Las dos cartas de Sánchez

Javier M. Faya (SPC)
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El camino hacia la Moncloa del líder del PSOE pasa por aliarse con Ciudadanos o Podemos, que parte con una gran ventaja por la inexperiencia del aspirante socialista y las cuentas, que pueden salir con IU y PNV

Se relame Pablo Iglesias ante la posibilidad cada vez más cercana de que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, Peter para sus enemigos en Ferraz y para él, firme un pacto de izquierdas. Hasta el mismísimo expresidente Felipe González les dio sus bendiciones el pasado jueves... si se olvida del referéndum en Cataluña, claro.

Cierto es que el profesor ha ido rebajando sus exigencias conforme pasaban los días, y si hasta hace poco le había dado a los socialistas el ultimátum de que o negociaban con ellos o con Ciudadanos, ahora parece que la cuerda se destensa, pues ven cómo los de Albert Rivera tienen más sintonía con los progresistas, y es comprensivo.

Ahora las cosas han cambiado. Hace 72 horas, los morados anunciaron a bombo y platillo que tienen previsto presentar próximamente al PSOE un documento con un desarrollo más concreto de su propuesta para formar un Gobierno multicolor, con el objetivo de desbloquear la situación, que se ha enconado después del último encuentro, celebrado hace ya una semana, y en el que Iglesias siguió provocando a su anfitrión insistiendo en que él iba a ser vicepresidente, que casi tendría el mismo número de ministros que su interlocutor y que el comunista Alberto Garzón ocuparía la cartera de Economía, así como que les gustaría tener «controlado» a un partido que tiene 136 años de Historia -y 17 en el poder en la democracia reciente-, para evitar, como señaló el diputado Íñigo Errejón, casos con el de las contrataciones en empresas privadas de las exministras Elena Salgado y Trinidad Jiménez. El inminente fichaje de la malagueña por Telefónica, que fue anunciado por la compañía, le restó puntos al madrileño.   

El hecho de que éste tenga a los barones en aparente calma, tras invitar hábilmente a las bases a decidir los pactos, hace que el líder de Podemos pueda permitirse algunos menosprecios hacia el de Ferraz, sin contar los lógicos de la campaña electoral y los debates, en los que destrozó a su adversario, que tiene al PNVganado.

El surrealismo que se vivió el 22 de enero en la Zarzuela lo dice absolutamente todo. Mientras el socialista se veía con el Rey, Iglesias, en la rueda de prensa, le hacía por sorpresa una oferta a la baja, e incluso con cierto desprecio. La tibieza de un desconcertado Sánchez tras hablar con Don Felipe, así como su cara ilusionada diciendo que estaban condenados a entenderse, demostró debilidad, bisoñez y ansia, mucha ansia. Yasí nunca se puede ganar a las cartas.

En esta partida de cartas con cuatro jugadores en la que se ha convertido la política española, hay uno que aspira a ser juez y parte aunque tenga la peor mano, con 40 diputados y 3.514.528 votos. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se muestra agazapado -no tanto como Rajoy, que se limita a hacer el don Tancredo-, poniendo una sonrisa de oreja a oreja cada vez que se hace la foto con el presidente del Gobierno en funciones o con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Le va el futuro de España en ello, pero también su propia supervivencia.   

Yes que la imagen dialogante que transmite el barcelonés puede taponar la más que posible sangría de sufragios que padecería en el caso de que se celebraran en breve unas elecciones generales. El destino sería el PP si dejan de salir a la luz más escándalos de corrupción

Esta lacra en forma de terremoto mediático, con epicentro en Valencia y Madrid, afecta, y de qué manera, el desarrollo de la partida. La tibieza con la que está actuando el número uno de los populares, que no ha castigado a la senadora Rita Barberá, sino al contrario, pues se haya blindada -aforada- en la Diputación Permanente de la Cámara Alta, hace que Rivera sopese echarse a los brazos del PSOE. El coste en las urnas sería enorme si diera todo su apoyo al PP, por mucho que su líder insista que estos escándalos no van a pasarle factura para volver a ser presidente.

Ese inmovilismo no puede ir con Rivera, que lo pagó en las urnas. Tampoco es que su otro interlocutor, Pedro Sánchez, esté muy hablador. Su obsesivo no a Génova -el del pasado viernes se sumó a los 17 anteriores- tras la feliz experiencia de la pinza antiPP que se dio con los resultados de las elecciones regionales y locales de mayo, reduce sus posibilidades casi a cero de llevar a buen puerto su autoproclamado papel de mediador. Es testigo, en primera fila, de un pulso entre dos aspirantes que no ceden un milímetro.

Mucho tendría que pasar para que el catalán haga realidad el sueño de Rajoy y de muchos constitucionalistas: la gran coalición. Yes que la mano que le ha tocado no es buena, e Iglesias tiene un as en la manga, el de la ambigüedad, el mismo que Sánchez, que el pasado viernes mostró su deseo de liderar un pentapartito con Podemos, Compromís, IUy Ciudadanos. ¿Quién sobra?