Cada vez más solos

Angélica González / Burgos
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Casi 44.700 personas no tienen compañía en casa. El ocaso de la 'familia extensa', el aislamiento de los que sufren la crisis y el salto de la solterona a la mujer autónoma ayudan a explicar este fenómeno

El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha dado a conocer la denominada Encuesta Continua de Hogares del año 2015 en la que se especifica el número de espacios de convivencia que existen en el país y por cuánta gente están compuestos. Uno de los datos más llamativos fue el nuevo incremento (que ya se había experimentado en 2011) de las viviendas que están  habitadas por una persona. En Burgos son 44.697 quienes desarrollan su vida sin compañía en casa, un 10,06% más que hace cuatro años. Y es un fenómeno que va en aumento.

Aquellas fotos, que hace ya tiempo se quedaron amarillentas, de familias numerosas en las que se apiñaban hasta diez y doce personas (sin incluir a las abuelas) son, evidentemente, la reliquia de un tiempo que no va a volver. Pero también tienen otro mensaje: Que la forma de vida de este país ha cambiado para siempre, que esto no tiene vuelta atrás. Se trata de un concepto que cualquiera puede comprobar en el día a día pero que toma más fuerza cuando la realidad encuentra su respaldo en los números, que ésos sí que son indiscutibles. El pasado día 6 de abril el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó lo que denomina Encuesta Continua de Hogares del año 2015 donde da cuenta del número y el tamaño medio de los espacios de convivencia de este país. Una de sus principales conclusiones fue que sigue aumentando (ya lo había hecho en 2011) el número de personas que viven solas. En España alcanza los 4,5 millones, lo que supone un 25% de la población.

Tanto en Castilla y León como en Burgos la cifra tampoco para de crecer. Desde el INEexplican que aunque estadísticamente los datos no tengan excesiva relevancia, sí que existe una tendencia que parece imparable a sumar más y más casas habitadas por una sola persona. La región tenía en 2011 un total de 272.442 hogares unipersonales que se han convertido en 2015 en 292.900. Ha pasado de suponer un 10,7% al 12,14%. Y Burgos no ha sido una excepción: En 2011 se contabilizaron 41.562 y  cuatro años después han sido 44.697.  Félix Ángel Cuevas, delegado provincial del INE en Burgos lo explica con mucha claridad: el porcentaje de personas que viven solas en esta provincia se ha incrementado un 10,06% en los últimos cuatro años, al pasar de un 11,16% del total de la población en 2011 a un 12,28% del conjunto en 2015.

Las razones de esta soledad son múltiples. El psicólogo y profesor de la Universidad de Burgos, Fernando Pérez del Río, muy interesado en el fenómeno, se muestra impresionado por el aumento del 10,06% de personas que viven solas en estos cuatro últimos años: «Es casi más de una de cada diez. La media de una familia son unas cuatro personas, pues por cada tres pisos que ves, en uno vive alguien solo». Y a ojo, calcula que de este montante es una minoría la que ha elegido esta forma de vida». A su juicio, hay múltiples y singulares causas para que poco a poco las familias que conocimos hace apenas unas décadas dejen muy pronto de existir: Desde el envejecimiento de la población hasta el individualismo pasando por el nuevo diseño urbanístico de las ciudades e incluso la  mayor autonomía de las mujeres.

 «Hasta los años 80 no había ninguna abuela que no viviera con algún hijo y ayudara en la crianza de los nietos. Ahora también lo hacen pero conservan su propia casa, las personas mayores son mucho más autónomas, si la salud se lo permite, y quieren también su propia intimidad. Los abuelos han cambiado mucho. Creo que en esto ha influido mucho la cultura neoliberal y capitalista y el consiguiente individualismo que ha traído, en el sentido de ‘yo quiero estar con mi familia nuclear nada más’, así que se valora mucho más el grupo familiar pequeño», dice. La denominada ‘familia extensa’ (abuelos, tíos, primos) ya no se tiene tanto en cuenta.

El aislamiento. Y cómo no hablar de la crisis. El concepto del que no paramos de oír comentarios desde hace casi una década también está muy presente en lo concerniente a la soledad. Porque, a pesar de que se ha hablado mucho del colchón familiar en el que los parados y desahuciados han encontrado un salvavidas para tanta tragedia, hay muchas personas que «por vergüenza», según el experto, no han querido pedir ayuda y no solo viven solos sino que han dado un paso más y se han quedado aislados (un buen ejemplo sería el personaje de la película Los lunes al sol que no confiesa que ha sido abandonado por su mujer ante sus amigos y vive en la más absoluta miseria que solo su cuadrilla descubre cuando le echan en falta porque ha fallecido). «Este es el peor caso y ahora se están dando con estas características. No es una soledad buscada, es autoimpuesta, es el aislamiento». Una sociedad tan competitiva como la actual, reflexiona, acrecienta la sensación de apuro ante los demás por el fracaso laboral y una situación social desfavorecida.

Pero no siempre hay un drama detrás de ocupar un hogar de forma independiente -los testimonios de la página siguiente así lo atestiguan- sino que se está imponiendo en un sector de la sociedad un tipo de vida sin responsabilidades para con otras personas, como las parejas sentimentales en las que cada miembro mantiene su casa, o la mujer que decide vivir sola sabiendo que ya no será pasto de la crítica social más furibunda. Para el psicólogo, este caso -el de las relaciones tipo Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, cada uno en su casa- no es nuevo sino que lleva un tiempo ya instalado: «También hay personas que desearían tener una pareja y no la encuentran. Ésa es una soledad no buscada». Y hay un tercer grupo, el de los denominados con el anglicismo singles (solteros) o ‘monógamos sucesivos’, en palabras del psicólogo, que no tienen mayor interés en compartir su vida con nadie y exigen un alto nivel de respeto a su espacio propio.

Además, a su juicio, en la sociedad occidental está bien vista esta forma de vida autónoma, algo que  viene, a juicio de Pérez del Río,  de la filosofía griega. «Acuérdate de Diógenes, que no necesitaba nada y cuando fue el emperador a visitarle le pidió que se quitara de en medio porque le tapaba el sol. Ahora hay muchas personas autosuficientes que se creen que están comunicados y tienen amigos en las redes sociales, que solo provocan relaciones flojas y efímeras».

Hay otras razones que tienen que ver con la soledad y que quizás no sean tan evidentes a primera vista. Fernando Pérez del Río se refiere al nuevo urbanismo, por ejemplo. «Seguimos modelos cada vez más parecidos a Estados Unidos abandonando los barrios de toda la vida. Yo te diría que el problema no es estar solo sino mantener el contacto con otras personas y las urbanizaciones lo impiden tanto que los vecinos ni se conocen», añade el experto, que apuesta por el asociacionismo como remedio contra la soledad.

El factor feminismo también influye. Que una mujer viva sola ya no chirría socialmente como hace unas décadas: «Se ha pasado de la solterona a la mujer autónoma que no necesita un hombre para vivir». Y para concluir, el psicólogo recuerda a tantas personas que viven en pareja o en familia y se sienten solas. Pero ésa, es otra historia.