Las 'vacaciones' burgalesas de los 'ladrones en ley'

I. Elices / Burgos
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La Audiencia juzga desde el lunes a tres delincuentes georgianos enviados a la capital durante 3 meses a robar casas (más de 50 asaltaron). Sus jefes mafiosos les pagaban un sueldo mínimo a cambio de su 'trabajo'

Luka Chikhladzl, Gela Lomtadze y Janelidze Kakhaber aterrizaron en el aeropuerto de Barajas el día de Año Nuevo de 2014. Llegaron con un visado de turista que les permitía disfrutar de una estancia de tres meses en España. Y su destino final era Burgos. Pero estos tres georgianos no pisaron la Catedral ni el Museo de la Evolución Humana (MEH) ni la Cartuja. Vinieron con un único propósito, más bien un encargo, pues no eran más que los peones de los vor v zakone, ‘los ladrones en ley’, una de las comunidades mafiosas mejor organizadas de la extinta Unión Soviética. Su cometido era muy concreto. Robar pisos a destajo, obtener el máximo botín sin usar la violencia contra las personas y regresar a su país sin hacer ruido. A punto estuvieron de conseguirlo. Pero a finales de marzo la Comisaría, en una macrooperación policial, logró detenerles tras asaltar más de 50 casas en la capital. El lunes comienza en la Audiencia Provincial el juicio contra ellos y contra un cuarto compatriota, Zaza Gedenidza, quien, según la Fiscalía, les proporcionó la infraestructura -una casa de alquiler y vehículos- para dar sus golpes. Se enfrentan a 34 años de cárcel.

Los ‘ladrones en ley’ surgieron en varios territorios de la antigua Unión Soviética, principalmente en Georgia, Rusia, Armenia y Lituania. La URSS se desmembró, pero no las mafias, que tras la desintegración se convirtieron en organizaciones aún más poderosas al beneficiarse sus cabecillas de muchos de los procesos de privatización. A pesar de adquirir un nuevo estatus de empresarios, jamás abandonarían el mundo de la delincuencia. De hecho los líderes están forzados tras su coronación (Vor z Konen) a respetar un código de honor que les obliga a dedicar toda su vida a una actividad profesional criminal. Quizá el más conocido sea el georgiano Sakro Kalashov, internado en la cárcel de Zuera (Zaragoza) desde 2010. Y quién sabe si, incluso en prisión, seguirá ocupando la cúspide de la pirámide de esta peculiar banda, con tentáculos por toda Europa. De hecho, pocos jefes quedan ya en Georgia, pues el Gobierno de Tbilisi les ha declarado la guerra con el telón de fondo de una futura adhesión a la UE.

Sus soldados ‘trabajan’ por toda Europa y parte de sus ingresos van a parar  a la llamada ‘caja común de los ladrones’ (Obshchak), que se entrega a los miembros que se encuentran en prisión. Los tres cacos que recalaron en Burgos a principios del año pasado pertenecían al escalafón más bajo de la organización. Todos sus botines terminaban en manos de su jefe en Madrid, quien se limitaba a pagarles «un pequeño sueldo para cubrir sus necesidades», señalan fuentes de la investigación. Los novatos empiezan así, como meros asalariados que van haciendo méritos para medrar en la jerarquía de la banda.

Durante su primer mes en Burgos los tres delincuentes viajaban a diario a la capital de España para llevar las joyas y el dinero en metálico a su ‘introductor de embajadores’. Después, confiados, fijaron su residencia en la ciudad, en un piso de la calle Vitoria que un burgalés alquiló en dinero B a Zaza Gedenidza.

¿Por qué España, por qué Burgos? Países del entorno de Georgia han endurecido sus leyes en los últimos años para castigar el simple allanamiento de morada. Cuando sus fuerzas de seguridad los detenían -aun con las manos en la masa- solo les podían imputar robos en grado de tentativa, con una respuesta penal muy laxa. Al blindarse esos estados contra ellos, ampliaron sus miras a territorios más recónditos. Y España, como Alemania y Francia, reúne los requisitos legales idóneos para atraer a este tipo de delincuentes, quienes lo único que buscan es salir bien parados si son detenidos. Y Burgos les pareció una buena plaza porque es una ciudad donde abundan los pisos que se abren con llaves de borjas, que ellos saben copiar a la perfección. Numerosas casas de la capital en los 70 y 80 colocaron puertas con este tipo de cerraduras, fabricadas por una empresa de Mondragón.

A última hora

La Policía Nacional no lo tuvo fácil para capturarlos. De hecho lo consiguieron cuando solo les quedaba una semana de visado y estaban a punto de regresar a su país. Rehuían cualquier enfrentamiento con los inquilinos y para ello eran muy cuidadosos a la hora de comprobar que en los pisos que asaltaban no había nadie. Nunca coincidieron con nadie. De haberlo hecho habrían huido sin tocarles un pelo. Fue lo que hicieron los miembros de otra banda de georgianos que detuvo la Comisaría en agosto de 2014. Un hombre que regresó de Barajas de madrugada se topó con ellos y éstos se limitaron «a pasar por su lado y salir corriendo por la escalera, ni le empujaron siquiera».

Además, robaban solo dinero en metálico y joyas, efectos imposibles de rastrear, máxime cuando las alhajas las enviaban directamente a fundición. Sus golpes estaban preparados a conciencia. Marcaban los pisos vacíos y el día del robo uno se quedaba fuera, en la acera de enfrente al portal, y los otros dos subían a las plantas, siempre a las superiores, para no toparse con nadie que subiera o bajara por las escaleras. Cuando comprobaban que no había nadie bajaban al coche a por las ganzúas y actuaban.

Tantas precauciones les convirtió en fantasmas a ojos de la Policía. Jamás pasaban el día juntos, solo se reunían por la noche en el piso franco. En Comisaría veían que el tiempo pasaba e iban a huir para siempre. Así que movilizaron a más de 50 efectivos para patear las calles de Gamonal -donde más actuaron- y darles caza. Lograron identificarles y detenerles a finales del mes de marzo. Habían cometido pocos errores, pero uno muy grave. Estar en posesión de buena parte de la mercancía sustraída en sus últimos golpes. Una circunstancia que permite ahora a la Fiscalía imputarles un delito continuado de robo con fuerza y otro de integración en grupo criminal.

Luka, Gela  y Janelidze nacieron en un lugar cuyos únicos referentes eran capos como Sakro Kalashov, con enormes mansiones levantadas con dinero procedente de la delincuencia. Burgos era el primer peldaño que debían subir en su soñado viaje a la cúspide de la organización. Pero su ascenso se vio truncado y ahora podrían pasar cada uno siete años a la sombra. Sus familias estarán atendidas. No en vano pertenecen a los ‘ladrones en ley’, que siempre protegen a sus miembros.