La investigación de materiales atrae a la UBU 1,6 millones en apenas dos años

B.G.R. / Burgos
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ICCRAM. El Centro de Materias Primas Críticas requiere de más espacios y personal para desarrollar 9 proyectos europeos. Ocuparán el aula del máster de Evolución Humana del edificio de I+D+i y se contratarán 20 científicos antes de acabar el año

Se creó oficialmente en junio de 2014 por acuerdo del Consejo de Gobierno de la Universidad de Burgos y desde entonces el Centro internacional de investigación sobre materias primas críticas para tecnologías industriales avanzadas (ICCRAM según sus siglas en inglés) ha logrado atraer al campus burgalés 1,6 millones de euros en nueve proyectos europeos. El objetivo de todos ellos, con independencia de su campo de aplicación (medicina, aeronáutica, industria, telefonía, energía...), es la búsqueda de nuevos materiales claves en el desarrollo de la tecnología más puntera, bien para depender menos del mercado asiático que monopoliza algunos componentes o para avanzar en la innovación industrial del futuro.

Para desarrollar todos estos programas (tan solo uno de ellos ha concluido) el centro necesita más espacios (tres laboratorios) y recursos humanos (entre 15 y 20 investigadores) a «largo plazo». O lo que es lo mismo, «que se queden enBurgos», según pone de manifiesto su director, Santiago Cuesta. Y en estos dos ámbitos están trabajando los responsables de la institución académica local. Su ubicación actual es la segunda planta del Centro de I+D+i del campus, situado junto a la Facultad de Ciencias, donde gestionan un laboratorio de nanotecnología y disponen de una sala y despachos que dan cabida a los doce investigadores existentes.

El vicerrector de Infraestructuras, Juan Manuel Manso, reconoce que la ampliación de espacios del ICCRAM es «importante y necesaria». Por ello, y al compartir planta con los alumnos del máster interuniversitario de Evolución Humana, la intención pasa por trasladar a estos (que no los equipos científicos) de forma provisional a la Facultad de Ciencias, dejando así libre un aula que se adecuará para que el centro científico pueda desarrollar su trabajo.

«Ganará 100 metros cuadrados de forma inmediata», subraya el responsable académico, que también hace referencia a los planes de futuro. En este sentido, avanza que la previsión pasa realizar obras de adaptación en el edificio de I+D+i para que se pueda hacer uso de otros espacios como el vestíbulo, que está inutilizado, en un plazo máximo de seis meses.

En el caso de los estudiantes del máster, el actual equipo rectoral cree necesario definir una ubicación «definitiva», para lo que se piensa en las instalaciones del Hospital Militar y en el adecentamiento de aquellas zonas que aún no han sido reformadas. No obstante, Manso considera que tendrá que ser el nuevo rector el que tome la decisión definitiva.

En cuanto a los recursos humanos, Cuesta avanza la necesidad de incorporar a entre 15 o 20 investigadores para poder desarrollar los proyectos conseguidos. Respecto a este asunto, el vicerrector de Profesorado, Alfredo Bol, explica que ya se han desarrollado los protocolos necesarios para poder contratar a doctores que hayan realizado la tesis fuera de España, ya que hasta ahora no se había dado ese caso, asegurando que la demanda de personal quedará satisfecha antes de acabar el año.

Crecimiento inesperado. «El éxito de l ICCRAM ha desbordado las previsiones y se ha convertido en un reto institucional», señala el responsable académico, al tiempo que subraya que los objetivos del centro se han cumplido no solo en cuestiones económicas, que también, sino en el posicionamiento de la UBU y de la propia ciudad en el ámbito internacional.

Y es que, los 1,6 millones de euros conseguidos suponen casi la mitad del total de fondos que recibe la UBU de la UE. «El centro nos está enseñando que es necesario modificar el esquema de retorno de la financiación», subraya Bol, en referencia no solo a los investigadores de esta dotación sino también al resto de grupos científicos de la Universidad de Burgos. En este sentido, considera que la institución académica debe implicarse más en atender la gestión de los programas para que los científicos no tengan que ocuparse de esta labor y facilitar los fondos porque «si no les das dinero para que puedan seguir soñando dejarán de hacerlo».

Por su parte, el proyecto de futuro que plantea Santiago Cuesta, que recaló en el campus burgalés gracias a una beca Ramón y Cajal -las de mayor prestigio en investigación-, aspira a convertir el ICCRAM en un centro de competencias que supondría un elemento diferenciador y de especialización de la UBU. «Son aquellos que crean innovación y conocimiento para trasladarlo a las empresas. «No solo se trata de dar un servicio a una industria sino que, además, se le aconseje sobre cuál es el más conveniente», señala, al tiempo que subraya que este modelo es el que funciona fuera de España. «En Europa las universidades no son las que buscan a las empresas sino al revés», manifiesta. De hecho, uno de los primeros pasos en este sentido se dio hace menos de un año con la creación de un consejo industrial en el que participan más de una veintena de empresas.