La cifra de menores que consumen cannabis se triplica desde 2011

Gadea G. Ubierna / Burgos
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El 63% de los jóvenes atendidos en 2014 en la Asociación de Ayuda al Drogodependiente (Aclad) acudieron por sus ataduras a esta sustancia. Los expertos advierten de que la edad de iniciación se ha rebajado a los 12,5 años

La cifra de menores con problemas de consumo de cannabis se ha multiplicado por tres en los últimos cuatro años, según corroboran organizaciones especializadas como la Asociación de Ayuda al Drogodependiente (Aclad). La delegación burgalesa de este colectivo trató el año pasado a 44 adolescentes y jóvenes con diferentes grados de dependencia a esta droga, frente a los 13 que acudieron por el mismo motivo en 2011. Estos datos indican que alrededor del 63% de los menores de edad atendidos en 2014 por el colectivo acudieron, voluntariamente o a la fuerza, por la relación con esta sustancia.

El incremento del consumo de cannabis y lo temprano de la edad de iniciación, que en este momento ronda los 12,5 años, no solo preocupa por el hecho en sí, porque sea una droga, sino porque se trata de una sustancia relativamente bien tolerada en una sociedad que la considera inofensiva y que, por lo tanto, también minusvalora sus consecuencias. Y no son pocas. La psicóloga de Aclad, Goretti Fernández, explica que el empezar a fumar antes de los trece años es peligroso por la incidencia que tiene en el desarollo del menor, en sus capacidades sociales y de aprendizaje, así como en el rendimiento escolar y en sus relaciones familiares. «Ahora vemos que hay más brotes psicóticos, por ejemplo, y eso tiene mucho que ver con la edad en la que se empieza. Cuanto más jóvenes, peor», asegura Fernández. Y a esto se añade que el cambio de comportamiento y conducta que conlleva el consumo de drogas puede acabar acarreando problemas de índole legal. De hecho, la trabajadora social y coordinadora de Aclad en Burgos, Isabel Hernando, explica que cada vez son más los jóvenes que acuden por obligación y en cumplimiento de una sanción administrativa. «Si lo habitual era recibir una o dos, el año pasado fueron trece», destacó.

Así que la sanción se ha convertido en una de las principales vías de llegada de jóvenes a esta asociación, especialmente volcada en la drogadicción en menores. Otra buena parte de los casos se asumen por decisión judicial o por intermediación de los servicios sociales. Y solo una minoría recurre a la asociación voluntariamente, al reconocer que tiene un problema de drogadicción. «Lo habitual es que lleguen con un problema judicial o porque los padres ven que la situación se les ha ido de las manos y ya no saben cómo ponerle freno», explican las dos profesionales, destacando que la intervención no se limita al adolescente o joven dependiente, sino a toda la familia. «Es importante, porque al final, todo repercute en todo, y los padres también tienen pautas o conductas que cambiar en la dinámica familiar», cuentan.

Así, la terapia a seguir se divide en varias fases. La primera se dedica a la recogida de datos acerca de la sustancia consumida o el tiempo que se lleva haciendo uso de la droga en cuestión para continuar con una segunda fase en la que se evalúa el grado de ansiedad o de impulsividad para ver si es fruto del consumo o si es un problema del menor, lo cual obligaría a derivarlo a los servicios sanitarios. En este momento también es cuando se analiza si la relación con la droga es de uso, abuso o dependencia, algo fundamental para poder decidir qué tipo de terapia seguir en coordinación con los criterios de los trabajadores sociales. En cualquier caso, tanto Hernando como Fernández destacan que lo principal es insistir en lo relativo a las «habilidades sociales»; es decir, saber hacer frente a la presión del grupo, aprender a decir que no o trabajar en el autoestima, para que no se dejen amedrentar por la opinión de otros. «Vemos mucha dependencia emocional, chicas que empezaron a consumir por miedo a que las dejara el novio o muchos casos con problemas de acoso escolar», explican.

Más plantaciones

Otro asunto que preocupa es la proliferación de los cultivos de interior, que no solo permiten que sea posible comprar esta sustancia durante casi todo el año y no solo en los meses siguientes al verano, que es cuando se recoge la cosecha, sino porque adulteran la droga. «Al cambiar la modalidad de cultivo, la planta ya está adulterada y el principio activo es mucho más potente, por lo que también lo son sus efectos», explica Hernando, insistiendo en que los mitos que siguen sosteniendo los jóvenes con respecto al cannabis, la marihuana o el hachís provoca una cierta ‘normalización’ del consumo. Y que hay más droga en el mercado no es una percepción exclusiva de estas profesionales, sino también de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. La Guardia Civil de Burgos, por ejemplo, se incautó el año pasado de 1.400 kilos de hachís -derivado del cannabis- lo cual multiplica por cien a la cantidad decomisada en 2013. Y también es cierto que rara es la semana en la que este periódico no publica informaciones acerca de alguna detención por plantaciones de ‘maría’ en fincas o viviendas.