Cuando la guerra se sube a tu camión

Á.M. / Burgos
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Una familia siria que trataba de llegar a Inglaterra abordó el vehículo que la empresa burgalesa TFB había enviado cargado de cereales rumbo a Birmingham

Una familia siria que trataba de llegar a Inglaterra abordó el vehículo que la empresa burgalesa TFB había enviado cargado de cereales rumbo a Birmingham. A pesar de que fue el propio chófer quien dio aviso a la policía, a la compañía le ha costado ya 50.000 euros un incidente del que nadie responde y muestra la vulnerabilidad del sector.

Han caminado cientos de kilómetros, quizás miles. Algunos cruzan mares en esquifes de dudosa fiabilidad, y por eso no todos llegan. Arrastraron a sus familias contra el hambre, el frío, la intemperie y la indiferencia, cuando no contra alambradas de espino y barreras físicas y humanas. O morir o que te maten, esa ha sido toda la elección que han tenido miles de familias sirias desde que sus gobernantes, los levantados contra sus gobernantes y los integristas que quieren sentarse en los tronos de sus gobernantes ensillaran los cuatro caballos del Apocalipsis, que ahora trotan desbocados por el medio oriente.

En esas circunstancias, qué no harían los padres y madres que buscan el abrigo de las democracias europeas por sacar a sus hijos de ese bucle de locura. Es casi una reflexión retórica porque es evidente que están dispuestos a vencer toda suerte de obstáculos, aunque eso implique poner en serios aprietos a personas, empresas e instituciones que de nada son culpables. Así lo está comprobando la empresa burgalesa de transporte internacional Tránsitos Fríos Burgaleses.

La firma mantiene en continuo movimiento una flota de 22 camiones de gran tonelaje que reparte toda suerte de cargas por Europa. Casi siempre se trata del envío de productos perecederos o medicamentos, y las rutas, de varios días, tienen como destino los Países Bajos, Italia o las Islas Británicas. Entre octubre y mayo se intensifican los envíos de alimentos a Inglaterra, así que es una línea habitual que el pasado mes de noviembre se torció. Mucho.

Suena el teléfono

 

«Habíamos cargado un camión en Aguilar de Campoo, concretamente en la fábrica de Gullón, que llevaba cereales a la Kellogg´s de Birmingham. A las cinco de la madrugada me llamó el chófer y me dijo que estaba oyendo ruidos fuertes en el remolque y que algo pasaba», recuerda Raquel Pérez Arcos, gerente de la empresa.

El vehículo estaba cruzando en el ferry que cubre la distancia entre Calais (Francia) y Dover (Inglaterra), un tránsito de dos horas de duración y 205 euros de coste con el que el transporte por carretera salva el Canal de la Mancha. «Le dije que llamara a la policía y que no hiciera nada más; ellos son conductores y no tienen por qué exponerse a posibles peligros», continúa Pérez. Desde aguas inglesas, se dio aviso a las autoridades. En tierra, y «quizás al escuchar el ruido de la policía, comenzaron a agujerear la puerta del camión para intentar salir de allí sin que los capturaran». La desesperación de los polizones es evidente a la luz de las imágenes de cómo quedó la puerta del camión, que huelga decir que no está hecha de papel de fumar. La policía abrió antes.

En el interior del remolque encontraron a una familia siria al completo: padre, madre y tres hijos. Habían viajado encajados entre miles de kilos de carga de cereales cuya vocación era acabar en los tazones de los ingleses a la hora del desayuno. «Llevaban ropa y bolsas de agua caliente. Van tan a la desesperada que a veces se meten encima de cargamentos de huevos frescos, o incluso con alimentos congelados», explica la empresaria burgalesa.

