Una noche en Villa Botellón

Á.M. / Burgos
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Villagonzalo Pedernales y Los Balbases reciben la visita de los autobuses que trasladan cientos de jóvenes a su fiesta y salen ilesos pese a los temores vecinales y los precedentes. Escuchamos todas las versiones antes, durante y después

La verbena es el escenario donde confluyen propios y ajenos. Lo de pisar el bar del pueblo, ni hablar. - Foto: Patricia

La escena lo resume todo. Un grupo de 30 peñistas de Los Balbases espera en la entrada del pueblo la llegada de los dos autobuses cargados de jóvenes bien pertrechados de toda suerte de mejunjes que van a participar de las fiestas de la localidad burgalesa. En puridad, las celebraciones van a ser el contexto de su particular noche de fiesta. Alcanzado destino, los oriundos del lugar explican, así en castellano antiguo, que en el pueblo fiesta sí, pero destrozos o molestias, las justas. Y que, así para entendernos, allí donde no llegue la Guardia Civil llegarán ellos.

Para comprender sus razones hay que regresar a la Plaza de España de la capital. Una hora antes, decenas de chicos y chicas (sobre todo chicas) hacen guardia en el soportal de la central de Cajacírculo. Esperan la llegada de los transportes que, a cambio de ocho euros en el caso de los Balbases y de seis en el de Villagonzalo de Pedernales, van a ser trasladados hasta las localidades en cuestión. Serán recogidos y devueltos al mismo punto (también hay parada en Gamonal) entre las 05.15 y las 07.00 de la mañana, dependiendo del horario elegido.

Han comprado los billetes en Viajes Iglú, donde los vecinos (está en Reyes Católicos) han podido comprobar a lo largo de todo el verano que el asunto tiene tirón. «Colas como para las entradas de un concierto», nos cuentan in situ. Sí, a lo largo de todo el verano porque esto comienza con los desplazamientos a Avellanosa del Páramo, en julio, y no terminará hasta finales de este mes.

Low Cost

Los chicos, claro, tienen sus razones. Edita, Sara, Alejandro, Raúl, Sonia y Sandra se van a subir al segundo autobús de la temporada. El anterior fue a Sotopalacios. Cada uno ha asumido el coste de su billete de bus y de sus provisiones para el botellón. «El fin de semana pasado fuimos a cubatas, pero este ya toca calimocho», explican. Tres euros per cápita y ya hay combustible para toda la noche, porque «no te gastas un euro más». «Nosotros ya estamos graduados y el paro es muy malo», justifican con sarcasmo. Es lo que hay: nueve euros sirven para pasar toda la noche de fiesta, sin necesidad de subirse a un coche o pisar un bar y ambientados por la música en directo de la orquestas. Tentador.

Los autocares de Autocares Fernández llegan puntuales. Un empleado coordina y controla el acceso y coteja las reservas. Y así hasta cuatro autobuses que, en menos de diez minutos, parten repletos rumbo a Villagonzalo.

«Hoy saldrán seis en total, pero hemos tenido noches de 14 autobuses», explica Miguel Ángel Fernández, dueño de la empresa que esta noche se pone al mando de uno de los vehículos. La polémica creada en las últimas semanas sobre esta ‘tendencia’ es, a su juicio, un tanto farisea. «Nos llaman alcaldes para que no llevemos a la gente, pero luego lo llenan todo de carteles para que sí que vayan. Quieren ‘clientes’ que se gasten 40 euros en cenar y luego se tomen cuatro copas, pero eso ya no existe», defiende.

Al contrario de lo que han manifestado los alcaldes de otras localidades, ellos no han sufrido destrozos. «Hay bodas que dan más miedo que esto; la mayoría son chavales universitarios. Ir a recogerlos sí que da más respeto, pero a nosotros nunca nos ha pasado nada. Esta noche ni siquiera nos está parando la Guardia Civil en la entrada del pueblo».

Gonzalo, Martín, David, Pablo, Isabel y Leire esperan la siguiente rotación de autobuses. Es un grupo de auténticos profesionales del asunto que aseguran haber visitado, entre todos, las fiestas de Villadiego («buena fiesta», puntualizan), Tordómar, Olmillos, Sasamón, Pedrosa, Santa Inés, Rioseras, Castrillo de Murcia, Villariezo, Arcos y Sotopalacios. Imbatibles en un ‘conoce tu provincia’ en formato after. Explican que no han encontrado problemas y que «los que la montan son siempre los mismos y generalmente ni siquiera van en los autobuses». No será la primera vez que nos digan esta noche que existe un grupúsculo de nómadas de la provincia más afines a protagonizar actos vandálicos o violentos. Para ellos, hoy, el único problema es que deberán regresar a las 06.30. «Muy pronto, demasiado», lamentan.

