«No hay alma más valiente en el mundo que la de un niño»

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Se acercan las Navidades y, como un rosario, van surgiendo películas alusivas. Como El origen de los guardianes, un filme que tiene al mexicano Guillermo del Toro de productor.

«No hay alma más valiente en el mundo que la de un niño»

Guillermo del Toro es conocido por dar un giro oscuro a superhéroes y fantasías infantiles, pero en El origen de los guardianes, el ahora productor une a héroes navideños para una aventura. El filme, que ha sido bien recibida por la taquilla patria, está basada en los libros infantiles de William Joyce, The guardians of childhood. En la película, personajes tradicionales como Papá Noel, el Conejo de Pascua, el Hada de los Dientes (un personaje similar al Ratoncito Pérez), el Coco o Jack Frost unen fuerzas para salvar a los niños de la tierra del malvado Pitch Black y su banda de Pesadillas. Todo cabe en la imaginación de este gordito encantador al que, en cierta ocasión, le regalamos una minitarta por su 42 cumpleaños. «¡Parece la p. de un perro!», fueron sus cariñosas palabras.   

En El origen de los guardianes, Papá Noel tiene tatuajes y el Conejo de Pascua es australiano. Ninguno es como lo imaginaba la mayoría de los niños.

No queríamos que los personajes tuvieran los rasgos que se les atribuyen en algunas culturas. La encarnación original de Papá Noel es casi la de un cazador y un hombre salvaje. Así que era genial hacerle eslavo.

La película trata sobre el hecho de enfrentarse al miedo, lo que siempre es un desafío como lección que enseñar a los hijos. ¿Por qué hacer de esto el tema central?

Para enfrentarse al miedo, los padres siempre dan rodeos al asunto. Proteger a nuestros hijos no es la forma de hacerlo, pero tampoco quieres enviarles sin preparación. La película es una gran metáfora para que los niños interpreten el mundo.

¿Qué le atrae de este género?

Algunos de mis autores preferidos son grandes retratistas de la infancia, pero no necesariamente infantiles: Mark Twain, Charles Dickens, Roal Dahl... Creo que, para bien o para mal, pasamos el resto de nuestras vidas lidiando con nuestros 13 primeros años, intentando remediar o impulsarnos por las herramientas que nos dieron cuando éramos niños. En la realidad, la vida pone a los críos en nuestras vidas para que aprendamos de ellos. No hay alma más valiente en el mundo que la de un niño.

¿Con qué guardián se identifica más?

Me identifico con Norte (Papá Noel). Tengo la mayor bendición en mi vida, que es la capacidad de seguir siendo un niño en la forma en la que me gusta ver el mundo. Como cualquier artista, tengo turbaciones y sufrimiento, pero al final puedo encontrar magia en el mundo.

¿Podremos ver a este grupo de héroes en películas futuras?

Obviamente, la posibilidad de contar otro cuento depende por completo del estudio. Pero Bill Joyce ha escrito muchos libros sobre los personajes y los dos estamos a bordo para crear más y más aventuras para ellos.

Ha terminado hace poco el rodaje de la aventura de ciencia ficción Pacific Rim, que se estrenará en el verano de 2013, su primer trabajo en la dirección desde Hellboy II. ¿Por qué tanto descanso? Cinco años...

Fui a Nueva Zelanda para coescribir El Hobbit y estuve allí dos años. Después, pasé otro  intentando lanzar una película llamada Las montañas de la locura. Eso no pudo ser. Luego, me llevó otros dos Pacific Rim. Pero, entretanto, he coescrito tres novelas, producido tres películas y firmado una serie. Han sido cinco años muy ocupados.

¿Cómo era de pequeño?

Fui un niño muy, muy viejo. Yo tenía 70 años cuando solo había vivido siete. Era introvertido, retraído, y tenía muchos problemas para encajar en la sociedad, la cual, requería que fuera más activo y que no me encerrara tanto, que saliera más al entorno, que estuviera jugando en el parque. Al mismo tiempo, tenía problemas muy grandes, tratando de discutir mis preocupaciones tan inusuales como la muerte, el pecado, el pasar del tiempo, el fin del Universo... Por eso siempre creo  que es importante representar personajes infantiles que tengan la capacidad de pensar, de razonar, de ser más sofisticados, más fuertes de lo que el mundo normalmente les permite.

Pienso en la Ofelia de El laberinto del fauno.  

Me interesa en los niños, la posibilidad de que tengan fe, de que crean en cosas que no están ahí, que no se ven y que los adultos niegan, porque pienso que cuando un chaval cree en algo que no existe, de mayor es capaz de lograr cosas que no existen.