«Europa tiene que echar mano de sus principios»

B.G.R. / Burgos
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José Cuenca Anaya • Embajador de España

Nacido en Jaén y licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, ingresó en Escuela Diplomática en 1964. Ha sido director de gabinete de los ministros Marcelino Oreja y Pérez-Lloca, además de embajador de España en países como Bulgaria, Grecia y Canadá, viviendo en primera persona el fin de la Unión Soviética en su etapa en Moscú. De sus experiencias hablará esta tarde a las 19 horas en el Hospital del Rey, invitado por la UBU.
 
Un embajador no puede contar todo lo que sabe», dice José Cuenca. Pero sí algunos episodios de su intensa carrera diplomática. Lo ha hecho en el libro De Suárez a Gorbachov. Vivencias y confidencias de un embajador, sobre el que esta tarde pronunciará una conferencia en un ambiente universitario que le resulta «estimulante y agradable» porque «el contacto con la juventud rejuvenece». 
 
¿Qué confidencias revela en De Suárez a Gorbachov?
Muchas. En realidad, aquellas que puedo revelar porque un embajador no puede contar todo lo que sabe. Cuento muchas cosas por primera vez, no por afán de revelarlas sino por poner las cosas en su sitio para decir la verdad o lo que me parece interesante y que nunca se ha dicho.
¿Cuál es la más relevante?
No lo sé. El libro está dividido en tres partes. La primera es la política exterior de Adolfo Suárez. La segunda, la entrada de España en la OTAN y la tercera, el fin de la Unión Soviética. Respecto a la primera parte, me parece interesante contar la verdad sobre temas que bien o no se conocían o que se han deformado. Por ejemplo, yo participé en la negociación con el Frente Polisario para repatriar a 38 pescadores secuestrados. Esa operación, en el otoño del año 80, no se ha contado nunca.  
¿Y sobre el fin de la Unión Soviética?
Fui embajador los cinco últimos años de Gorbachov y el primero de Yeltsin. La política exterior bajo su mandato fue aperturista en muchos ámbitos y hubo uno fundamental, el de la nueva relación con las comunidades europeas. Y eso se hizo bajo presidencia española, en el año 1989. Respecto al fin de la Guerra Fría, todo el mundo se fija en la caída del muro de Berlín. El muro cayó porque diez meses antes, en la ONU, Gorbachov dio un discurso tan importante y novedoso que permitió la caída. 
Testigo directo de la Transición, ¿cómo lo recuerda?
Fui director del gabinete técnico de dos ministros. La Transición debería ser un referente porque lo que se hizo fue una operación magníficamente pensada y puesta en marcha. El libro es un gran canto a la política exterior de Adolfo Suárez y un gran elogio de su instinto político. 
¿Qué supuso su figura? ¿Ha sido debidamente reconocida?
Yo creo que ahora se está reconociendo. Por poner un solo ejemplo, el día 5 de enero de 1980 pedimos ver a Carter, presidente de los Estados Unidos, y el 14 estábamos en Washington.
¿Qué fue lo más destacado de su política exterior?
Colocar a España en su sitio porque nosotros veníamos de la nada. Su política exterior fue la de abrirse al mundo y proyectar la imagen de una España fuerte, ilusionada y democrática. La primera decisión que tomó Suárez fue la de adherirse a las comunidades europeas. Era muy importante porque España no era miembro de nada.
Dada la difícil situación política de España en estos momentos, hay quien apela a una segunda Transición. ¿Qué opina de esa afirmación?
Sobre política interior cada uno puede pensar lo que le parezca. Yo sí que viví la primera Transición desde dentro y soy un encendido partidario de su espíritu. Ahora que se habla de una segunda, lo que me gustaría es que se hiciese como la primera; con un espíritu de fraternidad, de entendimiento y concordia. Esta es la palabra clave. Suárez fue el presidente de la concordia.
¿Ve más cercano una gran coalición a la alemana entre PP, PSOE y Ciudadanos o una a la portuguesa con la izquierda?
Eso sí que no lo sé. Somos malos para hacer pactos. En España no tenemos la tradición de gobierno que hay en Alemania.  Es una de las cosas que tenemos que hacer; aprender a regir esta nueva situación con ese espíritu de fraternidad y concordia.
La Unión Europea vive momentos de crisis. ¿Cómo valora el acuerdo con Turquía para frenar la entrada de refugiados?
El tema de los refugiados es extremadamente complejo, no es para liquidarlo en dos palabras. Yo pienso que Europa tiene que echar mano de lo que fue siempre su espíritu de concordia, apertura y generosidad. 
En esa posición contraria a la entrada de refugiados también se encuentran los países excomunistas del Este...
La Europa fortaleza no tiene sentido, ni ahora ni nunca. Europa siempre ha creído en sus valores, en la apertura y en la libertad, y si no es así, no es Europa. Insisto en que no es un tema fácil. Europa tiene que abrirse, no puede estar cerrada, pero tenemos que manejar con inteligencia, prudencia y tacto toda esa posibilidad. Lo que no se puede tolerar es que hayan muerto miles y miles de personas intentando llegar a Italia, Grecia o España en los últimos años y que no haya habido nadie que tome conciencia de esa realidad. Ahora sí, porque son otros los intereses y otros los países afectados. Tiene que funcionar la solidaridad y Europa tiene que echar mano de sus principios.  
¿Qué papel juega hoy en día Rusia en Europa?
Juega un papel importante. Rusia es una pieza fundamental en el equilibrio europeo. 
¿Qué supondría para la Unión la salida de Reino Unido?
Una mala noticia. Yo estaba destinado en la Embajada cuando se hizo el anterior referéndum, que lo planteó el laborista Harold Wilson. A pesar de que entonces, en 1975, el resultado de las condiciones de entrada fue muy favorable un tercio de los ingleses votaron en contra. 
En las elecciones regionales de Alemania han avanzado los partidos ultraderechistas. 
Hay un renacimiento de la extrema derecha, fundándose especialmente en la xenofobia. Esto es un mal, un pésimo asunto.
¿Se puede extender a otros países?
Pues sí, se puede extender.
Y en medio de tanta convulsión política internacional, el terrorismo yihadista no deja de atemorizar al mundo...
El terrorismo yihadista es una amenaza seria y permanente. Cuando acabó la Unión Soviética echamos las campañas al vuelo; hemos ganado la Guerra Fría y se acabó la amenaza y el enemigo. Y eso es un error, como después se puso manifiesto.