Los últimos de la escuela de Arauzo

R.P.B.
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La mayoría de los vecinos quiere que la escuela siga abierta. Sin embargo, se teme que las presiones y la inconveniencia de que los críos se eduquen sin otros compañeros hagan claudicar a la familia cuyos hijos son los únicos alumnos que quedan

Nada quiebra la tranquilidad de la mañana en Arauzo de Miel, donde los escasos vecinos que se dejan ver por sus callejas se afanan en sus quehaceres cotidianos con aire despreocupado, sin la prisa furiosa que angustia las ciudades. Tampoco la hora del recreo interrumpe el sosiego de la jornada: no hay jolgorio cuando se abren las puertas de la escuela para que los alumnos salgan al patio porque la chavalería que hoy ocupa sus aulas se ha visto reducida a tres escolares, el número mínimo exigido para que permanezca abierta. Un rápido análisis de la siempre fría estadística podría llevar a colegir que el de Arauzo de Miel es uno de esos casos tristemente repetidos en la vieja Castilla, una consecuencia de la despoblación rampante que está desangrando su extensa geografía. Sin embargo, representa todo lo contrario, una rareza, una verdadera paradoja: viven muchos más niños en el pueblo, pero todas las familias, salvo una, han optado por llevar a sus hijos al colegio de Huerta de Rey, cabecera de la comarca.

Si no fuera porque los hermanos Inés, Marcos y Cinthia -de diez, ocho y seis años- permanecen en la escuela de Arauzo, esta ya hubiese cerrado sus puertas. Tan insólita situación (que comenzó hace ya unos cuantos cursos aunque se ha agravado especialmente en éste) está provocando, si no problemas de convivencia, sí un enrarecimiento en el ambiente del pueblo y en determinadas relaciones, como reconoce la madre de los pequeños, que lleva tiempo aguantando presiones, más y menos veladas, para que saque a sus críos de la escuela, lo que supondría un cambio notable en el estatus de las familias de Arauzo que ya tienen escolarizados a sus hijos en el colegio de Huerta, toda vez que podrían disponer de transporte y comedor gratis, algo a lo que ahora no tienen derecho porque la escuela del pueblo sigue (a su pesar) abierta.

«Llevo varios años soportando esta situación. Y me duele mucho. Mis hijos están solos en el colegio. Lo normal y lo más sano es que tuvieran otros compañeros. Yo ejerzo mi derecho a tener a mis hijos en la escuela del pueblo en el que vivimos. Si no hubiera aquí escuela les tendría que llevar a otra de fuera. Pero tengo colegio y no le encuentro sentido a llevármelos a otro centro. Pero por otro lado también me da pena que estén los tres solos, siento que les faltan muchas cosas», explica María Ángeles. En este tiempo ha percibido cierta hostilidad por parte de algunas personas, y admite que la relación con otras madres del pueblo se ha estropeado por esta cuestión. La han llegado a acusar de egoísmo. «Me he sentido muy presionada. Yo procuro ir a mi aire, pero lo que más me duele es que repercute en mis hijos. Lo que me hagan a mí es otra historia. Este periodo escolar de mis hijos, que debería ser bonito, no lo está siendo en absoluto.Está siendo duro. La vida en los pueblos es siempre muy complicada. Parece que si no te unes a la mayoría eres un extraño», apostilla esta madre de espíritu numantino.

El mismo derecho y la misma libertad para elegir a qué colegio llevan a sus hijos tienen quienes han optado por sacarles de Arauzo. Las motivaciones que esgrimen son diversas; unos, porque algún hermano mayor ya ha empezado la Secundaria (que no se imparte en el centro de Arauzo); otros, porque prefieren que sus vástagos estén en un colegio más grande y puedan así relacionarse con más niños; otros piensan que la educación en un centro escolar más grande es mejor que uno más pequeño. No hay objeción que valga para ninguno de esos argumentos, salvo para el último. Juan Carlos Rodríguez Santillana, director provincial de Educación, es tajante al respecto. «Arauzo es una unidad del Centro Rural Agrupado de la Demanda.Es una unidad del mismo colegio, sometido al mismo régimen, a la misma programación. De la misma forma que en muchos colegios las aulas se reparten por distintos pisos de un mismo edificio, los CRA son unidades o aulas que se colocan físicamente en localidades distintas; por lo demás, tienen la misma estructura administrativa, el mismo código, la misma inspección, los mismos libros.Son exactamente iguales. En Burgos el sistema es enormemente homogéneo y esta es una gran suerte. Y los resultados académicos lo demuestran».

(Artículo completo en la edición de hoy)