Nadie se resiste a una noche especial

R.P.B. / Burgos
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El frío no ahuyentó a los burgaleses, que convirtieron las calles del centro en un hormiguero humano • La Noche Blanca vuelve a ser un éxito de participación

‘Corazón de tarta’, espectáculo estrella de la Noche Blanca. - Foto: Valdivielso

Para cuando los belgas de Theatre Tol elevaron al cielo sus aladas y blancas promesas, sus sensuales y acrobáticos bailes, las calles del centro ya se habían convertido en un hormiguero humano bien pertrechado para combatir el frío, demostración de que las bajas temperaturas no ahuyentan a los burgaleses en una cita consolidada, la noche en que la ciudad se convierte en un teatro de sueños, una urbe transformada, de puertas y ventanas abiertas, tomada por la música, la poesía, las luces, el teatro, la literatura. La cultura, en suma, que anoche volvió a elevarse por encima de fríos y preocupaciones, de crisis y tristezas, conquistando la ciudad, abriéndola, haciéndola porosa a todas las ofertas que, como una amante seductora, ofrecía. Promesas para todos, grandes y pequeños, gigantes y diminutos.

El ‘Corazón de tarta’, el espectáculo central de otra Noche Blanca exitosa, fue el postre ideal para los cientos de burgaleses que se concentraron en la plaza Mayor para contemplar el espectáculo, ya que para entonces muchos habían ya cenado en los alrededores o seguían haciéndolo con alegría, que no cabía un alma en los bares -ya no está tan claro si por cuestión de apetito, por entrar un poco en calor o por mirar de reojo cómo el Bayern le metía mano al Borussia de Dormund-.

La enorme grúa instalada en la plaza Mayor prometía un montaje espectacular.La puesta en escena y la música contribuyeron a ensalzarlo: una voz melodiosa y el foco sobre la figurante principal, vestida de blanco con una cola de globos, irrumpió en la noche como una imagen soñada. Una novia volandera que pronto acompañó un carrusel suspendido en el aire, en el que seis figuras permanecían ovilladas dentro de unos velos blancos. En el centro, sobre una bicicleta, un acróbata hacía sonar el violín. Era el novio, que no tardó en recoger a la chica, besarla y elevarse con ella al cielo, momento en el que el resto de figuras del carrusel salieron de su ovillo deslumbrantes, seres alados que soltaban confeti, globos, polvo blanco, brillantina, acompañando a la pareja en ese sueño de una noche heladora de primavera, sin dejar de agitar las manos, de contonearse suspendidas en el aire, girando y bailando, como palomas llenas de luz. Aunque quizás menos espectacular que otros años, el evento central de la Noche Blanca concitó el principal interés de los miles de burgaleses que se echaron a la calle anoche resueltos a dar el sexto espaldarazo consecutivo a una cita que parece ansiada a tenor de lo vivido anoche.

Hormiguero humano. Este imagen del Espolón es más que significativa del éxito de la sexta edición de la Noche Blanca: las calles de la ciudad fueron tomadas por los burgaleses.Hormiguero humano. Este imagen del Espolón es más que significativa del éxito de la sexta edición de la Noche Blanca: las calles de la ciudad fueron tomadas por los burgaleses. - Foto: Valdivielso

Calles tomadas

Porque cada rincón, cada calle, cada esquina de la ciudad fue literalmente tomada. Llegaba a costar horrores atravesar determinadas zonas, ya que las concentraciones de actividades convertían cada espacio en un reclamo en el que todo el mundo quería detenerse: La Paloma,Laín Calvo, la Flora, Capitanía, ElEspolón, el Arco de Santa María, el puente de San Pablo, el Fórum... Riadas y riadas de gente, música que llegaba de aquí y de allá, colas espectaculares para ver museos que abren a diario, corales actuando en los lugares más insospechados que sorprendían gratamente a los menos informados, tangos frente a Capitanía, bailes tradicionales, la impresionante danza de la primavera india que dejó estupefactos a cuantos pasaron por los alrededores de la Casa del Cordón... Nadie quería perderse nada. Todo el mundo quería exprimir la noche, olvidar por un rato la realidad más cruda. La Noche Blanca volvió a ser la excusa para ser, por un rato, moderadamente felices.