La mayoría silenciosa

JAVIER M. FAYA (SPC)
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Jorge, un barcelonés que se siente muy español, asegura que es un tema tabú en su región confesarlo y que muchísima gente no se atreve a dar la cara por miedo a sufrir represalias

La mayoría silenciosa

Jorge tiene 40 años, es economista, de Barcelona, de padre madrileño y madre catalana, está casado con una chica de Vic... y acaba de llegar de una despedida de soltero en Andorra. ¿No se llevaría una bolsa con billetes de 500 euros (en referencia a Jordi Pujol Ferrusola)? «No, no, qué va (risas)».

Se siente español por los cuatro costados. Y catalán. Por eso lo pasa mal con la deriva secesionista a la que les ha sometido el president, Artur Mas. Es tema obligado de conversación con los amigos -y solo con ellos, aparte de la familia- desde hace dos años, pero ese clima de división es de siempre: «En la EGB, ya lo notábamos. Había chavales muy independentistas, aunque no tiene nada que ver con lo que hay ahora». De hecho, en la V del pasado jueves, le dieron el micrófono a una chica que cumplirá 16 años el próximo 9 de noviembre. «El grado de adoctrinamiento es infinitamente mayor», apostilla, para luego añadir que por eso quieren bajar la edad de voto a esa franja.

Confiesa con orgullo Jorge que tiene una bandera de España, pero que solo la saca al balcón si se gana un Mundial, una Eurocopa... «Te puedes meter en un buen lío si te ven con un polo o lo que sea con la insignia nacional. Un verano nos fuimos a Sanlúcar y me chocó ver unas pulseras con la banderita. Me compré una y fue bajarme del coche, verme dos personas y decirme que sería mejor que me la quitara porque si no, me pegarían», asegura este economista, que vive en un barrio bien y que, como cientos de miles de personas, tiene que callar su sentimiento español.

«Tu jefe te puede hacer la vida imposible o tus compañeros, o incluso te puedes quedar sin clientes si tienes un negocio», sostiene este barcelonés, que recuerda cómo se tiene que morder la lengua un amigo suyo veterinario que trabaja en la comarca de Osona. Yañade:«Los independentistas hacen lo que quieren;está bien visto». Es la ley del silencio, que se cimenta en una máxima que se ha grabado a fuego en la mayoría de los ciudadanos:España nos roba.

FAMILIAS ENFRENTADAS. ¿Y exageró el eurodiputado Esteban González Pons el pasado sábado cuando dijo que muchas familias estaban enfrentadas? «En absoluto. Mi familia política, que es de Vic, el corazón del catalanismo, no me ve con buenos ojos y no se puede sacar el tema».

Recuerda una anécdota con su suegra. «Me enseñó orgullosa cómo mucha gente colgaba la estelada en el balcón. Le dije que abundaban los que no ponían nada». Yahí está el quid de la cuestión. ¿Realmente hay una mayoría que no quiere la escisión? «Yo creo que sí. Ten en cuenta que los que estuvieron en Barcelona el otro día eran todos los independentistas. Muchos venían desde los pueblos, cuyos ayuntamientos pusieron autobuses y bocadillos. Estuvieron casi dos millones, ¿y los otros siete?». ¿Y votarían en una hipotética consulta legal los que prefieren la unidad? «Seguro, yo sí».

No obstante, no cree que haya referéndum, y sí un «paripé» y elecciones plebiscitarias. Ahí no está seguro de que los españolistas participen, pues no hay mucha adhesión a los partidos constitucionalistas. «Los otros sí se moverán. Les da igual que el presidente de ese nuevo país sea un corrupto». El caso Pujol no ha frenado nada, ni aunque toque a Mas.  

Mientras hablamos por teléfono, me comenta que muchos  pueblos tienen en su cartel de entrada otro en el que se añade su voluntad de separarse de España. Cada cinco o 10 kilómetros se ve esa etiqueta, y aprovecha para mandar una foto. Tiene alma de periodista Jorge, que se ha inscrito en las cadenas de la Asociación Nacional Catalana para ver cómo funciona. Por de pronto, 100.000 voluntarios visitarán las casas de los indecisos de toda la región -se puede averiguar fácilmente- para convencerles.