Las mujeres se abren paso en las peñas con 6 nuevas socias

A. del Campo
-

Ellas siguen siendo minoría en las ocho cuadrillas de Aranda al representar menos del uno por ciento del total de asociados. Las altas de los últimos días han doblado su presencia hasta las once inscritas

Las peñas en Aranda, como en cualquier otro municipio de la zona, son una tradición y quizá por eso conservan muchas características del pasado. Una de las que todavía perdura es la abrumadora mayoría de socios si los comparamos con el número de socias. En la capital ribereña hay actualmente unos 1.132 peñistas de los que solo once son mujeres. Es decir, únicamente el 0,97 por ciento de los miembros de pleno derecho son chicas. 

La tendencia parece estar cambiando y las socias empiezan a abrirse un hueco en las peñas arandinas. Esta misma semana seis mujeres se han ganado el derecho a lucir el uniforme de su cuadrilla de toda la vida. Las tres nuevas socias del Chilindrón, las dos del Cubillo (cuya inclusión se aprobó este mismo viernes) y una más de Tierra Aranda han doblado, incluso algo más, el número de asociadas de las peñas, que en escasos días ha pasado de cinco a once arandinas.

Todas la peñas coinciden en que «hay que dar normalidad» a este hecho y ninguna opta por un discurso triunfante. Las ocho asociaciones arandinas admiten que nacieron a partir de cuadrillas de amigos en las que, por la sociedad de antaño, solo había hombres. Y a su vez, las mujeres disfrutaban de las peñas como acompañantes de sus parejas. Algo que se mantiene en la mayoría de grupos porque «ser invitado te exime de responsabilidades, no pagas las cuotas...».

María, Celia e Iris. Pero la sociedad no para de evolucionar y el concepto de acompañante se está quedando obsoleto. Así lo demuestran Celia y María Cebas Gañán e Iris Sáenz de Miera García. Ellas viven este fin de semana las primeras fiestas de su peña, el Chilindrón, como socias de pleno derecho. Las tres son hijas de socios y no tienen recuerdos de un mes de agosto sin el ritmo de la Chilicharanga. Y curiosamente fue esa atracción que solo la música es capaz de crear la que les enganchó a la cuadrilla. «Con cinco años ya salía con el tamboril al lado de mi padre. Me ataban sus fajas al pantalón para que no me perdiera», recuerda Celia.

Las tres comenzaron sujetando partituras y hoy son una parte fundamental de la Chilicharanga, Iris y Celia con dos de sus saxofones y María uno de sus trombones. Hasta ahora ese era su lugar en la peña, y no estaban descontentas, pero este año se decidieron a dar el paso y ganarse las llaves de la bodega. «Queríamos entrar las tres a la vez y al final ha sido ahora cuando lo hemos hablado. Tanto nuestros padres como los demás miembros de la peña nos dieron su apoyo y así fue», declara Celia, que añade que fueron los propios inscritos los que les animaron a entrar. «Nosotras jamás nos hemos sentido discriminadas por ser mujeres dentro de la peña», recalca María, que incide en que únicamente se ven «como un socio más». Por su parte, Iris añade: «La inclusión de las mujeres en las peñas debería ser algo que se empiece a normalizar y que tampoco suponga una novedad». Eso sí, cuando se menciona el concepto de acompañantes, Iris señala que a sus madres «no se les ha animado como a ellas». «Pero si se lo propones no van a querer, porque ahora van a todo y no pagan cuota», le responde María. Y aquí surge la pregunta, ¿qué ventaja les ha llevado a querer ser socias? «Voz y voto», contesta Iris sin dudar.

Las tres han estudiado fuera de Aranda y cada verano tenían una cosa clara, había un fin de semana en el que tenían que estar en la villa: el de las fiesta del Chilindrón. «Este viernes llegué a las siete de  Galicia porque esto no me lo perdía, ya me lo perdí el año pasado y hasta lloré», confiesa María. Ellas disfrutan cada pasacalle, cada copa o cada conversación en un ambiente donde se mezclan diferentes generaciones «como el que más». Este año lo vuelven a hacer, solo que con voz y voto.