Al borde de la ruina

A. Castellanos / Medina
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Apenas medio centenar de granjas con 1.951 vacas de leche resiste en Las Merindades frente a las 17.097 reses de 1999. La bajada de precios acumulada desde 2014 hace peligrar a todas

Teresa Ruiz Abásolo y sus tres hermanos construyeron  en la localidad menesa de Montiano una imponente nave ganadera con todas las exigencias en materia higiénico sanitaria en 1999, al jubilarse su padre y tomar ellos el relevo generacional. Entonces, la Consejería de Agricultura y Ganadería contabilizaba en la comarca de Las Merindades nada menos que 17.097 vacas de leche de más de dos años y, por tanto, productoras, y casi 4.000 novillas. Solo en el del Valle de Mena sumaban 6.100. En 2011, las vacas de leche de la comarca se habían reducido a 4.011, menos que las de un solo municipio años atrás, y en 2015, la cifra oficial de la Administración regional contabiliza solo 1.951 vacas productoras de leche repartidas entre apenas medio centenar de explotaciones que sobreviven a duras penas en un sector castigado hasta lo indecible y que desde abril de 2014 acusa una caída continuada de los precios.

La comarca ha perdido el 88% de su cabaña ganadera de aptitud láctea y mantiene los niveles de vacas de carne, tradicionalmente alrededor de 25.000 cabezas. El cierre de explotaciones de leche ha sido brutal en estos últimos dieciséis años, pero los supervivientes que resisten por el aprecio que sienten hacia este sector, en el que llevan toda una vida, pasan estos días por los momentos más bajos y aseguran encontrarse al borde de la ruina. Todos tienen más de cuarenta años y la mayoría llegaron por tradición familiar.

Si el precio medio de producción, calculado por la Unión de Campesinos de Burgos (UCCL) se sitúa sobre 35 céntimos de euros, las explotaciones ganaderas de Castilla y León están percibiendo una media de 31 céntimos, que en Las Merindades baja a una media de 28, pero algunas explotaciones llegan a cobrar 26. Así aseguran que la situación es insostenible.

A los Ruiz Abasolo, una cooperativa cántabra que recoge la leche a otra veintena de explotaciones de la comarca les salvó in extremis el pasado 1 de enero, cuando se vieron sin una empresa que les recogiera su género. Hasta ese momento, por su granja de Montiano, donde ordeña 70 vacas, pasaba la misma central lechera que por un grupo de granjas alavesas, cercanas a la localidad. Esta central abandonó a todos, pero con el grupo alavés «el Gobierno Vasco intermedió en busca de una solución y yo me quedé fuera por ser de Burgos», afirma Teresa Ruiz Abásolo. En su opinión «la Junta de Castilla y León debería negociar y buscar una solución al precio de la leche».

En su caso, tiene uno de los peores precios de la comarca por haber sido atendida in extremis por el grupo cántabro. Le pagan la máxima calidad a 26 céntimos de euro y los rumores ya hablan de nuevas bajadas en abril. Hace tan solo dos años, su granja recibía 40 céntimos por litro. «Nos arruinamos. Así no se puede seguir produciendo», lamenta Teresa, que trabaja de sol a sol, y recibe a DB con las manos amoratadas por el agua fría con el que acaba de lavar la sala de ordeño.

Pese a ello asegura que no quiere dejar el sector lácteo. «Estoy poniendo dinero para intentar aguantar, pero llega un momento que no se puede». A tan solo dos años de acabar de pagar su préstamo por la construcción de la nave, en esta explotación temen lo peor.

En el municipio de Espinosa de los Monteros, otra de las potencias lácteas de antaño, donde en 1999 se contaban 2.551 vacas de leche, solo en el municipio, ahora suman 446, según los datos oficiales. De ellas, 35 viven en Santa Olalla, en la flamante granja de Héctor David Cárcamo Arroyo, quien con 41 años se sitúa entre los ganaderos más jóvenes de la comarca. Lleva más de 25 años en el sector de la leche, en el que empezó de la mano de sus padres. Hace pocos años se lió la manta a la cabeza e invirtió en su nueva y moderna nave. Entonces cobraba 33 céntimos por la leche. Ahora, 27 con la máxima calidad.

«Si es hoy, me lo hubiera pensado antes de invertir», asegura. Ahora afirma no poder seguir así. Su leche se la lleva un productor de quesos y productos lácteos de la comarca, pero el precio lo marca el mercado y da igual qué empresa recoja. Las Merindades viven cierto aislamiento orográfico que dificulta las rutas de recogida, pero en los últimos tiempos Héctor David cree que «las multinacionales del sector de la alimentación traen leche y productos lácteos terminados de fuera para hundir el mercado y que los que quedamos abandonemos».

Desde la Unión de Campesinos de Burgos, cuyo coordinador, Jesús Manuel González Palacín, se reunió hace pocos días con los ganaderos en Medina de Pomar ante su llamada de alarma, también achacan parte de lo que sucede a la llegada de productos franceses. «No nos podemos permitir la pérdida de este tejido social, que mantiene zonas rurales, genera riqueza en otros sectores productivos -como el de la agricultura de forrajes- y garantiza la producción de leche en nuestro territorio sin depender de productos de otros países, principalmente franceses», argumentan sus responsables.

Héctor David Cárcamo afirma que «las centrales lecheras no se quieren hacer daño entre ellas», pero nada explica una bajada del precio que reciben los productores mientras en los lineales de los supermercados la leche se mantiene a los mismos precios para el consumidor final. «No sé si es culpa de la distribución o de quién, pero la vida ha subido y nuestra leche baja», lamenta el ganadero espinosiego.

Otros ya han empezado a tirar la toalla, como los hermanos Díez Andino en la pedanía villarcayesa de Barruelo, donde llegaron a ordeñar 65 vacas y ahora solo lo hacen con 40. El resto las han ido vendiendo para carne, porque nadie las quiere vivas para seguir ordeñándolas. En su caso ya tienen un centenar de vacas de monte, con aptitud cárnica y quieren seguir metiendo más vacas de carne hasta dejar la leche. Ricardo Díez Andino estuvo entre los fundadores de la cooperativa Las Merindades, que tuvo sede en Villarcayo hasta hace tres años en que cerró sus puertas ante la caída del sector tras más de tres décadas de actividad. Cuando cerró, recogía la leche a 22 explotaciones ganaderas, que en su mayoría están vinculadas ahora a la misma cooperativa cántabra.

Desde la Unión de Campesinos exigen una «estrategia política estatal con visión de futuro que reclame a la industria un contrato estable que garantice un precio de la leche equivalente a sus costes de producción». Califican de «abusivas» las prácticas del sector industrial que «permiten la Junta de Castilla y León y el Ministerio» y advierten que se está «incumpliendo el Acuerdo Lácteo firmado en septiembre pasado». Mientras tanto, unos pocos supervivientes resisten a duras penas en Las Merindades manteniendo el pulso vital de pequeñas localidades muy afectadas por la despoblación.