Nepal, objetivo burgalés

B.G.R. / Burgos
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Tres jóvenes viajan durante tres meses al país asiático para retratar la realidad de los niños con discapacidad • Un documental y un trabajo fotográfico muestran un mundo radicalmente distinto

Carla (i.), Rodrigo y Raisa, vestidos de boda en Panauti, cerca de Katmandú.

No lo dudarían ni un momento: recomendarían la experiencia. Es algo que ocurre siempre a la vuelta de un viaje de cooperación. Las vivencias son tan intensas, que no se entiende cómo se ha podido vivir sin ellas hasta ese momento. Rodrigo Mena, Carla Carmona y Raisa Rebollar regresaron de Nepal a principios del mes de mayo, después de haber pasado tres meses en la ciudad de Hetauda, al sur de la capital (Katmandú), con una  organización no gubernamental catalana que trabaja con menores con algún tipo de discapacidad.


El objetivo de su viaje era plasmar la realidad nepalí, sobre todo de este colectivo, a través de una cámara, bien fuera de vídeo o de fotos. Raisa y Carla se han ocupado de grabar un documental, convertido en proyecto de fin de carrera de Comunicación Audiovisual. La primera lo ha dirigido, producido y guionizado, mientras que la segunda se ha encargado de la grabación junto a Rodrigo, que ha recogido en imágenes material suficiente para una exposición.


La vuelta ha sido dura. Tanto o más que la llegada al país asiático.  «El cambio fue brutal. Es una realidad distinta, y lo que resulta más costoso es ver los pocos recursos con los que cuentan», explica Carla, especialmente sensibilizada  por motivos familiares con el mundo de la discapacidad. Porque una vez allí, lo de menos es que se corte el agua o no haya luz, sino contemplar indrédulo cómo la discapacidad se entiende como un «castigo de los dioses», influidos por la religión mayoritaria (hinduismo), que hace que las familias abandonen a sus hijos.

Rodrigo, Carla y Raisa (d.) fueron invitados a una boda local.Rodrigo, Carla y Raisa (d.) fueron invitados a una boda local.


Y es ahí donde entra en acción la ONG Familia de Heatuda, que cuenta con una casa de acogida para niños con discapacidad con la que han colaborado estos tres jóvenes. «Es como un oasis en medio del caos», describe Rodrigo para explicar la felicidad que irradian los mismos pequeños que, a pesar de su corta edad, acumulan dramas familiares a sus espaldas. Un aspecto en el que coincide Raisa, que ha querido mostrar en su documental la «realidad de lo que pasa» pero sin «caer en el drama» porque «ellos son felices».


Son sus miradas incrédulas y expectantes ante un objetivo ajeno, y las de las personas mayores, las que más han impactado a quienes estaban detrás de las cámaras.  Una fuerza que no supera la de los espectaculares paisajes del Annapurna, en la cordillera del Himalaya, que han contemplado boquiabiertos durante los 20 días del viaje que han dedicado a hacer turismo. Otra experiencia en la que, incluso, fueron invitados a una boda local (la de su guía turístico), participando así de unas costumbres tan distintas a las suyas donde los matrimonios son concertados y la mujer queda relegada a un segundo plano.


El día en Nepal amanecía a las cinco de la madrugada. Hora de hacer yoga con los chavales de la casa de acogida en la que colaboraban. Después, llegaba la rutina de echar una mano a la ONG y de dedicar tiempo a sus respectivos proyectos. Todo ello dentro del clima de tranquilidad, serenidad y  sosiego que brindaban los habitantes de la ciudad. «La gente era muy cercana y te daba confianza», explica el fotógrafo, que en ningún momento se sintió inseguro aun llevando un buen equipo digital en su mochila de a pie.


Ninguno de los tres habla de pobreza extrema, sino de recursos limitados. De la ausencia de todo aquello que para el mundo occidental resulta imprescindible y allí se convierte en innecesario. «Viven con lo justo; no tienen grandes cosas pero no les falta un plato que comer y sitio donde dormir», apunta Rodrigo, a lo que Raisa añade que el hecho de conocer esta realidad le ha llevado a valorar  a su regreso algo tan aparentemente sencillo como es abrir un grifo y que salga agua.


Experiencia muy recomendable. Los tres recomendarían la experiencia y repetirían el viaje (Rodrigo se plantea volver este verano con algún familiar). Porque te hace «crecer» como persona, porque «enriquece» a todos los niveles, porque enseña que no estamos solos en este mundo. Pero más allá del crecimiento personal, el viaje  les ha supuesto también un aprendizaje profesional que ha llegado a cambiar sus decisiones de futuro previstas inicialmente.


Carla quiere hacer un máster de Cooperación al Desarrollo, en lugar del de periodismo deportivo en el que siempre había pensado, y Rodrigo cursará otro de fotoperiodismo, después de confirmar su vocación por inmortalizar otras culturas, que ya ha podido poner en práctica los dos veranos pasados con sendas estancias en la India a través de becas de colaboración de la Universidad de Burgos, las mismas de las que han disfrutado este año sus compañeras de viaje, a las que ha querido acompañar asumiendo los gastos de su bolsillo al estar ya licenciado.


Raisa, por su parte, se ha centrado en el documental, en intentar promocionarlo en cines o productoras. Al igual que Carla reconoce que la experiencia de Nepal ha sido su primer contacto con el mundo profesional, la puesta en práctica de las lecciones teóricas de clase. Así que, el balance de estos tres jóvenes no puede ser más positivo, a pesar de los contratiempos y las dificultades vividas. Porque, como resume esta última joven, «nos han hecho sentir como en casa aunque estuviéramos a miles de kilómetros de ella».