¿Se podría haber evitado?

Agencias
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Los episodios pasados de problemas psicológicos que padeció durante meses el copiloto ponen en el punto de mira la escuela de Lufthansa en la que se preparan sus profesionales

A la pregunta del por qué, hay que añadir muchos otros interrogantes para poder encajar el puzzle de una tragedia aérea que ha conmocionado a buena parte del planeta y que ahora abre el debate sobre los controles a los que se someten los pilotos, así como de las medidas de seguridad implantadas con la finalidad de blindar la cabina. Si el copiloto de la compañía Germanwings Andreas Lubitz ya fue suspendido durante meses por Lufthansa en su etapa de formación, en 2009, y contaba con un historial de depresión por «una crisis existencial» cuando se encerró en la cabina del avión A320 que se estrelló en los Alpes franceses, ¿por qué nadie fue capaz de dar la voz de alarma y avisar sobre los riesgos que podía entrañar que el joven se quedara a los mandos de la aeronave? ¿Se podría haber evitado la catástrofe?

El periódico Bild asegura haber tenido acceso a un informe de la escuela de aviación de Phoenix (Arizona), donde se encuentra la sede de Lufthansa y en la que se forma a los pilotos, que declara a Lubitz no apto para volar y recomienda un seguimiento médico especial. Además, en 2008 tuvo que abandonar un curso de formación por ataques de pánico y en 2009 pasó, señala, por un episodio depresivo profundo.

El rotativo germano, citando documentos internos y fuentes de Lufthansa, indica que Lubitz pasó un año y medio recibiendo tratamiento psiquiátrico. El «grave episodio depresivo» al que se refiere el periódico quedó constatado en el acta sobre el copiloto del departamento de tráfico aéreo alemán bajo el código SIC, que se refiere a la necesidad de que el afectado se someta a «controles médicos periódicos».

La compañía confirmó el pasado jueves la interrupción de su formación, pero sin confirmar la causa por confidencialidad médica. Sí dejó claro que a su regreso aprobó satisfactoriamente las pruebas físicas y psicológicas y destacó los «reconocidos test» de selección del personal de vuelo de Germanwings que ha calificado de «muy concienzudos».

Lubitz tenía 27 años y era originario de Montabaur -un pueblo de unos 13.000 habitantes entre Düsseldorf y Frankfurt-, en la región de Renania Palatinado. El copiloto acumulaba tan solo 630 horas de vuelo. «Vivía con sus padres en Montabaur y también tenía una vivienda en Düsseldorf», matizó Gabriele Wielands, la alcaldesa del pueblo. La madre de una amiga de Lubitz aseguró al diario Franfurter Allgemeine que además de depresión, este también había padecido el síndrome de burnout.

La investigación de la catástrofe aérea dio el jueves un giro desde que el fiscal de Marsella, encargado del caso, interpretó la actuación del copiloto, que se negó a abrir la puerta de la cabina al comandante una vez que este había salido, indica que tenía la «intención de destruir el avión». Según los primeros datos aportados por la caja negra del Airbus A230, el copiloto estuvo vivo hasta el momento de la colisión y, según las primeras pesquisas de los expertos, su respiración, que se escuchó hasta el final de la grabación, era tranquila.

Una reacción inesperada. Para los conocidos de Lubitz, la posibilidad planteada por la Fiscalía francesa «fue como un golpe en la cara». Todos le describían como una persona alegre, educada y amable, «un tipo completamente normal», en palabras de Klaus Radke, director del club local del vuelo en el que el copiloto obtuvo su primera licencia, a donde Lubitz regresó el pasado otoño para un curso de actualización. «Andreas era un joven muy agradable que recibió su formación aquí y que era miembro del club», explicó Ruecker. «Nos lo pasamos muy bien, aunque a veces quizá era un tanto silencioso. Era un chico como otro cualquiera aquí», añade.

La cuestión ahora es dilucidar quién se saltó alguno de los controles. Si las normas europeas en materia de seguridad aérea establecen que los pilotos de vuelos comerciales deben superar un examen médico anual que certifique su capacidad para volar, lo que incluye una prueba psicológica y Lufthansa aseveró hace unos días que los test psicológicos no forman parte de las pruebas obligatorias a las que se someten los pilotos cada año, existe un vacío en el que no se da respuesta a este análisis que, en esta ocasión, terminó en tragedia.