«A la vida le pido un currito, no volver a beber y ser una persona normal»

Angélica González / Burgos
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Fernando Pérez Nalda - Usuario del Ceis

«A la vida le pido un currito, no volver a beber y ser una persona normal» - Foto: Patricia

Hace tres años y tres meses que está sobrio, el mismo tiempo que lleva viviendo en el Centro de Integración Social (CEIS) de la Fundación Lesmes, y dice que no se le pasa por la cabeza la posibilidad de tomar ni un vino «porque un poquito de alcohol para mí es como un barril de pólvora que puede explotar en cualquier momento». Fernando Pérez Nalda, de 54 años y natural de La Rioja, cuenta que bebe desde los 15 y este «follón», como él lo denomina, le ha hecho perder a la familia y verse literalmente en la calle, lo que agravaba su alcoholismo. «Para aguantar la intemperie tenía que beber nada más levantarme. Yo he salido en la tele durmiendo en un cajero», cuenta, con una normalidad pasmosa, la misma con la que explica que su estancia en el CEIS es la segunda: «La otra vez se me cruzaron los cables y me marché».

Este ‘cortocircuito’ tiene que ver, según explica la psicóloga del centro Pilar Benavides, con la adicción: «No hace falta que tengan un problema o que discutan con alguien. Son impulsivos, de repente no les cuadra algo, quieren ir a beber y lo hacen. No es infrecuente que esto ocurra pero tampoco que al cabo de un tiempo, les tengamos aquí».

Así que Fernando se vio, otra vez, durmiendo en los cajeros hasta que se hartó de esa vida y volvió al CEIS «porque no hay sitio en toda España en el que te ayuden como aquí». Y ahora está estupendamente, rehabilitado y absolutamente preparado para vivir por su cuenta. Si sigue en la residencia es porque no tiene trabajo -forma parte, además, de ese subgrupo de mayores de 50 sobre los que existe la sensación de que no volverán a formar parte del panorama laboral nunca más- ni una ayuda económica que le permita ser autónomo, un problema que se ha generalizado con la crisis económica. A pesar del negro panorama, Fernando dedica dos mañanas a la semana a la búsqueda activa de empleo, lo que significa patearse la ciudad dejando currículums. El resto del tiempo lo pasa en talleres «matando el tiempo y haciendo terapia con Pilar».

Está convencido de que no volverá a sucumbir a la botella -«no conozco a ningún alcohólico mayor de 60 años porque están todos muertos y yo quiero pasar de esa edad»- y sus ambiciones son muy sencillas: «Yo a la vida le pido un currito, no volver a beber, ser una persona normal como las que pasan por la calle y, desde luego, no me pienso morir soltero».

Además de las plazas residenciales, Fundación Lesmes tiene dos pisos donde viven las personas que han pasado por el CEIS completando el programa y que tienen ingresos: «Con la crisis, en los pisos estamos acogiendo tanto a los que tienen un empleo como a los que viven con alguna pensión o ayuda. En el caso de Fernando fue así pero al terminar de percibir unos ingresos sociales ha tenido que volver a la residencia».

Junto a él viven otras 34 personas (tres son mujeres) y en más del 80% de los casos su principal problema es o ha sido una adicción, al alcohol, sobre todo, pero también al juego y a otras drogas. Ayer por la mañana en el CEIS no se oía una voz porque estaban todos en los talleres o buscando empleo. Pero el aroma del guiso de arroz con verduras que hacía Andrés (también con una dura biografía a sus espaldas y exenganchado a muchas cosas) le daba el aire hogareño que buscan los que se cansaron de la calle.