500 años del infierno en castellano

R. Pérez Barredo / Burgos
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Fadrique de Basilea imprimió en 1515 en su taller de Burgos la primera traducción de la Divina Comedia que realizó el arcediano burgalés Pedro Fernández de Villegas

 
 
Fadrique de Basilea ya se había ganado un rinconcito en la eternidad unos años antes, cuando imprimió en sus talleres de Burgos aquel libro titulado Tragicomedia de Calixto y Melibea; sin embargo, el alemán afincado en aquella Florencia castellana que era esta ciudad en los albores del siglo XVI, no iba a abandonar este mundo sin llevar a la estampa otra obra tan inmortal comoaquella que fue La Celestina; en este caso un libro maldito y secularmente perseguido: la Divina Comedia, que el escritor italiano Dante Alighieri había escrito dos siglos antes. La Biblioteca Pública de Burgos conserva un ejemplar de aquella primera edición.
Fue hace ahora 500 años cuando el grabador germano recibió de manos de un burgalés, Pedro Fernández de Villegas, la primera traducción al castellano de este poema maldito. Villegas, arcediano de la catedral, era un hombre cultísimo que había conocido el texto de Dante durante una estancia de varios años en Roma y que tradujo a su regreso a instancias de Juana de Aragón, hija del monarca Fernando el Católico y duquesa de Frías. La Divina Comedia, considerada una de las cumbres de la literatura universal, no fue un reto sencillo para su traductor, ya que se trata de una obra llena de símbolos y referencias históricas y mitológicas que contienen, resumido, todo el pensamiento filosófico, religioso y moral de la humanidad.
Pero Fernández de Villegas lo resolvió con maestría: «Revela una erudición asombrosa respecto a los autores clásicos paganos y a los Padres de la Iglesia y, unida a esta erudición, una preparación teológica bastante considerable. Pero no se ha de reducir su valor al comentario. La versión misma, que aún hoy puede celebrarse, posee una fuerza poética si no sublime, sí al menos digna de tenerse en cuenta», anota el historiador Pablo Puente Santidrián sobre la traducción que el burgalés hizo en verso de la obra de Dante.
Otro prestigioso historiador y traductor, Anthony Pym, va incluso más allá. Asegura que el arcediano burgalés mejoró al genio italiano. En referencia al prefacio que Fernández de Villegas incluye en su edición, señala Pym que «el traductor nos explica que el mayor problema técnico de su tarea era el de utilizar un verso más largo que el de Dante, por lo cual tenía que buscarse materias con las que rellenar el espacio: Quedó el defeto ya dicho de faltar en cada terceto un pié para la media copla, y dos piés en cada una entera; éstos yo acordé de los suplir desta manera: que algunas veces, ocurriendo de mio algund buen pié, que más aclare su texto ó confirme su sentencia, póngole; y haya paciencia el Dante que en su brocado se ponga algund remiendo de sayal, que más le faga lucir; y el filósofo dice, que de misérrimo ingenio es siempre usar de lo fallado. De modo que, con toda la debida modestia, el traductor añadía versos de su propia cuña (pero eso sí, con buen pie)», escribe Pym.
Y añade que a Fernández de Villegas no siempre le sobraban pies, por lo que se veía obligado «a tener que bailar con el apoyo de los otros», y así lo explicaba el burgalés: otras veces suplo aquellos piés de lo que alguno de sus glosadores dice..., «esto es, cuando el verso quedaba corto y al traductor no se le ocurría ninguna idea, éste incorporaba libremente a la traducción los comentarios de la crítica».
 
Un genio. Para algunos historiadores de la literatura, Pedro Fernández de Villegas, que militó en la corriente erasmista y fue uno de los grandes intelectuales de su tiempo, habría merecido un lugar más honorable en el Parnaso de las letras castellanas. Su sepulcro de la Catedral es una de las principales joyas escultóricas del templo gótico.Está atribuido al gran artista Simón de Colonia.