Se vende catedral del trigo

H. Jiménez / Burgos
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El silo de Pancorbo, uno de los de mayor capacidad de España, que se estrenó en 1977 con tecnología puntera y fue clave en la regulación del mercado, saldrá a subasta en busca de alguien que quiera este enorme edificio

El inmueble tiene casi 40.000 metros cuadrados construidos y su parcela ocupa 22.000 - Foto: Tomás Alonso

 
José Ignacio Martínez ha empleado 36 años de su vida laboral entre  enormes celdas de grano, básculas, paneles de control y tuberías de conducción del cereal. Escuchando el ruido de los motores elevando el trigo y la cebada, el ajetreo de los camiones o los ferrocarriles que llevaban la mercancía y las conversaciones de los agricultores del entorno. Como empleado del silo de Pancorbo ha sido algo así como el fabriquero de una auténtica catedral cerealística, que con sus 60 metros es el edificio más alto en muchos kilómetros a la redonda, y ahora contempla con cierta tristeza el final de la historia para esa infraestructura que el Ministerio de Agricultura sacará a subasta ante su falta de uso desde hace más de una década.
 
El llamado «macrosilo» de la localidad burebana fue construido  entre 1974 y 1976 y entró en servicio en 1977 como uno de los últimos pero más grandes almacenes de grano de la red estatal concebida para garantizar el abastecimiento y el control del mercado. Con sus 30.000 toneladas de capacidad máxima se convirtió en uno de los más grandes de España (superado únicamente por los de El Cuervo en Cádiz y Marchena en Sevilla, con 40.000 cada uno) y supuso una especie de canto de cisne para estas instalaciones.
 
El sistema franquista consideraba un pilar básico el control del cereal como producto de primera necesidad y el Estado era un intermediario ineludible para los agricultores, que además encontraban en la administración un comprador seguro y un precio mínimo. Sin embargo, la apertura económica que llegó con la democracia y se generalizó con la entrada en la Unión Europea acabó privando de sentido a estos silos públicos sustituidos en muchas ocasiones por almacenes privados de gestión más sencilla y mantenimiento más barato por su configuración horizontal.
 
Los cangilones que trabajaron frenéticamente durante millones de horas en Pancorbo dejaron de ascender por la torre del silo. Los camiones empezaron a escasear en la playa de carga y descarga. Y la hierba empezó a crecer entre los raíles del ramal ferroviario que aún da acceso directo al edificio. El resultado es que desde hace más de una década allí ya no se almacena cereal, y que pese a las inversiones realizadas posteriormente para su adaptación a las normativas de seguridad contra explosiones por acumulación de polvo aquello no tiene visos de volver a funcionar. Su mantenimiento exige un presupuesto, y no están los tiempos para emplear fondos públicos en aquello que no tenga un retorno.
 
Por todo ello el Estado se ha vuelto a hacer cargo de un total de nueve silos de la provincia de Burgos (dos en Lerma, dos en Roa y los de Castrojeriz, Miranda de Ebro, San Martín de Rubiales y Villaquirán de los Infantes, además de Pancorbo) cuya gestión en su día traspasó a la Junta de Castilla yLeón dentro de la red considerada como «básica» y que ahora revierte a manos del Fondo de Garantía Agraria  (FEGA).
 
A primeros de abril este organismo dependiente del Ministerio se hizo cargo de nuevo de las instalaciones (que en total tienen capacidad para almacenar 65.150 toneladas)  para iniciar su proceso de enajenación. Ahora se encargará a una empresa pública un estudio para su valoración y posteriormente saldrá a subasta. La cuestión es quién querrá semejante edificio y para qué.
 
Difícil salida. El silo no tiene una adaptación sencilla a cualquier otro uso. Es un inmueble concebido en vertical para alejar en su interior enormes cubas de casi 30 metros de altura. Solo se puede circular por la torre anexa y acceder a los límites inferior y superior de las celdas de almacenamiento. Toda actuación de rehabilitación en él supondría un dineral, por mucho que en otros países europeos y en algunos silos españoles haya experiencias de transformación para uso cultural u hostelero.
 
Mercedes Pilar Izquierdo, jefa de la Dependencia de Agricultura en Burgos, admite que será complicada su salida al mercado, aunque el proceso no está en manos directamente del Ministerio sino del FEGA. Javier García Fernández, técnico de la propia Dependencia, menciona que su reutilización por parte del Puerto Seco de Pancorbo que se está construyendo junto al propio edificio podría ser una de las mejores salidas posibles.
 
Los promotores de esta infraestructura logística podrían estar interesados en el almacenamiento de cereales. O también el almacén de fertilizantes cercano. Lo que nadie sabe todavía es a qué precio saldrá a subasta ni con qué condiciones.
 
Si algún día el silo se vende quizás pueda volver a demostrar su gran capacidad, que en varias ocasiones llegó a estar rebosante, como el mayor de toda Castilla yLeón.  Gregorio Rojo, jefe de sección de Intervención de Mercados de la Junta de Castilla yLeón que gestionaba hasta hace muy poco el edificio, explica con entusiasmo que en él podían entrar 275 toneladas de grano cada hora a través de los camiones y salir 170 por ferrocarril. Una barbaridad con tecnología que en su día fue puntera y que permitía despachar con ligereza el cereal de La Bureba que los agricultores del entorno entregaban en Pancorbo y que acababa en cualquier lugar de la geografía española tras pasar por el control del Estado.
 
Algunas de sus celdas podían ser refrigeradas si se necesitaba por razones de humedad o temperatura y todas contaban con sondas para controlar su calidad y cantidad. Básculas de precisión y sistemas limpiadores y seleccionadores completaban un enorme edificio con casi 4.000 metros cuadrados construidos y una superficie total en el recinto de 22.000.
 
Fue toda una apuesta pública  que hoy en día carece de sentido. Si algún particular está interesado en reflotar esta catedral cerealística podrá volver a vivir tiempos de gloria, o al menos de utilidad. Si no, estará condenada a permanecer como reliquia del patrimonio industrial de la provincia, o arriesgarse a su imparable deterioro.