Refugiados en busca de empleo

J.M. / Burgos
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Sergii y Kateryna huyeron del conflicto de Lugansk (Ucrania) hace 6 meses. La semana pasada obtuvieron el permiso de trabajo y ayer se inscribieron en una oficina del Ecyl

j.m. / BURGOS

Han dejado atrás a familiares y amigos. Pero también el horror de las bombas y de los disparos, de ver cómo fallecían «muchos conocidos» en un conflicto bélico que no pueden entender. Sergii Tatarintsev y Kateryna Tatarintseva huyeron hace seis meses de Lugansk (Ucrania), una ciudad de casi medio millón de habitantes, situada a apenas 4 kilómetros de la frontera con Rusia y que en 2014 se convirtió en uno de los focos más activos de este conflicto bélico al este de Europa.  Una situación que no ha mejorado. Ayer acudían junto a su hijo pequeño, de apenas 3 años, a la oficina del Servicio Público de Empleo de la Junta de Castilla y León con la ilusión de buscar un empleo. No fue hasta la semana pasada cuando recibieron el permiso de trabajo.

Ha pasado ya medio año desde que estos dos jóvenes ucranianos, él informático y ella con estudios de ingeniería de productos lácteos, llegaron a Valencia. Sergii recuerda que «fuimos a la Cruz Roja en busca de ayuda. Nos dieron un billete de tren y vinimos a Burgos», relata con el más que digno español que ha conseguido aprender en este tiempo. Les habían indicado que acudiera a la Asociación Comisión Católica de Migración (ACCEM). Allí ha sido donde, además de asesorarles en los pasos que deben dar para conseguir la condición de refugiado, les buscaron cobijo en una casa de acogida en la que viven con otros ciudadanos en una situación similar. Ha sido también el lugar en el que han aprendido a desenvolverse en español.

Sergii y Kateryna explican que hasta ahora no han podido buscar un empleo. «No teníamos permiso de trabajo y tampoco conocíamos el idioma».

Comparado con lo que han visto con sus ojos, la falta de un empleo se queda en un problema muy pequeño. «Conozco mucha gente que se ha muerto por la guerra. Algunos porque les ha caído una bomba cuando caminaban por la calle, otros que por sus ideas cogían un Kalashnikov...».

La razón de que hayan salido de Ucrania es el hijo que les acompaña en su primera visita al Ecyl. «Nos marchamos de Lugansk por él», comentan mientras señalan al pequeño. Él, seguramente ajeno a lo que han dejado en su país y al esfuerzo de sus padres, corretea por la acera y se divierte por la calle Calzadas. «Pensamos en su futuro. Teníamos miedo».

Una vez que se les agotó el visado con el que vinieron a España y ahora que han conseguido un permiso de trabajo, el objetivo de Sergii y Kateryna es encontrar un empleo lo antes posible. Un puesto de trabajo que les permita abandonar la casa de cogida y vivir independizados con su hijo. «Puedo trabajar instalando fibra óptica, en el sector de las telecomunicaciones», explica con la ilusión de que un golpe de suerte mejore su situación.

«La situación no está tranquila allí», comenta para argumentar la imposibilidad que tienen de regresar a su país. Eso es algo que ni se lo plantean. «Nosotros somos pacifistas. No nos gusta la guerra», asegura con un mensaje que tiene poco de hippie y que suena desde la sinceridad de quien ha visto el horror muy cerca. La siguiente batalla, encontrar un empleo.