueblo. Por el día no se les ve demasiado, se esconden en el cauce de un arroyuelo a las afueras del pueblo. Pero por la noche sí hacen de las suyas, se cuelan en patios y sacan basura de los contenedores.

Lo peor, temen que los cachorros crezcan y se habitúen a vivir en  la localidad, por no hablar del riesgo de que las hembras se queden preñadas y la prole se multiplique. Para evitar una ‘invasión’ había que dar con los animales y llevárselos de allí. Por ello avisaron a Luis Miguel.

Son perros, no son leones ni tigres ni serpientes venenosas, «pero que nadie se piense que salen a la carretera con las maletas hechas» a esperarle. Sus brazos demuestran que se trata de una profesión de riesgo, llenos de mordeduras, algunas de las cuales le han dado un buen susto. En una ocasión un perro muy agresivo le clavó los dientes durante un rescate. Acudió tan tranquilo con la presa hasta la mutua a lo que consideraba que iba a ser una cura al uso. Tras examinarle telefonearon rápidamente al 112 para que enviara el helicóptero de Sacyl. «¿Dónde me lleváis que es solo un mordisco?», exclamó extrañado. Habían examinado al can y presentaba síntomas de haber contraído la rabia. «Pero que tengo que recoger a mis hijas en el colegio», previno a los médicos. Nada, directo a Valladolid. «Me pusieron una inyección en el vientre y vuelta a Burgos; no llegué a tiempo de recoger a las peques», bromea.

Cada año Ramos está de baja tres o cuatro días por obligación. Las vacunas antirrábicas, el tétanos, la sarna o el tifus le dejan en un estado de tal debilidad que debe guardar reposo.

Este periódico da fe de las dificultades que tiene para atrapar los animales. Un redactor y un fotógrafo le acompañan en la segunda jornada que acude a la localidad del Bajo Arlanza. En la primera lleva a cabo un reconocimiento de la zona con el fin de establecer qué instrumentos le harán falta para completar con éxito la faena. Si en este primer día puede hacerse con alguna de las presas, evidentemente, no deja pasar la oportunidad. Pero prefiere no acercarse mucho, «porque si las perras se dan cuenta de que hay un invasor, cambian de sitio y después no hay quien las encuentre», indica.

Y es que Ramos conoce muchos de los hábitos de los animales. «No los he estudiado en ningún libro, las enseñanzas son de mi padre y de la experiencia» explica. Por ejemplo, si la perra da un ladrido y escapa ante la presencia del lacero es que ha advertido a su camada de que «deben esconderse aplastados contra el suelo». A uno de los cachorros que atrapó durante la jornada lo encontró tras pisarle sin querer cuando estaba agazapado entre las zarzas de un arroyo. «Si no le piso me paso de largo», señala.

Con las perras lo tiene más complicado. Podría tirar de rifle -si bien en términos municipales está prohibido el uso de armas de fuego-, pero prefiere la cerbatana, pues no corre el riesgo de que muera el animal. «Si disparas con una jeringa anestesiante a un perro puedes acertarle en el corazón o un pulmón y atravesarle, porque la potencia del tiro es muy alta; pero con la cerbatana, no», afirma.

Durante la aventura a la que asiste Diario de Burgos hace dos intentos, uno con cada hembra adulta. A la de pelaje oscuro la espanta al acercarse a la acequia en la que descansaba. Sale corriendo asustada, sopla con fuerza, pero yerra con el dardo tranquilizante. No es sencillo, sobre todo a un blanco en movimiento. Este animal no vuelve a aparecer en escena al oler el peligro de ser atrapado. Al final de la mañana, cuando  Ramos ya se dispone a volver a Castañares, hace acto de presencia la perra pinta. Arranca el todoterreno con la cerbatana en el regazo, acelera y se pone a la altura del animal cuando merodeaba por un camino. Vuelve a fallar, en esta ocasión el dardo se ha caído debido a los botes del coche durante la persecución y al soplar por la boquilla no sale nada.

De haberle acertado, habría tenido que correr detrás de ella campo a través hasta dar con el lugar donde cae exhausta, porque el anestesiante hace efecto a los dos minutos si le acierta en un órgano vital y cinco o seis si le da en los cuartos traseros. Y no solo eso, tras encontrar a la presa hay que echársela al hombro rápidamente y volver al coche, porque «puede despertarse». «Y si es un mastín que se ha perdido en medio del monte, imagínate, hay que estar en forma», indica. Para apresar al resto a estas perras y al resto de cachorros acudirá otro día. Colocará jaulas con cebo a primera hora de la mañana y acudirá a ver qué resultado han dado a última hora de la tarde. «Generalmente hay que dar más de un viaje, sobre todo cuando se trata de trabajos con muchos animales», explica.