La Isla, un año después

Gadea G. Ubierna | Burgos
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El paseo ha recuperado esplendor y visitantes tras las obras de 2011, pero hay algunas deficiencias por falta de mantenimiento • Los 'bancos' de césped y jardines mal atendidos son algunos ejemplos

Las escaleras de césped frente al río tienen calvas y basura. - Foto: DB/Ángel Ayala

El Paseo de la Isla es bonito y tendría que ocurrir una catástrofe para que dejara de serlo, pero eso no significa que no haya cosas por corregir o por mejorar. La semana pasada, quien escribe estas líneas escuchó a una joven de poco más de veinte años que, parada ante la pirámide floral que preside el comienzo del paseo, le decía a otro de su quinta:«Podría ser bonito, pero...». Pero le faltan flores. Hay casi tantos huecos libres como ocupados y eso hace que el efecto, quizá no sea el pretendido.

A los pocos días de presenciar esta escena, este periódico publicó una carta en la sección Buzón del Alcalde, en la que un ciudadano, Luis Martínez, criticaba la situación del paseo y la falta de urinarios públicos, máxime teniendo en cuenta que hace justo un año que se terminó la reforma que costó 3,8 millones de euros a los contribuyentes y que, por lo tanto, ha sido examinada con lupa a lo largo de este tiempo.

Y es entonces cuando surgen las críticas. La pirámide floral del comienzo del paseo puede gustar o no, pero salta a la vista que necesita alguna planta más. Eso por no hablar del supuesto banco de césped ubicado a mitad del paseo, que solo conservó su aspecto original los tres primeros días. Al cuarto ya no tenía ni gota de césped y el resto del tiempo ha estado protegido por una valla de obra. Solo quienes lo vieron nada más inaugurarlo pueden concluir que hubo un tiempo en que fue un banco: ahora es una montaña de hierba en medio del paseo. El concejal de Obras, Parques y Jardines, Santiago González, explica que «lo más seguro es que se retire», aunque todavía no sabe cuándo. «Hay que tomar una decisión, pero no ha habido manera porque, en cuanto quitábamos las vallas, se subían con las bicicletas y todo», comenta con cierto pesar. Es cierto que los aficionados a las gamberradas no han dado rodeo al pasar por el parque: más o menos a la mitad hay varios bancos con grafitis y tampoco la caseta que oculta la instalación necesaria para que haya conexión inalámbrica a internet se ha librado de sus gracias y está bastante ‘adornada’.

Pero si es cierto que estas son cuestiones causadas por determinados grupos, no puede negarse que hay otras cosas que dependen únicamente del mantenimiento. Es el caso de las escaleras de bajada al río que, casi al llegar al puente Malatos, hacen las veces de bancos y que también se forraron de césped. Mientras que en los primeros días tenían buen aspecto, un año después están llenos de calvas y con una cantidad suficiente de papeles como para dar a entender que hace tiempo que nadie los recoge.

También por esta zona interior hay otros puntos que parecen no estar recibiendo la atención necesaria. Como remate de varias zonas verdes se dejaron espacios en los que, al estilo de los jardines japoneses, deberían crecer distintos tipos de arbustos o de plantas entre piedras. Si alguien da una vuelta ahora por esos caminos, verá que hay puntos en los que las variedades plantadas no han brotado y otros en los que, directamente, están secas o no están.

Pero si estos son aspectos que despiertan las críticas de muchos burgaleses, también hay otros que suscitan elogios. Por ejemplo, los columpios, casi siempre abarrotados y sin desperfectos, la iluminación que permite pasear sin miedo por la noche, los arcos rehabilitados o el carril bici que, aunque no convence a la asociación Burgos con Bici porque impide la integración entre ciclistas y peatones y nace y muere sin continuidad, es muy transitado.