Vecinos de Frías y Quintanaseca son evacuados de sus casas en zódiac

I.L.H. / Burgos
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El Grupo Especialista en Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil rescata a nueve personas que se habían quedado atrapadas en sus viviendas. El desbordamiento del río ha superado su peor crecida, fechada el 20 de diciembre de 1980

Helados de frío, con el susto todavía en el cuerpo y un poco desorientados por la oscuridad de la tarde, Casimira Castaño, su hermana Amelia y sus dos nietos pequeños de 5 y 7 años pisaban tierra seca después de doce horas de angustia. «Ahora el agua ha descendido un poquito, pero esto era un mar. Nunca he visto así Quintanaseca. Jamás. Y estoy aquí desde el 77», aseveraba Casimira al bajar de la lancha del Grupo Especialista en Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil.

Ellos y su hijo fueron los últimos en ser rescatados en zódiac, el único medio de transporte que permitía acceder a sus viviendas: «Ayer cuando nos acostamos estaba todo en orden. Pero esta mañana había agua en el choco, el garaje y llegaba hasta los dos primeros escalones de la casa. Más que miedo es la pena de ver todo lo que se ha estropeado», añadía Amelia, nerviosa por el frío que estaban pasando los pequeños y preocupada por los estragos del agua. A los cinco les reubicaron anoche en la casa rural de Tobera.

Como a ellos, los GEAS tuvieron que rescatar a otros cuatro vecinos de Frías, dos personas mayores -una, además, necesitaba asistencia respiratoria-, un padre y su hija de 13 años, Iñaki y Andrea Calaza: «Lo estábamos viendo muy mal, la verdad, por eso pedimos que nos evacuaran», comentaba el progenitor mientras su hija reconocía el miedo que había pasado. «A las siete de la mañana el agua ya tapaba las ruedas de la furgoneta y no ha sido hasta las tres de la tarde cuando nos han confirmado que vendrían a buscarnos. Han tardado en venir porque la carretera estaba mal;hay que entenderlo...Al fin y al cabo nosotros teníamos calefacción y comida», resumió Iñaki, natural de Bilbao. Para Andrea la historia no era tan sencilla y el día se le ha hecho muy largo. Además del miedo a que el agua pudiera seguir subiendo, se sentía desprotegida sin ropa ni calzado adecuado.

Desde Valladolid

La intervención del grupo de rescate con base en Pucela no fue sencilla ya que el desbordamiento del Ebro a su paso por Frías había dividido el pueblo y a mediodía tanto la nieve como las balsas de agua complicaban el acceso desde buena parte de las carreteras de la zona. Por la mañana se habló de enviar un helicóptero para las evacuaciones, pero el temporal zanjó esa posibilidad y se pensó en las zódiac, ya que las circunstancias hacía imposible el empleo de los vehículos oficiales todo terreno.

Los GEASpriorizaron el rescate acudiendo primero al pueblo de Montejo de Cebas, localidad también anegada por el río y con varios vecinos atrapados entre el barro y el agua. Cuando vieron que no era necesaria su presencia porque para la evacuación se habían arreglado entre los paisanos, cambiaron de dirección rumbo a Frías.

En la ciudad medieval la madrugada había sido ya muy dura: «A las doce y media de la noche miré el nivel del río y estaba bien, pero a las cuatro de la mañana ya lo había perdido todo» repasaba Juanra, el dueño del cámping. Las movilhome o módulos repartidos en 200 parcelas prácticamente flotaban sobre el caudal desbordado del río: «Ha sido devastador. Tenía agua en casa, en la oficina, en el bar... Allí se ha quedado todo; no he podido sacar ni la cartera», se lamentaba el dueño que, aunque la lluvia persistente había hecho antes pequeños estragos -el cámping está situado junto al Ebro, a 100 escasos metros de la playa fluvial-, nunca se había comportado con tanta dureza.

Con cara de circunstancias observaban los destrozos una de las familias con módulo en la calle K, llegados desde Bilbao: «Ha habido otras crecidas que han arrastrado alguna casa móvil, pero ninguna como ésta. Llevamos veinte años acampando aquí y esto es increíble. Y eso que nuestra zona es la que mejor está».

Cerca del cámping y el puente medieval, en las primeras horas de la mañana, una señora de edad avanzaba era rescatada por sus vecinos con una retro excavadora. «La mujer no podía salir de casa y se estaba poniendo muy nerviosa. Nos hemos acercado con la máquina, hemos tirado el muro que lo limita y hemos hecho que se montara en la pala desde la ventana», repasaban Koldo Fernández y José Arnaiz, que tuvieron mucho trabajo durante todo el día. Al conocer lo que ya había  hecho el río y una vez que la señora estaba a salvo, dos de sus sobrinos se desplazaron desde Bilbao para  ver en qué estado había quedado la vivienda e intentar rescatar a los animales -gallinas y perros- que se habían quedado atrapados. Pero fue inútil. El agua apenas les dejó avanzar poco más allá del puente junto al cámping.

«A las siete de la mañana estaba crecido el río pero se podía cruzar. Sin embargo a las nueve ya no había manera. En ese momento nos dimos cuenta que esto iba a ser gordo, como así ha sido. El agua ha superado la marca de la peor inundación que ha habido en el pueblo, que fue el 20 de diciembre de 1980. Lo que nos parece mal es que los de la Confederación Hidrográfica no alertaran de que esto podía pasar... porque tenemos cerca la central de Garoña...», aseguraban preocupados mientras reconocían que con el avance del día  las aguas habían retrocedido algo.

 

Garoña y el Sobrón

Con las tres compuertas abiertas y sin dar tregua, el embalse del Sobrón rugía ayer enloquecido ante tanto caudal. El Ebro mostraba en esa zona tanta personalidad que intimidaba, sobre todo cuando las balsas de agua en las cercanías habían producido alguna que otra salida de la calzada.

Más templado se mostraba el río en otra zona que a todos preocupa: la central nuclear de Santa María de Garoña. Aunque caudaloso, frente a la central el Ebro no asomaba sus dientes. Al menos ayer cuando llovía. Habrá que esperar con las nuevas nieves.