Garaje convertido en taller y vivienda ilegal

C.M.
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El local, ubicado en Gonzalo de Berceo, 20, fue clausurado. Estaba alquilado por el dueño de un kebab cercano para guardar las motos de reparto. La Policía Local asegura que han residido hasta 15 personas, una menor

Una denuncia vecinal por olores y ruidos ha acabado sacando a la luz un alojamiento ilegal en un bajo del G-2 que se usaba como taller y en el que vivían varias familias, una de ellas con una menor. Los residentes en el número 20 de la calle Gonzalo de Berceo llevaban tiempo notando un fuerte olor a gasoil en el portal que se extendía también al ascensor y ruidos procedentes de un local contiguo.

Después de un tiempo soportando esta situación pusieron el hecho en conocimiento de la Policía Local, que inició una investigación para identificar al propietario del local. Comprobaron que era de una empresa que se lo había alquilado a Mohameh Ajaz, un pakistaní que regenta un kebab en la cercana calle Vicente Aleixandre. Los agentes se desplazaron hasta el bajo de Gonzalo de Berceo, tocaron el timbre pero nadie abrió la puerta ni tampoco escucharon ruido alguno como denunciaron los vecinos.

Inmediatamente la Policía Local se desplazó hasta el establecimiento de hostelería y puso en conocimiento del propietario la denuncia vecinal. Este les informó que el local lo tenía alquilado para guardar las motocicletas con las que reparte comida a domicilio. Sin embargo, los agentes le instaron a acompañarles al local para comprobar qué había en su interior. Una vez dentro vieron una persona reparando unas motocicletas y apreciaron un fuerte olor a humo de motor y le instaron a ventilar el local. El hecho de que se destinara a este uso ya constituye una infracción al carecer el local de licencia para actividad de taller.

Una inspección más exhaustiva permitió comprobar que en la planta baja había varias prendas de ropa puestas a secar después de haberla lavado, platos, cazuelas y un frigorífico en cuyo interior hay comida elaborada, lo que indicaba que el local era usado de manera habitual como morada.

El bajo estaba doblado en altura. En la planta baja se encontraba un baño, con un calentador y una ducha. Junto a él hay una puerta cerrada con llave. Al abrirla los agentes comprobaron que en su interior había una cama en la que descansaba una persona y numerosos enseres. La persona al ser identificada por los agentes reconoció que vive allí desde hace unos meses. Posteriormente, en la entreplanta se encontró otra puerta cerrada, que el arrendatario usaba para vivir, y otra puerta colindante en el que habitación amueblada con una cama y otros enseres. Junto a ella, otra tercera habitación dividida por la mitad con una madera con una litera con colchones y otra cama en la que se encontraba una familia, compuesta por la pareja y sus dos hijos, uno de ellos, una niña, menor. Todos ellos vivían en 15 metros cuadrados.

Basura y bombonas. La Policía Local identificó a todas las personas que en ese momento estaban en el interior y contactó con los Servicios Sociales, dado que el local era utilizado como alojamiento cuando no reunía las mínimas condiciones ni higiénicas ni de seguridad. Acumulaba suciedad, diferente material, herramientas y hasta entre 10 y 15 bombonas, al tiempo que había cables de electricidad sueltos.

A finales de junio se produjo una reunión a tres bandas con responsables de las áreas municipales de Licencias, Policía Local y Servicios Sociales para tomar una decisión. Finalmente, se optó por la clausura cautelar dado que había «fundadas razones de peligro para las personas, que además vivían en condiciones precarias y además el local funciona como taller sin tener la correspondiente licencia.

Los Servicios Sociales han encontrado un alojamiento provisional para la familia después de constatar que la menor no estaba en desamparo y estaba bien cuidada. El inquilino del local se ha buscado una habitación y otro garaje para guardar las motos de su kebab y el resto de moradores se marcharon antes de la clausura. La Policía Local constató que en el local llegaron a estar alojadas hasta 15 personas, algo que Mohameh Ajar niega. Asegura que nunca les cobró y en caso de la familia con la hija menor les acogió porque les habían desalojado del piso en el que vivían por no pagar el alquiler mientras que en el caso de la otra persona identificada se trataba de un amigo que se había roto la pierna y no tenía dónde ir.

Los vecinos del número 20 aseguran que solo denunciaron a la Policía Local por los fuertes olores que había en el portal y en el ascensor pero no tenían conocimiento de que había personas viviendo.