La batalla interminable de la Tizona

R. Pérez Barredo / Burgos
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La Audiencia de Madrid desestima el recurso impuesto por el marqués de Falces contra una sentencia que le obliga a dar la mitad de los 1,5 millones que obtuvo por la venta del acero a las herederas universales de su antecesor en el título nobiliario

A José Ramón Suárez del Otero sólo le queda recurrir al Tribunal Supremo. - Foto: ALBERTO RODRIGO

No ha perdido su brillo acerado la hoja de la espada que, protegida por una urna de cristal y ubicada en una de las zonas más nobles del Museo de Burgos, afirman que es la Tizona, el hierro que blandió en tantas batallas el Cid Campeador. Arma elevada a la categoría de legendaria por la literatura, descansa sobre un paño aterciopelado, ajena a un combate de la que es protagonista aunque nadie la empuñe. Las huestes que se enfrentan en lid tan singular no son, en rigor, numerosas: por un lado, dos hermanas asturianas; por otro, un marqués. Y el campo de batalla no es un espacio abierto, sino más bien reducido: un juzgado. Y empiezan a pintar bastos para el noble, porque la Audiencia Provincial de Madrid acaba de desestimar el recurso interpuesto por éste contra un fallo judicial que da la razón a sus rivales sobre una cuestión que no es menor: Mercedes y Olga Fernández Méndez le reclaman a José Ramón Suárez del Otero, marqués de Falces, la mitad del dinero que el aristócrata obtuvo por la venta en el año 2007 de la espada a un consorcio de empresarios burgaleses y a la Junta de Castilla y León. Esto es, 750.000 euros del ala.
A Suárez del Otero, que años antes ya había intentado vender el acero al Ministerio de Cultura (en vano, ya que sus pretensiones económicas eran desorbitadas, máxime cuando los técnicos ministeriales dudaban más que seriamente de su autenticidad), se le está atravesando -nunca mejor dicho- el hierro mítico. El ilustre heredó de su tío y antecesor en el marquesado exclusivamente el título y la presunta Tizona -asociada al privilegio nobiliario desde décadas antes-, ya que el testamento recogía como herederos universales de sus bienes al matrimonio asturiano que le cuidó hasta el final de sus días. Matrimonio que, ya fallecido, legó la fortuna a sus hijas, dos de las cuales son las que ahora porfían en los juzgados por la mitad de esos 1,5 millones que el marqués de Falces se embolsó por la enajenación del mandoble de marras, resultando que ser copropietarias de la espada según recoge el testamento.
Al actual marqués de Falces sólo le queda una opción: recurrir al Tribunal Supremo. Si esta instancia no admite el recurso, Suárez del Otero tendrá que repartir el botín y, además, pagar las costas.Según ha sabido este periódico, el marqués de Falces pasa muy poco tiempo en España. Se sabe que tiene propiedades en Beirut, Amberes y Nueva York, entre otras ciudades, y que entre sus negocios está la compra y venta de piedras preciosas.

 

Seguirá en el Museo

Pase lo que pase finalmente en este enfrentamiento judicial, la espada denominada Tizona que se exhibe en el Museo de Burgos no se moverá de ahí. «Es un asunto interno, de herencia, que en nada afecta a la venta y posterior cesión al Museo», señala su directora, Marta Negro. La llamada Tizona fue declarada Bien de Interés Cultural en el año 2003.Se trata de una espada de 93 centímetros de largo y 4,5 de ancho que tiene grabado en su canal una leyenda que hace referencia al Cid. Los distintos estudios realizados han confirmado que se trata de una espada forjada en el siglo XI en Andalucía y, por tanto contemporánea del Cid, lo que no significa que el guerrero castellano la blandiera. Precisamente la imposibilidad de demostrar este punto, amén de otros estudios que señalan que hay partes del hierro muy posteriores (de la época de los Reyes Católicos) ha sido uno de los principales motivos de polémica entre historiadores y estudiosos.
Esta Tizona llegó a manos del marquesado de Falces después de que fuera legada por Fernando el Católico a Pedro de Peralta y Ezpeleta, quien a su vez se la dio en herencia al primer marqués de Falces.