Vivir a contracorriente

J. V. (SPC)
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Antonio López pinta al ser humano sin que aparezca, describe entornos urbanos con un trazo nostálgico y representa lo común sin afán de notoriedad o arrogancia

Es el artista vivo español más cotizado del momento, y el segundo más preciado tras el genio malagueño Pablo Picasso. Sin embargo, ese afán de notoriedad es lo que menos importa a Antonio López. Él es un humanista, una persona cercana al pueblo, sin arrogancia, sin prisa y sin ostentación. «Siempre me ha llamado la atención el ser humano y lo que le rodea. Puedo pintar el cielo, pero siempre desde el lugar donde habitas, desde la vida, es decir, que el espacio ocupado por el hombre esté presente», afirma el artista.

Reconoce que él y Paco y Julio y Maribel y Mari (por los hermanos Francisco y Julio López Hernández, además de Isabel Quintanilla y María Moreno), el Grupo de Madrid, iban en otra dirección. Ellos no eran abstractos, la corriente dominante en la Europa del pasado siglo, sino realistas. Renovaron la figuración y crearon el realismo trascendente o mágico en los años 50: aquel que une la obsesión por el detalle con la quietud, lo que provoca que trascienda el momento presente y lo convierta en eterno. A pesar de esa creencia firme por el hiperrealismo, no creían que cuando empezaron a pintar a mediados del pasado siglo iban contra el conceptualismo: «No lo sentí así. Cuando éramos jóvenes, éramos modernos y exponíamos en las mismas galerías que los artistas abstractos, porque todos estábamos tratando de hacer algo diferente y distinto».

También admite que los realistas han trabajado «en esa zona generosa de no crear un lenguaje elitista, porque el arte ha sido desde el Renacimiento, desde el mismísimo Miguel Ángel, sumamente arrogante». Por ello, la figuración del siglo XX pasa por la escuela de Madrid y por la corriente británica y americana, la formada por Lucian Freud, pintor y grabador inglés,  Edward Hopper, célebre por sus retratos de la soledad en la vida estadounidense, o Adrew Wyeth, y por poseer una hermandad con el otro, con el ser humano. Estos artistas miran a su igual y representan aquello que importa e interesa a todos.

Pintor del Rey.

Una de las obras más conocidas del realista de Tomelloso es el retrato de la Familia Real, encabezado por Don Juan Carlos, y en el que invirtió casi 20 años. El artista hizo entrega del mismo a finales de 2014 y, a pesar de admitir que no es un pintor de corte, asiente que recibió el encargo y lo hizo suyo.

Como perfeccionista que es, López esperó a crear un entorno idóneo para realzar toda la composición:una incidencia concreta de la luz solar, y dotar así al cuadro de la magnificencia necesaria. «20 años no es nada», reconoce el autor, que entiende la pintura como un sentido infinito.

Al final, la creación es siempre un misterio, como atestigua el propio creador, que deduce que no importa que uno se encuentre dentro de una o de otra corriente pictórica porque «no se trata de copiar las cosas tal y como las ves, porque detrás hay un sortilegio, hay un enigma». Y concluye:«La realidad es un misterio, la vida es un misterio y el arte es un misterio, y ahí andamos todos, tratando de averiguar y de avanzar».