Morcilla, picadillo y el sol de regalo

G. Arce / Burgos
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La fiesta típica del invierno, la matanza, se tornó primaveral en San Cristóbal. No importó, los manjares del cerdo estaban igual de sabrosos que en los últimos 35 años

 
La Fiesta de la Matanza de San Cristóbal nació de la sana envidia por los titos de Gamonal. «Si ellos -por sus vecinos del barrio grande- podían organizar tal tinglao, ¿por qué nosotros no...?». Así, más o menos, se lo soltó Juan Antonio Esteban, el presidente de la Cofradía de San Antón, a Santi, el del Bar La Pocilga, mientras tomaban unos chatos. Este, ni corto ni perezoso, le soltó:«Mañana matamos un cochino...». Y van 35 años de matanza popular con mayúsculas y a aquellos cuatro vecinos del barrio del año 81 se han unido los del resto de la ciudad y también los de Gamonal; y ayer, además, un sol de enero regalado que hizo de este invierno raro un día de auténtica primavera. 
Juan Antonio y sus 7 cofrades no cabían en sí de alegría viendo como la cola que aguardaba a la pitanza crecía por momentos y empezaba a serpentear al mediodía. Eran bastantes más de mil los que esperaban... El viernes mataron el cerdo, el sábado lo prepararon y desde las 5 de la mañana del domingo ya estaban en la labor de hacer las morcillas, proceso en el que fueron ayudados por unos cuantos voluntarios.
Y, como todos los años, mucho trabajo tuvieron:800 kilos de morcillas, 140 de picadillo, 150 de morro, 150 litros de vino y pan. La cocina fueron las hogueras prendidas en mitad del barrio, sobre cuyas llamas hervían unas cazuelas con 150 morcillas en su interior. Allí no hay tenedor que valga..., se necesita la grúa de un camión.
Las raciones empezaron a servirse sobre las dos, justo en el momento en el que el termómetro estaba más cerca de los 20 que de los 15 grados. Hacía un día de campo  y se agradecía el comer con tranquilidad y a gusto un generoso plato de productos de la matanza. De fondo, el sonido de la dulzaina y el tamboril animaban la cita.
«A pesar de quedar 8 cofrades  seguimos manteniendo la tradición», se enorgullece Juan Antonio Esteban, que en las últimas tres décadas y media lo ha visto de todo: frío, lluvia, sol, crisis..., y la fiesta sigue con el mismo espíritu de fraternidad (y apetito). 
Cada comensal paga 2 euros por el plato de viandas, el tinto y el pan. Con este dinero se cubren los costes de la matanza y su preparación, pues desde hace unos años no hay ninguna ayuda por parte del Ayuntamiento para esta tradición. Pese a ello, la Cofradía es generosa: reserva una mesa junto a la hoguera para invitar a las autoridades, que no hacen cola...