Mientras continúa la carga de hormonas con piernas en dirección a Villagonzalo, dos hechos nos llaman la atención. El primero es un espejismo, casi una alucinación. Una joven lleva un bocadillo en la mano. El segundo es que Fernández está de vuelta para llevar al último grupo. Continuamos la conversación aludiendo a la intensidad de las quejas de los alcaldes en las últimas semanas. «Los alcaldes son políticos. En los pueblos hay muchas opiniones más. También hay quien se queja de que no va gente de fuera», contraataca. No es nuevo en esto. El año pasado ya «recibimos amenazas para no ir a Modúbar». Veamos cómo son recibidos.

El tablero de juego

A la una de la madrugada todas las calles que parten de la plaza de Villagonzalo están colonizadas por los grupos de chavales dando cuenta de sus botellas. Casi todo calimocho y ni una sola Cocal Cola de marca Coca Cola. Aquí hay una jerarquía de prioridades y es evidente que el gasto mínimo cotiza muy alto. «Mira, toda la calle del lavadero llena de chavales bebiendo y la caseta de las peñas (en la misma calle) vacía», censura un vecino. «A ver lo que contáis, no nos jodáis los autobuses», nos parece haber oído poco más allá.

Acaban de empezar a sonar los primeros acordes de The Best, de Tina Turner, que pronto será mezclada sin compasión alguna con los grandes éxitos de Manolo Escobar. La orquesta calienta al público. Es hora de ir al bar. Al de verdad, queremos decir. Allí encontramos al concejal de Festejos, Ramón Martínez, que nos pone al día de cómo está el patio.

Martínez relata que los autobuses han estado cerca de ser «recibidos a pedradas» por los vecinos del pueblo, un conato que fue sofocado. Hay miedo al vandalismo y no lo ocultan. «Aquí no ha pasado nunca, pero cuando ves pelar las barbas de tu vecino... La gente está quemada, nos hemos llevado los coches y los hemos dejado aparcados fuera del pueblo, que está infectado de grupos de botellón, y no sé si mañana nos atreveremos a dar una vuelta a primera hora» para hacer balance de daños.

Él, reconoce, cree que la idea de transportar visitantes de forma colectiva y sacar los coches de las carreteras «es buena, pero siempre hay alguien que la lía y no hay controles ni de edad ni de lo que beben», lamenta. En la noche del viernes la Guardia Civil estableció un férreo control de alcohol y drogas. Los uniformados también vigilaron los accesos a la localidad durante el sábado. Hay, es evidente, órdenes concretas de la Subdelegación de Gobierno, a la que llegaron, entre otras, las advertencias de la Corporación de Villagonzalo.

Y así, con sarandonga por aquí, que te coma el tigre por allá, unos y otros van ahogando la tensión y las cosas parecen funcionar, si bien son evidentes los distintos conceptos de la fiesta que de tanto en cuanto se cruzan, de forma atribulada, en el ecléctico ‘concierto’ nocturno de la plaza. Son más de las dos y un joven con problemas de equilibrio nos pide que sujetemos su «cali» mientras que apaña la capucha de la sudadera. Nos identificamos y nos invita a no cargar las tintas con el binomio bus-botellón... Oído cocina.

Todos a salvo

La orquesta apagará los equipos a las cinco. Media hora después comenzará la recogida, que se extenderá (por turnos) hasta las siete de la madrugada. Con tiempo justo para «dormir dos horas y pegarse una ducha», los miembros de la Corporación de Villagonzalo harán balance de daños. Veamos.

Es la una de la tarde del domingo. Respetado el descanso de cortesía, acudimos a los alcaldes de la localidad del alfoz y de Los Balbases para hacer recuento de daños. «Aquí ha habido muchísima suciedad pero, por fortuna, nada grave en absoluto. Han aparecido dos o tres sitios con alguna pintada y se vaciaron dos extintores de un depósito privado, pero tampoco es algo distinto de lo que pasa todos los años. Para lo que nos temíamos, ha sido poco», relata Juan Carlos de la Fuente, regidor de Villagonzalo. En su opinión, «se demuestra que si se nos envía Guardia Civil, pasan menos cosas».

Veamos en Los Balbases. Al aparato, Esteban Martínez, alcalde del municipio. «Nada fuera de lo común. Sí que han aparecido un par de retrovisores rotos, pero en coches que ni siquiera estaban en el meollo. Eso sí, yo mismo hablé con el chico (de la empresa de transportes, se entiende) y les advertí que se comportaran». Por si no entendieron las formas de este amable y educado alcalde, las peñas se lo tradujeron.

Así que, al final, ni los destrozos de Arcos de la Llana, ni la profanación de la Iglesia de Quintanilla Vivar, ni la pelea de Sotopalacios, ni los daños al patrimonio de Sasamón, ni los intentos de atropello de Lerma.

Este fin de semana, Villagonzalo y Los Balbases, que entraban en la ruleta del autobús, salieron ilesos. Gran noticia. Quizás el despliegue de la Guardia Civil, las advertencias a la Subdelegación, la atención de los medios y la explicación a pie de llegada de las normas de la diplomacia local hayan conseguido poner orden. Para el 112 también fue una noche ‘tranquila’. «Desde Villagonzalo trasladamos a un chico ebrio a las 04.10 de la madrugada. Eso fue todo».