Un instante que salva una vida

L.M.
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Laura Fernández y Pedro Alonso, socorristas en las piscinas de San Agustín, atienden a dos usuarios con una crisis epiléptica en 4 días

No es nada habitual que se desaten situaciones como las que Laura y Pedro tuvieron que hacer frente la semana pasada, pero actuar a tiempo, conocer los pasos a seguir y sobre todo no perder nunca los nervios, es clave para lograr una intervención efectiva que, sin duda, puede salvar una vida.

Martes, 12 de junio. Quedan escasos minutos para que las piscinas del centro cívico de San Agustín echen el cierre. Laura, que lleva cerca de dos meses trabajando como socorrista en la instalación, estaba sentada en su silla, vigilando el transcurrir de la jornada cuando varios usuarios le alertaron que había un hombre tirado en mitad del vestuario masculino. «Me lo encontré convulsionando, estaba terminando el ataque epiléptico, por lo que derivó en parada cardiaca», explica. Rápidamente comenzó a atenderle, empleando el desfibrilador externo semiautomático (DESA) con el que cuenta al recinto, una intervención que le salvó la vida, hasta que llegaron los servicios médicos.

Tres días después, el viernes 15, Pedro apenas llevaba dos horas de jornada laboral en el turno de tarde cuando un bañista salió del agua y le dio una crisis epiléptica. «Abrí las vías, comprobé que no había nada que obstruyera su respiración y le saqué la lengua para que no se la tragase», explica. Poco a poco fue controlando la respiración y el pulso, colocando al sujeto en posición de seguridad -a pesar de la rigidez que toman las personas que están sufriendo estas crisis-, hasta que de nuevo acudieron los sanitarios.

 

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