Estrasburgo puede liberar a más de 100 asesinos etarras y violadores

Antonio Pérez Henares
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La decisión de derogar la 'doctrina Parot' implicaría un duro golpe para la Justicia española

Estrasburgo puede liberar a más de 100 asesinos etarras y violadores - Foto: Miguel Ángel Valdivielso Fotóg

La semana entrante puede depararnos uno de los mazazos más terribles a nuestra conciencia, dignidad y memoria. El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo puede obligar a poner en libertad a más de 100 asesinos etarras y violadores múltiples. Como suena. Pueden invalidar las sentencias de nuestros tribunales, aplicando la doctrina Parot sobre redención de penas, y dejar en la calle a los peores criminales etarras, así como a violadores homicidas y reincidentes a quienes se ha aplicado. Se dará por cumplida su pena y volverán a ser libres. Exultantes y sin arrepentimiento alguno. 
La razón se rebela, la entraña se subleva ante la terrible injusticia que, basada en ingenierías jurídicas y vericuetos leguleyos, puede suponer una definitiva victoria de los verdugos contra las víctimas. La percepción es cada vez más pesimista. Solo el Fiscal General del Estado albergaba cierta esperanza, pero desde el Gobierno se teme que la suerte esté ya echada y, a pesar de los esfuerzos y contundentes motivaciones lo que el Tribunal decida obligará a España a acatar algo que a todos repugna con la excepción de los criminales y sus cómplices, que cada vez más ensoberbecidos se pasean y señorean el País Vasco y alardean en el propio Parlamento Nacional tras la otra desdichada y falaz sentencia de nuestro politizado Tribunal Constitucional, que les dio carta de legalidad y pátina de demócratas. El radar hoy, antes de mirar atrás en la semana, quiere poner su ojo en esa repulsiva probabilidad.
Las buenistas leyes españolas, que reinsertan aunque el reo ni lo quiera, ni se arrepienta ni pague apenas por sus delitos, permitían que el asesinato múltiple saliera muy barato. Con la doctrina Parot se intentó que, al menos, se corrigiera un poco. El martes puede ser tumbada y espera que además no nos condenen a pagarles a tales prójimos. Es por ello que quizás ahora, y aunque sea tarde para lo pasado pero no para el futuro, se entienda la necesidad urgente e imperiosa de cambiar ese Código Penal e introducir en él, en sintonía con el sentido común y aplicado en muchos países de Europa, los de mayor tradición democrática, la cadena perpetua revisable para los más atroces delitos. Esto es que el criminal salga a la calle cuando haya ciertas garantías de no reincidencia, de que ha pagado por sus crímenes y que es consciente y esta arrepentido de haberlo cometido. Tal vez quienes se rasgan las vestiduras por ello y no por la indefensión de las víctimas y a los que no parece importarles su dignidad y su dolor, reflexionen, más allá de sectarismos ideológicos, sobre lo que suponen en la práctica sus declamaciones. Si esto hubiera estado ya en nuestro ordenamiento jurídico desde hace años y no ese remiendo de la doctrina Parot nos evitaríamos tan repulsiva situación como a la que nos podemos ver abocados.
Es pues desde un estado de animo desalentado y temeroso desde el que escribo estas líneas a las que sí añado otros dos asuntos que han protagonizado los días pasados y que tienen una fuerte proyección futura. El primero de ellos es el comportamiento sindical ante la detención de algunos de sus dirigentes en Andalucía. Sus agresiones verbales y coacciones a la jueza Alaya nos envían un claro mensaje: Ellos son impunes. Porque son ellos, porque son los sindicatos, porque son de los buenos. Y por lo oído, los guapos gritan «franquista» y «fea» a la magistrado como si los inculpados lo fueran por defender libertades y derechos. 
 
EL DINERO, AL BOLSILLO.Pero de lo que se les acusa, fuera cuentos, es de trincar el dinero destinado a los parados. Como aquel día en Guadalajara cuando la plana mayor del PSOE quería comparar a Vera y Barrionuevo con los antifranquistas que encarcelaban en Carabanchel por luchar por la libertad, cuando ellos por lo que fueron condenados fue por un secuestro.
La concentración de liberados sindicales de CCOO y UGT, todo el día y demostrando que tales actividades son su esencial trabajo, pues del de verdad hace lustros que están exentos y blindados, es un clavo más en el desprestigio del sindicalismo, tan pernicioso y letal para la democracia como el político.
El tercer elemento tiene nombre de mujer: Susana Díaz. Su irrupción en la política nacional ha levantado expectativas. No lo indicaba su pasado, una criatura de partido casi químicamente pura y que se ha aupado al poder tras escalar por el aparato, pero sus mensajes y su discurso, quizás porque sea consciente de que el PSOE, su organización y madre, está en peligro de dispersión si no lo hace, resultan, aunque sean obvios y evidentes, esperanzadores. Dice cosas sencillas y claras, en perfecta sintonía con los principios y esencias fundacionales del socialismo, sobre España, su unidad, la soberanía del pueblo y la Constitución. Y sorprende, porque en el PSOE llevamos tiempo sin oírlas y reconoce el demoledor error de Rodríguez Zapatero al conculcarlas. 
Suena también que afina en su música ante la corrupción. Que no es blanca ni tinta, ni azul ni roja, que es marrón. Que no puede ser utilizada como arma de destrucción del rival sino combatida por todos. Y así se lo propone a Rajoy, que tiene lo suyo en su PP como ella tiene lo propio en su Andalucía. El pacto ofrecido con esas premisas no puede sino ser recibido con interés por las fuerzas políticas pero también por la sociedad. Tiene además prueba del algodón, más allá de la prédica, en cuanto a su sinceridad y trigo. En su propia casa y en los ERES.
En cualquier caso, su irrupción en política nacional ha descuadrado a Rubalcaba y a Ferraz, que no saben ni por donde salir ni por donde navegan. Rubalcaba en España se parece cada vez al PSC en Cataluña. Es esa tercera vía que nunca es nada sino no saber por donde uno se anda y a donde se dirige. Y ello a lo único que lleva es al PSOE a la desintegración. Y Susana Díaz, criatura de partido y criada en el aparato, eso lo sabe. Pero lo dicho por ella estos días resulta por su escasez, aunque no por obvio, sorprendente y, por su contenido, alentador. De dicho hasta el hecho, queda el trecho y en eso se permiten todas las dudas. Pero dicho queda.