Saben de qué va todo esto, y por eso dio orden de advertir a la policía inglesa, porque lleva años en el sector y ha conocido circunstancias similares con ciudadanos procedentes de, por ejemplo, Senegal. Hay ocasiones en las que los chóferes aceptan dinero a cambio de pasar a los polizones hasta suelo británico. En esos casos la multa es de mil libras por polizón, además de dormir en un calabozo. Pero ese no fue el caso del conductor, también burgalés, ya que fue él quien dio aviso a las autoridades de que su camión había sido asaltado. Sin embargo, las consecuencias fueron las mismas.

«Retuvieron el camión durante cinco días y el cliente rechazó la carga por motivos sanitarios, ya que al parecer habían abierto alguna de las cajas para comer. Ahora dicen que la mercancía, que se quedó allí, ha desaparecido y nos reclaman los 37.000 euros que valía. Además, se niegan a pagarnos otros 7.590 euros que nos debían de antes y, como el seguro no se hace cargo de los daños de polizones, tuvimos que pagar la multa y gastar más de 2.000 euros en arreglar la puerta». Esas han sido las consecuencias para Tránsitos Fríos Burgaleses, que acumula muchos años de experiencia operando para empresas líderes, desde que la guerra de Siria se subiera a su camión.

La soledad del pagano

 

Pérez se muestra «desesperada» porque «nadie nos da una solución: el seguro no responde, las embajadas no responden, para la policía inglesa, a la que avisamos nosotros, somos los culpables y, encima, el chófer, que tuvo que dormir cinco días en el camión bajo vigilancia policial, volvió con tal disgusto en el cuerpo que se negó a volver a cubrir la ruta con Inglaterra, así que como no tenía otro trabajo para él firmó el finiquito y se fue».

En esta truculenta historia nada salió medianamente bien. Acaso fuera imposible. Las mafias que trafican con personas desesperadas a las que cobran grandes sumas de dinero por facilitarles el paso de fronteras saben latín y nunca lo hablan en beneficio de nadie que no sean ellos mismos. Alguien tuvo que cortar el formidable candado que cierra los remolques de los camiones y hacerlo de forma sutil, rápida y que permitiera recomponerlo para que se notara lo menos posible. Es evidente que una familia de refugiados no viaja con ese herramienta en la mochila.

Frente al negocio y la organización de las organizaciones criminales, están los conductores y un gremio «en el que no tenemos ningún tipo de ayuda». «La situación que estamos viviendo -continúa Pérez- enfoca la realidad del abandono que sufrimos en el gremio. Nadie se hace responsable de nada a pesar de las incontables adversidades que nos suceden a lo largo de miles de kilómetros». De los 17 conductores que la empresa tiene en plantilla, forjados en rutas que conllevan una semana de trabajo, cuatro han sufrido el abordaje de polizones en diferentes lugares. Ahora el paso caliente es el de Calais, «y por eso les pedimos que paren a descansar dos horas antes de llegar».

Otra medida que han tomado es la de enviar sus camiones en el ferry de Santander a Portsmouth, que es un trayecto de 24 horas y 1.000 euros de coste. «Es más largo y caro, pero el tiempo que no estamos en carretera también ahorramos, así que en costes no hay mucha diferencia», explican. Con eso evitarán nuevos problemas, pero saben que, por desgracia, siempre hay personas que huyen y siempre hay mafias que se lucran con su sufrimiento. Hoy es Calais, mañana puede ser cualquier otra frontera.

De momento, el envío de Gullón a Kellogg´s del mes de noviembre le ha costado a Tránsitos Fríos Burgaleses 50.000 euros de los que nada ni nadie responde. Al salir de la sede de la empresa, junto a la Aduana de Burgos, encontramos a Gabi, uno de los conductores de la firma. Él, que lleva años cruzando Europa conduciendo grandes camiones, nos cuenta que los polizones se meten en lugares inverosímiles: en el cortavientos sobre la cabina, entre los ejes de las ruedas, colgados de elementos en suspensión sobre carreteras que pasan a 90 kilómetros por hora bajo su piel... Y así es como unos se juegan la vida y otros su negocio. Mientras, los señores de la guerra y sus secuaces se lucran.